Del Frente Amplio al Frente Popular
(*) Por Max Oñate Brandstetter
“Nosotros hemos peleado,
hemos derramado nuestra sangre para destruir la tiranía,
no para cambiar de tiranos”
José Miguel Carrera
Los partidos tradicionales tienden cada vez con mayor fuerza, a caer en un constante descrédito, que se traduce en la incapacidad de conseguir un número de escrutinios suficientes para respaldar al modelo democrático como hegemónicamente exitoso, no así para los resultados políticos favorables a sus postulantes. De ahí la insistencia transversal de “la clase política” que llama a participar del “deber ciudadano” en la coyuntura electoral.
En la elección presidencial del año 2009 –última elección presidencial, en formato de inscripción voluntaria y voto obligatorio- sufragó un total de 6.958.972, que otorgó el triunfo electoral a Sebastián Piñera, instalando a la derecha en el poder ejecutivo, que no obtenía dicho cupo desde las elecciones de 1958, designando a Jorge Alessandri Rodríguez como mandatario de la república.
En el proceso electoral del año 2013, el formato del sufragio se encontraba en el marco de inscripción automática y voto voluntario, produjo una participación total de 5.581.885, que permitió el retorno de la concertación –para entonces, nueva mayoría- a la administración del poder ejecutivo.
La discusión sobre el formato electoral ha gravitado principalmente entre la no participación permanente –quienes estando en edad de votar, no se inscribían en el padrón electoral, y ahora estando inscrito no participa- y la construcción de legitimidad de la democracia, expresado con la participación masiva cuando la ciudadanía es convocada a sufragar.
La transformación de una parte del sistema electoral, permite constatar que el tránsito del voto constante de forma obligatoria, convertido en voluntario, se retiró de la contienda electoral, un total de 1.377.087 personas, que acostumbradas a sufragar, ya no lo hacen, quedándose mayoritariamente en las urnas, el voto duro de los militantes, señalado como un antecedente e indicador de la crisis actual de la democracia, donde el ciudadano convocado ha desaparecido en macro escala, tomando en cuenta que el padrón electoral total para este 2017 es de 14.308.151 electores.
Algunos sostienen que la derecha históricamente acapara el 44% de las votaciones, pero hay algunos datos duros que desarman esta mirada.
En el plebiscito del 88, a nivel nacional, la opción si obtuvo sobre el 43% de las votaciones, sin embargo ganó en 15 distritos, por lo que si desarrollaran elecciones de diputados con una fórmula uninominal, las opciones derechistas hubiesen obtenido tan solo un 25% de representación –muy por debajo del 43% estimado- y eso demuestra, lo frágil que es el mundo de las estadísticas y la conclusión a primera vista de la trayectoria electoral.
¿Por qué Piñera marca un 44%? Principalmente porque la centro izquierda, se encuentra atomizada en 6 opciones electorales distintas, contrastando con la presentación de Piñera, en una campaña unitaria de la derecha oficial, mejor organizada y con un programa único de gobierno y eso lo perfila en este contexto, como un político electoralmente exitoso.
Si Piñera se adjudicara en primera vuelta, el 44% que proclaman las encuestas, la derecha no obtendrá la representación parlamentaria cercana a esos números, principalmente porque el sistema binominal ha desaparecido, así que aquella sobrerrepresentación (del 15% aproximadamente por caso) que permitía tener el 50% del parlamento, teniendo un poco más del 30% de los votos, quedó en el pasado y para los efectos de estas elecciones, se realizarán bajo la fórmula proporcional; que en el mejor de los escenarios, Chile Vamos obtendrían un tercio de la cámara de diputados.
En ese escenario, los esfuerzos de la derecha, deben ir apuntando directo al ejecutivo, y lo ha hecho con su carta más rentable.
Las estadísticas de aprobación en el campo electoral están en constante cambio, pero la última baja de los puntos de popularidad electoral, Beatriz Sánchez, coincidió con su postura de no debatir con ex ministros de Pinochet (Melnik), y el pequeño conflicto dentro del Frente Amplio por el caso de Mayol y como resultado, los aleja virtualmente de la presidencia de la república.
¿Qué se ha manifestado éste último tiempo en este contexto electoral?. Que en el desarrollo de una inevitable segunda vuelta, Goic, Guillier y hasta Sánchez, están perfilando el “todos contra Piñera”, sumando votos para impedir el ascenso del candidato de la derecha, reciclando la táctica del “Frente Popular”.
La internacional comunista -O tercera internacional- desarrolló la política del “Frente Único”, en la década del 20, que consistía básicamente en “agrupar a todo el proletariado bajo el partido único, para la defensa objetiva de sus intereses” absorbiendo o eliminando a organizaciones distintas a la del partido.
Con el asenso de Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, la internacional comunista da un sorpresivo giro estratégico, que constaba de agrupar a “todas las fuerzas políticas progresistas del país” (en cada país en que se encontrara un partido comunista) en un pacto electoral, para “frenar al fascismo” e impedir que se adueñaran de la legalidad democrática. A esta estrategia se le denominó “Frente Popular”.
En dicha estrategia, se organizaba una gran y única coalición, que sumaban las voluntades electorales de los partidos obreros, los de centro izquierda y hasta partidos burgueses liberales de corte democrático, agrupados en un frente común –como ya lo mencionamos- contra el fascismo, y en esta coyuntura electoral, se está desarrollando una maqueta similar, que lejos de las diferencias programáticas, existirá una alianza electoral para derrotar al “enemigo”.
