El hermano embajador: una política exterior desde la improvisación
(*) Por José Orellana
Columna publicada en El Dínamo
La designación de Pablo Piñera, hermano del presidente, como Embajador ante Argentina, devela una serie de obviedades que pueden ser entendidas como nepotismo, vulneración a supuestas legalidades administrativas y los sentidos comunes. También puede ser entendida como un ensimismamiento de la familia presidencial avalada por la coalición de gobierno tras un holgado triunfo en las últimas presidenciales o simplemente la incapacidad de la oposición política para actuar en bloque y enfrentar al gobierno (hoy concurren sólo diputados PS y PC a la contraloría).
La pregunta que ronda es si el Presidente Piñera no proyectó el ruido que provocaría tal cuestión. Es plausible responderse que siempre estuvo consciente de este ruido y no le importó asumiendo los costos políticos asociados, dado que en su definición de Política Exterior con uno de los más importantes Estados vecinos, buscó asegurar una línea directa con el mandatario argentino.
Es decir, una expresión familiar sería la única que aseguraría una Política Exterior con el vecino argentino beneficiosa para el Estado chileno. Suena raro. Tanto, que no importarían los potenciales conflictos de interés, a propósito de un presidente empresario que probablemente tenga alguna inversión en territorio argentino, independiente del fideicomiso ciego (una interesante reflexión del diputado Núñez).
Este hecho, junto con las obviedades indicadas, devela una cuestión más preocupante, por lo menos en apariencia, como es, el cómo se administra la Política Exterior de la cual regularmente se jactan los gobiernos de turno, partidos y congresistas: “La Política Exterior de Chile, fue, es y seguirá siendo una política pública de Estado”. A partir de aquello, un acto de esta naturaleza… ¿debería levantar estos reclamos?. Pareciera que no, más cuando en el ejercicio de un gobierno legítimo, no sólo se tiene la facultad de la discrecionalidad que la ley le confiere para hacer gobierno, (designaciones diplomáticas), sino que además la debe hacer coincidir con la Política pública de Estado que representaría a varias y varios dentro del suelo patrio.
Y la cosa importa, dado que se ha sido testigo de la importancia que implica para Chile el vecino trasandino tal como también Bolivia y Perú, no sólo por la historia y los conflictos limítrofes pasados y resueltos o los pendientes.
Pareciera ser, que es un error que este acto político de gobierno, como es la designación de un embajador, no coincida con la idea de una Política pública del Estado, la cual, para el caso, no debería entenderse desde la improvisación, dado que las cuestiones que se deben tratar entre ambos Estados, son de relevancia evidente y trascendente para ambos países. Chile principalmente.
*Académico Escuela de Ciencia Política y RR. II. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Candidato a Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA, USACH.