El gana-gana venezolano
(* )Por José Orellana
Columna publicada en diario El Siglo
¿Por qué Sebastián Piñera, su gobierno y coalición de gobierno deberían restarse a la conflictividad venezolana? En principio no se observan desincentivos para no hacerlo, muy por el contrario, no hacerlo podría entendérsele como un error político. La conflictividad venezolana tiene una serie de componentes políticos, sociales, económicos y hasta culturales, por descontado geopolíticos y geoeconómicos muy abiertos producto de su polarización e intervencionismo internacional. La Revolución Bolivariana en sus Luces y Sombras, sistemáticamente enfrentó la resistencia de grupos conservadores y liberales que siempre, sea por una cuestión política, ideológica o económica, aunque fragmentariamente, hicieron todo lo que pudieron para superar el chavismo, sin éxito. Para varios y varias, tal cuestión tuvo que ver con la valía del Petróleo, la política interna social dirigida a las grandes mayorías y la Diplomacia Petrolera que desplegó el régimen y la Revolución Bolivariana.
Desde la comunidad internacional, mientras estuvo vigente la oleada de gobiernos de izquierdas, centro izquierdas o progresistas, Venezuela se encontraba a resguardo. Tanto así, que cuando fue objeto de Golpe de Estado en 2002, Chávez, no sólo internamente defendió de forma favorable su gobierno y revolución, sino que hubo un respaldo de la región, exceptuando el reconocimiento de la otrora canciller chilena Soledad Alvear en representación del Gobierno de Ricardo Lagos (por ello, no extraña su posición de respaldo a Piñera y su gobierno respecto de este tema), la cual reconoció oficialmente al político que intentó capitalizar el intento de derrocamiento de Chávez (Pedro Carmona). Hasta UNASUR fue la forma de régimen internacional que buscó formalizarse desde Caracas, que dicho sea de paso sirvió en su momento, entre otras cosas, para arbitrar una tensión en Bolivia (2008), la cual tuvo en la ex Presidenta Michelle Bachelet, una importante protagonista, para la buena resolución de tal conflictividad.
Ahora no. La oleada es conservadora, de derechas y siempre necesariamente crítica con el anterior ciclo político e ideológico regional. Con un gobierno estadounidense completamente desatado en hacer un punto de defensa democrático en la región que geopolítica y geoculturalmente pertenece a su área de influencia tradicional y, resultando funcional, además, para un contrapunto a sus acciones de política interna que tanto rédito le sigue dando, a propósito del Muro Fronterizo con Latinoamérica, (acción del todo antidemocrática). Con ello, se precipitó la Unión Europea, y algunos Estados (España, Francia, entre otros) en pronunciarse sobre Venezuela en el entendido de no quedar fuera, al día siguiente de la potencial caída del chavismo/madurismo, el cual, pareciera ser, se sostendría estratégicamente en las FF. AA. venezolanas.
En ese cuadro, el Presidente Piñera, opera sobre seguro. Más allá de la coherencia política que ha demostrado sobre la cuestión venezolana, que hay que reconocérsela, tiene toda la legitimidad institucional para hacerlo, considerando o no a la oposición, en cuanto y tanto, asegurar uno de los atributos que se supone debe tener la política exterior chilena, como es la transversalidad interna, y de ahí, acción de Estado (crítica que realizan ex cancilleres y ex funcionarios de Gobiernos de la ex nueva Mayoría y Concertación), ya que es quién guía la Política Exterior del País. Además, su Programa de Gobierno, en la sección de relaciones internacionales, es claro en plantear su definición hacia la cuestión regional a propósito de la defensa de la Carta Democrática de la OEA, los derechos humanos, la libertad de todo tipo, entre otras consideraciones.
Por otra parte, tanto el Presidente de la República, como su gobierno y coalición, entienden que es una oportunidad histórica en cuanto sector político para participar en el diseño y ejecución de política internacional, con alcance regional, cuestión que en su primer gobierno no logró (PROSUR, superando UNASUR). Cuando dijo “voy a Cúcuta a defender la Democracia”, se refirió a esa urgente necesidad de ser partícipes de un circuito que históricamente nunca han integrado de forma articulada. Diecisiete años de dictadura Cívico-Militar, minaron no sólo la posibilidad de hacerse de la primera magistratura del gobierno de la nación, sino que la proyección internacional.
Ahora, el contexto interno como el externo es diferente para el sector, no importando los costos internos que se tengan que pagar, a propósito de los incendios nacionales y otras coyunturas que le exigirían estar en territorio nacional. El tecnicismo legal y burocrático respecto de la salida del Presidente, en cuanto Jefe de Gobierno y de Estado, es un necesario costo a pagar al interior de Chile, más cuando sistemáticamente la opinión pública percibe cómo los venezolanos sufrirían el desabastecimiento múltiple, acompañada de su intensa presencia en Chile con los datos que entregó el INE hace poco, situándolos como la primera población migrante, desplazando haitianos, peruanos y bolivianos.
Este gana-gana del Presidente, gobierno y coalición invita a reflexionar a las fuerzas políticas que suscriben la no intervención a cómo se logra la Política Interior y Exterior de Chile. Tanto las recetas de las teorías Centro-Periferia y de la Dependencia, aunque derrotadas políticamente, más el neo-estructuralismo latinoamericano pudiesen ser, con sus ajustes, marcos referenciales útiles para tales diseños y ejecuciones, no sólo para hacer frente a las potencias aquí consignadas, sino que también a China y Rusia.
Si bien, el gana-gana del Presidente Piñera opera sobre seguro, sobre todo en cuanto líder regional que busca convertirse, muy bien retratado en Cúcuta, junto al presidente colombiano y paraguayo… y el venezolano Juan Guidó en su condición de autoproclamado Presidente Encargado, es de esperar que no se eclipse -el gana/gana- con un enfrentamiento mayor, que independiente que se indique que era parte de lo que podía suceder, termina de todos modos constituyéndose en un fracaso, comprometiendo el prestigio diplomático, del que se supone, gozaría Chile.
(*) Académico Escuela de Ciencia Política y RR. II. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA, USACH.