Educador brasileño José Eustaquio Romao_”Si los profesores no integran el celular a la sala terminarán dando clases a los muros”

Educador brasileño José Eustaquio Romao_”Si los profesores no integran el celular a la sala terminarán dando clases a los muros”


José Eustaquio Romao,
director-fundador del Instituto Paulo Freire de Brasil y presidente del Consejo Mundial de Institutos inspirados por el educador de Recife, también es un autodenominado abuelo feliz: “¿Saben por qué uno ama más a los nietos que a los hijos, incluso? Porque los nietos son hijos con azúcar”, dice a los asistentes de la conferencia “Paulo Freire y la Educación Superior”. No es un mero recurso que su charla esté permeada de referencias a la familia, la primera infancia, el rol de padres en la educación y pequeñas anécdotas sobre el poder de la pedagogía como acto político.

“El educando, sea un niño o un adulto alfabetizándose, sólo accede genuinamente a la educación cuando primeramente decodifica un mensaje político. Toda relación pedagógica es política y el niño, por ejemplo, concientiza una lectura del mundo que no es inocente”, dice Romao sobre una lección que Freire le enseñó personalmente, pero que él tardó décadas en comprender.

Para ello, debieron pasar muchos acontecimientos sociales y políticos en el mundo y en Brasil, particularmente. Sin embargo, lo ejemplifica a partir de cómo su nieto de 5 años decodifica lo que hay detrás de una sencilla promoción de la “Cajita Feliz” de McDonald’s: Es mucho más que recibir un juguete a cambio de un valor determinado, reitera sobre una nomenclatura que esconde los principales conceptos del neoliberalismo detrás.

A propósito de estas transformaciones en las que la educación siempre termina pagado el costo, Romao reflexiona que han sido los cambios amparados en “supuestas herramientas de desarrollo” lo que las grandes corporaciones han ocupado como excusa para sembrar un nuevo tipo de decadencia en Brasil y la región. “Hoy no quedan ciudadanos en el Parlamento, sino “Profesionales de la política” que se sirven de la sociedad. Paulo Freire creó una nueva ontología del conocimiento.

Para él había una Teoría del Ser, pero una que exigía estar permanentemente haciendo. No realizando un mero existir. “El mundo no es –decía él- el mundo está siendo”. Pero desgraciadamente el hombre siempre está obsesionado con ser más, pero no mirando al futuro sino ansiando el instante.  Y es en esa tensión permanente, entre ser y querer ser más, donde el ser humano se extravía y deja de ser un ente pedagógico por naturaleza”, explica.


Un tema recurrente en los asistentes a la conferencia del educador, también profesores, estudiantes y psicopedagogos, apuntó a cómo enfrentar el flagelo de un currículum inamovible, la exigencia de metas estadísticas por sobre educativas y la pelea constante contra el celular en el aula. José Eustaquio Romao vuelve a Paulo Freire cada vez que puede y rescata el rol innovador de su histórico connacional, un reconocido defensor del uso de las tecnologías para mejorar la educación. “No hay que detenerse en juicios ni salidas extravagantes, hay que redefinir el camino de incorporar las tecnologías en el campo de la pedagogía. Ahí hay que verificar y explorar lo que se está haciendo en muchas escuelas del mundo incluso para integrar el celular a las clases”, explica.

Nuevas tecnologías viejos problemas

“Hemos visto en algunas universidades cómo estos aparatos electrónicos se incluyen en la búsqueda y forma de compartir conocimientos a través de varias opciones. Una es que el estudiante interactúe en tiempo real con profesor y compañeros a través de mensajes en una board y aplicaciones que le dan el control de esos contenidos al profesor, para que no haya otras distracciones. Se desarrolla y amplía el alcance de lo que se reflexiona y conversa en las clases. Es algo que a los estudiantes los atrae mucho porque sus comentarios aparecen rankeados en un monitor y se expresan con mucha rapidez. Si no se buscan estrategias como éstas, no sé cómo las escuelas puedan controlar este problema porque es algo inabordable de otra manera. Si lo pensamos bien, cuando apareció la imprenta, fue algo muy resistido por los intelectuales y maestros. Sólo cuando la imprenta fue incorporada a la escuela se comenzó a resolver esa fricción al explorar sus posibilidades. Lo mismo pasó siglos más tarde con los circuitos cerrados de TV y las computadoras”, señala Romao.

El Dr. Romao, graduado en historia en la Universidad Federal de Juiz de Fora y doctorado en educación, es pesimista sobre un desencuentro palpable entre profesores, millennials y teléfonos celulares. Pero también se declara optimista de un cambio amparado en la experiencia y la historia educativa. “Muchas veces los maestros pertenecemos a una generación muy anterior a la de los jóvenes que educamos. Somos una generación analógica que, se supone, debería preparar a estos jóvenes para un futuro para el que ni siquiera estamos actualizados en la actualidad”, dice categórico.

“Es momento de dialogar con estas transformaciones, porque si no el salón de clases será un lugar de peleas constantes. Esa es la relevancia de reflexionar sobre estas cuestiones en lugares como estos. En plena formación de profesores en las universidades. Si las escuelas no integran los smartphones a su qué hacer, los profesores terminarán dando clases a los muros”, sentencia.