Distanciamiento social no es lo mismo que aislamiento social
(*) Por Isca Leyton
Cada día la amenaza del coronavirus nos sorprende con nuevos antecedentes sobre su comportamiento y la manera en que impacta en las vidas de todo un planeta. El temor de que afectara a la población de la tercera edad, mutó a nuevos datos sobre cómo es transmitido por las madres en el embarazo. También ha cobrado la vida de jóvenes sin historial médico y buena salud; todas ellas señales que afectan también su desarrollo en Chile.
Pareciera que las curvas de ascenso del COVID-19 se acercan cada vez más a la de los países del Viejo Mundo donde los cementerios urbanos no dan abasto y las “Comisiones de Dios” deben decidir quiénes deben morir y quienes pueden ser tratados en los hospitales. Desde esas latitudes llegan, a la velocidad de la web, testimonios desgarradores y videos con las peores noticias posibles, como si se tratara de una película distópica.
Frente a este escenario poco amable y el llamado a mantener el distanciamiento social, se vuelve una urgencia personal buscar las certezas que tengamos a mano, pero también es necesario “permitirnos” no tener el control de la situación. Partamos de la base de que contamos con un mínimo de certezas: higienizar nuestras manos permanentemente, los hogares y mantenernos en cuarentena ayuda a prevenir el contagio. En tiempos de perversión e individualización imagino que la catástrofe es mantener el control -y ahí es cuando pueden aumentar también los cuadros de ansiedad-, los que, hasta hace poco, efervecían con la exposición, la inmediatez, excentricidad y descuido casi total del otro, ahora se ven llamados a permanecer quietos con restricciones que cada día aprietan más. La peligrosidad que nos presenta el virus es social, sobre todo al exponernos o exponer a otros a información masiva y de dudosa procedencia en tiempos de fake news y una cultura de la educación a través del meme. ¿Será la aparición del otro, el redescubrimiento de ese otro cercano?.
Así, aparece como elemento clave el cuidado a nuestros y nuestras adultas mayores y población de riesgo. En este espacio, mantener las actividades dentro del hogar y asegurar el contacto virtual con la familia se torna fundamental. No olvidemos que el distanciamiento social no es lo mismo que el aislamiento social, ya que el primero es el llamado público a cuidarnos y mantenernos en nuestros hogares, reencontrarnos con lo nuestro, reconocer a quien tenemos al lado; el segundo, es perder total contacto con nuestras amistades y familia. La virtualidad en este caso, se vuelve una potencial amiga, siempre y cuando esta amiga sea de acceso libre, cercana y de cómoda comprensión, más ahora que el mercado se resiste.
Este segundo elemento es parte de los factores de riesgo para el cuidado del bienestar tanto físico como psicológico, por lo tanto, si bien debemos permanecer en casa -quienes podemos-, debemos hacerlo con creatividad, manteniendo el contacto telefónico y/o virtual, lecturas de viejos libros o del empolvado jamás leído, actividades con nuestra familia, conversar con quienes tengamos a mano, reencontrarnos en el calor del hogar.
Así también, para las personas en situación de discapacidad es importante en materia de comunicación, entregar información en formatos accesibles y de manera clara, velando por la transversalidad del mensaje compartido. Considerar a la vez medios de entretención inclusivos o de formato universal, tales como películas accesibles, libros en audio, traducciones en lengua chilena de señas, etc., herramientas que permiten actuar inclusivamente, considerando la diversidad de la cual todos formamos parte.
(*) Psicóloga, directora de DIJUS, Dirección de Justicia Social, Igualdad e Inclusión de la UAHC