El desconcierto tras la segunda vuelta y los nuevos desafíos
(*) Por Raúl Zarzuri Cortés
Los resultados de la segunda vuelta han sido una verdadera sorpresa. Los pronósticos en el mejor de los casos auguraban una lucha cerrada con una diferencia no mayor de tres puntos. Sin embargo, ha ocurrido lo contrario. Algo que no tiene una explicación sencilla, y que creo no podemos esbozar todavía. Esto es algo difícil de explicar en estos momentos, más aún con la votación obtenida por Piñera, lo cual es una paliza de proporciones.
Guillier siempre fue un mal candidato. Un candidato que se vistió de ciudadanía pero que nunca se conectó con la ciudadanía. Necesitó de los partidos de la Nueva Mayoría para ser inscrito candidato a la presidencia. Sin ellos no hubiese existido su candidatura, como tampoco su posibilidad de ser senador. Fue ungido a partir de encuestas a las cuales después crítico. Un candidato que no convencía ni convenció a la ciudadanía. Vacilante. He ahí, el resultado
Pasa a la historia como el peor candidato presidencial de la Nueva Mayoría ex Concertación. Con una pésima votación en primera vuelta, y qué decir en segunda vuelta, donde la diferencia es algo que todavía no se puede entender. Guillier ni siquiera ganó en su distrito, Antofagasta (7,6 puntos de diferencia). Para qué decir en todo el norte, y el sur, donde hasta ahora los datos muestran que lo que ha sucedido es un desastre (dada la votación que obtiene Piñera por ejemplo en el Biobío con 17 puntos de diferencia y en la Araucanía con 24,8 puntos de diferencia).
La Nueva Mayoría tiene que hacerse responsable por la debacle. Era una crónica de una muerte anunciada, que se resistían a reconocer. Era una coalición gobernante que venía cavando su tumba hace bastante tiempo, desde la elección del ex presidente Lagos. Era y es con mayor razón ahora, una coalición zombie; muerta en vida.
La presidenta Bachelet no podía hacer más de lo que había hecho. Ya los había salvado en dos oportunidades. Una tercera era imposible. Lamentable para la presidenta. Ella venía subiendo y remontando su popularidad y la evaluación del gobierno. Sin embargo, por segunda vez en su vida, le entregará la banda presidencial a un político de derecha, que es Piñera. Ambos pasarán a la historia como dos presidentes/as que se distribuyeron la presidencia durante 16 años. Algo inédito en la política en nuestro país.
La derrota, va a suponer un reordenamiento en la Nueva Mayoría, que está moribunda. Cumplió su ciclo y se debe jubilar, como ya se han jubilado varios políticos, pero no es suficiente. Hoy es el momento de las nuevas generaciones, que no son precisamente de ese conglomerado. Ellas son los que deben tener una mayor figuración. La generación digital, viene a reemplazar a la generación analógica en política.
Para la Nueva Mayoría, debería significar una interrogación a la modalidad de lógica por el poder que construyeron. Muchas miradas se trasladarán al Frente Amplio. Tanto el PC como una parte del partido socialista, especialmente el ala más de izquierda debería comenzar un acercamiento inicial en vista a las próximas elecciones municipales y presidenciales y también en el trabajo legislativo, y quizás, construir un nuevo conglomerado de izquierda. Para la Democracia Cristiana, el proceso iniciado supone reflexionar sobre la reconstrucción de su identidad y resolver cómo quieren continuar como partido y dónde instalarse en el espectro político futuro. No menor, es para la DC, la tensión que se instalará cuando Piñera llame a algunos de sus militantes a ocupar cargos de gobierno, porque eso es casi seguro. Lo hizo anteriormente.
Para el Frente Amplio, el gran ganador de este proceso eleccionario en dos etapas, los desafíos son mayores. Habría que señalar, que se cumplió con el llamado a votar en contra de Piñera. Sus máximas figuras lo hicieron y miles de militantes hicieron al lado las tremendas diferencias con la Nueva Mayoría para ir a votar. Pero estaba claro, que el Frente Amplio no era el dueño de todos esos votos. Basta decir que cerca de 400 mil personas votaron por Beatriz Sánchez, pero no votaron por sus parlamentarios. Ese era un voto que se podía mover a cualquier lado.
Hoy el FA está llamado a renovar la política en nuestro país; a construir una nueva política, lo cual los enfrentará a grandes desafíos y a intentar evitar caer en las lógicas del poder por el poder. No se puede perder el cable a tierra con la ciudadanía, anclada en la ciudadanía, los movimientos sociales y estudiantiles entre otros. Pero tiene grandes desafíos. El primero, es realizar una buena oposición. Es también construir poder local, para lo cual tendrá que comenzar a mirar las futuras elecciones. Las elecciones de intendente, donde se tiene una buena probabilidad de ganar una intendencia; las elecciones de alcaldes y concejales y, por supuesto, las presidenciales en cuatro años más. Con 20 diputados y un senador, y con el excelente trabajo que está realizando Jorge Sharp en Valparaíso, más lo que se pueda lograr en las próximas elecciones, hay FA para rato.
Está claro, que la derrota de Guillier y de la Nueva Mayoría, es producto de no haber sabido leer a Chile. Es la incapacidad de ir más allá. La primera vuelta mostró que la gente quería más cambios y Guillier y compañía fueron tibios. La timidez en momentos que se necesitaba audacia se paga caro. Una mala estrategia lleva a los resultados ya conocidos.
(*) Licenciado en Sociología, Magíster en Antropología y Desarrollo. Especialista en culturas juveniles y docente UAHC