Docentes de la UAHC abordan problemática profunda_El clima de racismo en la Araucanía como antecedente de un cambio social y cultural

Docentes de la UAHC abordan problemática profunda_El clima de racismo en la Araucanía como antecedente de un cambio social y cultural

Tras el nombramiento del nuevo Ministro del Interior, Víctor Pérez y su visita a la Araucanía donde las comunidades mapuches se tomaron cinco municipios para exigir la liberación de sus presos en huelga de hambre, estalló un polvorín social que acumulaba tensiones históricas en la zona. Al grito de “El que no salta es mapuche”, el clima de racismo pone el foco en la lucha por reivindicaciones de los pueblos originarios y las propuestas -por parte de algunos- de un nuevo diálogo entre huincas y los habitantes ancestrales del sur de Chile.

Cuando un centenar de personas convocadas por redes sociales, armados con objetos contundentes desalojaron a la fuerza a los manifestantes mapuche de la ocupada Municipalidad de Curacautín, el fuego y las escaramuzas adquirieron un tono de enfrentamiento civil que el historiador José Bengoa considera inédito desde fines del siglo XIX.

“Recuerdo un solo momento en que se percibió la actuación de civiles en estos enfrentamientos. Esto fue justamente al final del año 1881 cuando viene la insurrección general en que, simultáneamente, los mapuche atacan el fuerte de Temuco. También hubo otro momento, durante la Unidad Popular, donde se introducen civiles que se enfrentaron con las denominadas “Guardias blancas” que atacaban directamente las comunidades mapuche. Lo que estamos viendo, es un hecho bastante complicado y difícil de racismo, sin ninguna duda. Ese grito de “el que no salta es mapuche”, es un grito muy racista es casi como lo que estuvimos viendo hace algunas semanas en EEUU. Es verdaderamente una cosa con la que uno queda con una sensación de mal gusto”, señala el autor de “Historia del Pueblo Mapuche”. “Estamos en momentos en los que salen las cosas más malas y más podridas que pueden ocurrir en este país”, agrega.

El profesor Luis Campos, de la Escuela de Antropología,  cree que estamos ante un proceso de diálogo que, si bien ya venía totalmente entrampado con el gobierno, ahora suma en el conflicto civil, un nuevo escollo. El sentido del viaje del ministro Víctor Pérez a la Araucanía aparentemente tenía la finalidad de provocar, cree Campos. Recuerda que ya desde hace algunos años, diversos grupos organizados se habían definido como confrontacionales con el pueblo mapuche: “Había surgido este concepto de la autotutela, algo muy delicado que atenta contra el Estado de Derecho y se venía planteando desde diferentes comandos que habían advertido la posibilidad de aplicar esta defensa por mano propia”, señala.

De allí a organizar estos grupos que, en pleno toque de queda y bajo la aparente inacción de carabineros, se enfrentaron con los mapuche movilizados, hubo un paso. La serie de cánticos racistas que se escucharon esa noche, tienen que ver para el antropólogo, con las señales enviadas por el nuevo Ministro del Interior desde que aseguró que el diálogo con las comunidades mapuches sólo iba a ser con quienes no estaban movilizados y la impopular visita a la zona. “Esos cantos, que han sido lo que más ha llamado la atención, han gozado de una gran caja de resonancia precisamente por lo inadecuado y por como describen una situación muy presente que aflora en determinados momentos de la historia de Chile. Muy bien lo describía el profesor José Bengoa cuando señala que “las razas no existen lo que existe es el racismo”. Esto es algo muy profundo y que ha sido declarado presente en estas situaciones de conflicto”, afirma Campos.

Un asedio que conjuga la presión económica y la cultural, explica la geógrafa Ximena Valdés. La docente UAHC advierte, a través de su investigación sobre temporeras migrantes y mapuches precarizadas en el sur de Chile, que la ocupación de vastos territorios por parte de las forestales que convirtieron el rico entorno en monocultivos de pinos y eucaliptus, han provocado pobreza, escasez hídrica y masivas migraciones del campo a las ciudades. “Esto no sólo interfiere limitando las actividades agrícolas y ganaderas de los productores, sino a las poblaciones que hoy se abastecen de agua por medio de camiones aljibes gestionados por los municipios, sino que nos hace pensar en una política explícitamente anti-insurreccional, dada la resistencia que ha manifestado el pueblo mapuche a la ocupación de sus territorios y al hecho de haber sido desposeídos históricamente de sus tierras”, señala Valdés. “Este tipo de desarrollo es el que el Estado chileno ofrece al pueblo mapuche: el de la zanahoria y el garrote”, agrega.

Del racismo estructural a la plurinacionalidad

La profesora de la Escuela de Antropología Francisca Fernández, sostiene que cuando nos referimos a la sociedad mapuche, se habla de un pueblo-nación. “Como todo pueblo es diverso, con propias identidades territoriales, donde además una gran parte de la población vive en contextos urbanos. Lo que vemos en ‘el que no salta es paco’ es una colonialidad y un racismo estructural, que ha sido fomentado históricamente por el propio Estado chileno, y que en Wallmapu (territorio mapuche) se traduce en la presencia de un racismo arraigado tanto desde los históricos colonos, latifundistas, dueños de forestales como por los sectores mestizos criollos”, aseveró.