Lo contradictoriamente curioso, es que el Frente Amplio se levantó como una alianza electoral, cuya misión era desafiar y derrotar al “duopolio” de los partidos tradicionales, que se asimilan en el torrente neoliberal, y ahora está planteada la posibilidad de adherirse a una de esas dos alas neoliberales –como ellos acusaban-.
Esta posición ya tiene una disidencia interna. Izquierda libertaria, nacida como “plataforma libertaria”, incisión del FEL (Frente de Estudiantes Libertarios) que apoyó a Marcel Claude en la elección pasada –al igual que el partido poder y el partido humanista, hoy agrupados en esta coalición denominada Frente Amplio- ha planteado abiertamente su negación rotunda a sumarse al proyecto concertacionista –aunque se trate solamente de traspasar votos- porque son interpretados como enemigos políticos, que poseen un programa y visión común con la derecha.
En este marco, hay resultados que son inevitables. Si sólo participan los votos duros en esta elección, el Frente Amplio será derrotado de forma aplastadora. Si el frente amplio no llega a segunda vuelta y desarrolla la estrategia del frente popular, la coalición como tal, se romperá hacia adentro y dejará de existir y su cantidad de votos entregados será menor que los recibidos en primera vuelta. El resultado más probable, es que el Frente Amplio no gane ni pase a segunda vuelta, establece la estrategia Frente-Populista, pero con ello destruye su organización política y social, pasando en 4 años más, para formar otra alianza electoral, reciclando algunos de los partidos que ya participaron apoyando a la coalición también fallecida “Todos a la Moneda”, y que hoy conforman el Frente Amplio, pero descontando el apoyo de algunos partidos que se han de marchar, producto de las decisiones políticas de los actores más poderosos de la coalición. Más allá del quiebre en su estructura interna, hoy su escenario deja en evidencia que su coalición fue constituida por y para la coyuntura electoral, pero cuenta con nula capacidad de proyección y sobrevivencia política, aunque ya ha ocupado el lugar del PC como ente marginado de la concertación, que obtenía cerca de 300.000 votos por elección.
El peor de los escenarios: Gana Piñera en segunda vuelta (que es un hecho inevitable) sobreponiéndose a la estrategia del “Frente Popular”, y el costo político de esta mencionada tercera coalición (de carácter más mediático que formada políticamente o de trayectoria política) es asumir por completo su descomposición, en un inútil esfuerzo electoral que ni siquiera permitiría derrotar al candidato de derecha.
El desarrollo de la estrategia “Frente Popular” significa la muerte del “Frente Amplio”, cuyo desarrollo en curso de las elecciones, parece inevitable. El rol de Pedro Aguirre Cerda en este escenario es ocupado por Guillier, y es la carta más segura con la que cuenta la centro izquierda para ganar en estas elecciones con miras al ejecutivo.
Es importante señalar, con ánimo de clarificar, que la mayor cantidad de gente que fue incorporada al padrón electoral, no se había inscrito jamás, pero no explica él porque se restan (en una suma considerable) del proceso quienes ya tenían la costumbre cívica de sufragar.
Es verdad que el escenario del voto voluntario vuelve turbulenta la investigación científica de la participación popular y ciudadana, dado que no permite la constitución de un fenómeno fijo, estable, observable y medible; no obstante las investigaciones deben ir enfocadas a dimensiones más grandes que lo puramente nominal. Como última observación, es necesario hacer una referencia al clima político y una breve descripción internacional.
Estados Unidos de Norte América cuenta con un peculiar sistema electoral, donde la norma básica para las elecciones presidenciales, se trata de que “Los electores no eligen presidente, sino a través de sus representantes”, debido a que en el país del norte el voto para constituir presidentes, se marca una preferencia electoral, pero la voluntad electoral se materializa sólo a través de la voluntad de un mediador (colegio electoral), cuya función es la recepción de votos, y definición unitaria de la preferencia electoral, lo que ha producido muchas veces una contradicción entre el voto popular y el triunfo del candidato a presidente. Hay algunos observadores e investigadores que señalan que Hillary Clinton obtuvo la mayoría en el voto popular, pero perdió por la decisión política del colegio electoral, que determina la elección.
Aunque el fenómeno electoral norteamericano, dista bastante del conducto regular que produce representación en Chile, Hillary Clinton fue una candidata difundida como triunfadora (o con mayor probabilidad de ganar), y la realidad le golpeó de frente.
Tomando en cuenta la última elección comunal en Chile, con una abstinencia generalizada, las cifras de las encuestas pueden variar drásticamente en los resultados reales, por lo que si la estrategia del “Frente Popular” logra cumplir con su objetivo, Piñera sufrirá el fenómeno que inicialmente podríamos bautizar como el “Síndrome de Hillary Clinton”.
Piñera es el candidato con mayor popularidad electoral y en muchas plataformas de análisis de datos lo exhiben como si se tratara de un triunfo ya realizado, a pesar de que no se han desarrollado las elecciones, pero al igual que Clinton, podría sufrir una derrota electoral estrecha en nuestras próximas elecciones.
A “Chile Vamos” le convendría que se adelanten las elecciones, pero al no contar con el poder de hacerlo (pues existen límites constitucionales) deben mantenerse en una estrategia de la menor exposición posible, y que no se pueda articular la centro izquierda en una segunda vuelta, con la fuerza electoral necesaria para derrotarle.
(*) Licenciado en Ciencia Política y Relaciones internacionales UAHC. Columnista y asesor del proyecto “Reinserción juvenil en la vida barrial”, La Florida.