Respecto a los puentes de entendimiento que se visualizan hoy, la antropóloga sostiene que para ello se requiere de un primer gesto, que es reconocer la usurpación, la violencia y el despojo territorial sistemático en Wallmapu, pero sobre todo las políticas de criminalización y represión que se han ido acentuando en estos años, de manera transversal por parte de todos los gobiernos de turno. “Con esto debemos tener claridad que todas las políticas públicas de interculturalidad post-dictadura han fracasado, siendo necesario apelar hacia la construcción de una plurinacionalidad en que los diversos pueblos que nos encontramos en este país llamado Chile, nos articulemos y conozcamos, validando las formas propias de organización social- política, y desde ahí construir diálogo”, remarcó.

Desde la Escuela de Ciencia Política y RRII, el profesor Iván Pincheira señala que para explicar los hechos acontecidos en la provincia de Malleco, se debe analizar el contexto en el que se suscitaron aquellas manifestaciones de odio. En ese sentido, indica que una posible clave interpretativa podrían ser las “distintas capas tectónicas” en la cual se conforma la actualidad de Chile.  “Hay que pensar que nuestro presente se sostiene sobre la base de capas sedimentarias que a lo largo de la historia van entramándose. Se trata de un conjunto de episodios teñidos por relaciones de poder que van a cuajar  y dar forma a lo que es el chileno de hoy”, asevera Pincheira.

La búsqueda de puentes de diálogo

El sociólogo plantea inquietudes en relación al tema: ¿Qué es lo que explica esa manifestación de odio hacia los manifestantes mapuche? y ¿Cuáles son las capas que a lo largo de la historia se fueron sedimentando para permitir el accionar repudiable de un grupo de vecinos?. Según indica el experto, la defensa airada del municipio se da en base a seis factores fundamentales. “El primero de ellos es la razón colonial que aún pervive y que justifica ese ánimo discriminador; luego está la sobrevivencia a un patrón cultural del tipo latifundista y en tercer lugar se encuentra la economía extractivista en relación al interés de las forestales. En cuarto lugar está el modelo neoliberal, pero en el sentido de un individualismo y falta de empatía de los vecinos que estaban en ese lugar. El penultimo factor es el tratamiento criminalizador hacia la protesta social y finalmente, en sexto lugar se sitúa  una reacción a la resistencia y el movimiento mapuche. En definitiva, lo que se expresa en el accionar violento de subjetividades y grupos organizados es la reacción en contra de las justas reivindicaciones que ha venido levantando el pueblo mapuche“, finaliza el docente.


En busca de una solución institucional y social, el académico José Bengoa regresa sobre los cambios culturales necesarios que exige un trato reivindicativo con las comunidades mapuches. “Los conflictos de raíces étnicas no suelen tener soluciones. La solución para el Estado y la sociedad regional es que los mapuches dejen de serlo, que se transformen en chilenos igual que todos. No comprenden que los jóvenes puedan ser por un lado ciudadanos chilenos en todo su derecho, y por otra parte tener una identidad mapuche en todo su derecho también, con instituciones propias, y formas de autonomía”, expresa José Bengoa, experto en el tema mapuche.

El profesor Luis Campos  cree que es difícil pensar en tender puentes de diálogo si no se ha tenido señales de esto desde mucho antes del gobierno de Sebastián Piñera. Recuerda cómo, durante el segundo gobierno de Bachelet, una serie de discusiones y conversaciones con las comunidades mapuches ante una propuesta de Reforma de la Ley Indígena, sufrió la baja de los principales interesados al notar cómo las modificaciones en términos de reconocimiento fueron mínimos.

“Unos colegas de México me preguntaban: “Bueno, el gobierno podrá hacer algo para buscar una solución”, pero el problema es que no se conoce ni siquiera el objetivo de estas provocaciones.”, plantea Campos. Puede que sea una intención de detener la atención que se tiene sobre el avance del Covid, quizás. O la búsqueda de contener una crisis interna del conglomerado del oficialismo o una tendencia hacia esa derecha más extrema que parece estar aflorando en diversas contingencias y que se focalizar en la Araucanía. Se lograría, quizás así, llamar a los sectores cercanos al gobierno, pero que lo cuestionan, para retornar a esta derecha. Esto, apoyado por un sector de la sociedad civil que bajo falsas premisas de “Paz en la Araucanía”, son todo lo contrario”, sostiene Campos.

En esta falla institucional reciente, recuerda que montajes como el de la Operación Huracán, también datan desde la segunda administración de Bachelet. “Otros diálogos fallidos  se interrumpieron completamente con la muerte de Camilo Catrillanca. Creo que hoy no existen puentes de diálogo, al menos con el gobierno. El puente, sin embargo, puede construirse con las organizaciones sociales en un espacio más amplio, en el que incluso creo que puede ser más fácil unir a las bases con otros grupos como los afrodescendientes, por ejemplo. Esto puede favorecer que en colectivo se pueda otorgar la posibilidad de negociar mejor y ojalá no sólo en los términos que el gobierno impone”, explica el académico.