El portazo. Descifrando el momento constitucional
Artículo publicado en Le Monde Diplomatique
Bruce Ackerman, prestigioso constitucionalista norteamericano, propuso hace años el concepto de “momento constitucional”. Esta noción ayuda a explicar la extraña situación que vivimos en Chile. El académico se refería a aquellas circunstancias históricas en la que se genera una deliberación intensa, por parte de la ciudadanía, sobre de la norma fundamental de un país. Nadie dudaría que esta es la situación que ha atravesado Chile desde el inicio de la década pasada, y que ha entrado en una nueva fase luego del plebiscito de salida del pasado 4 de septiembre. El momento constitucional sigue abierto, pero en un modo distinto al que hemos conocido hasta ahora. Para analizarlo conviene identificar la postura de los distintos actores políticos.
1.La ultraderecha adopta el plan “Pancho Malo”:
Desde el lunes 5 de septiembre el grupo “team patriota” liderado por Francisco Muñoz, más conocido como Pancho Malo, ha sacado la voz por este sector. Pareciera ser sólo un personaje caricaturesco, pero se sabe que este munúsculo grupo de choque es sólo la expresión pública de sus financistas y padrinos políticos en la sombra. Este sector incluye, pero rebasa, al Partido Republicano de José Antonio Kast, y su posición es simple: se trata de cerrar aquí y ahora el momento constitucional. Clausurar en seco la discusión sobre la constitución vigente. Para eso tratan de asumir que la votación por el rechazo es asimilable a un rechazo en bloque a toda la discusión constituyente y obvian el mandato popular, expresado en más de un 78% que se manifestó en 2020 por redactar un nuevo texto constitucional. La estrategia de este sector radica en marcar al resto de los partidos de la derecha para boicotear su capacidad de maniobra política e impedirles desarrollar cualquier estrategia negociadora. Esta política la desarrollan en forma virtual y presencial, de manera parlamentaria y electoral, comunicacional y social. Es un elemento para tener en consideración ya que condiciona a todos los actores.
2. Los “bordes” de Chile Vamos:
para la UDI y RN la actual Constitución es todo que en su imaginario es deseable y posible en materia constitucional. De este hecho se desprende una agenda coherente en su acción política. La derecha ha reafirmado su adhesión a la constitución vigente planteando el pasado 24 de septiembre un documento conjunto que fija unos “bordes” de la discusión constitucional. Este elemento no sería extraño si se propusiera como una propuesta o perspectiva abierta. Nada se podría criticar si se asume como una visión sincera y coherente con sus ideas y lógicas políticas. El problema es que lo han situado como un conjunto de puntos intransables, unas fronteras que no se pueden traspasar. Entre los bordes de Chile Vamos hay elementos que son de sentido común y que no son de difícil debate: unidad del Estado de Chile, tres poderes del Estado autónomos, Congreso bicameral simétrico. La única diferencia con propuesta de la Convención es la propuesta de un bicameralismo asimétrico, lo que se puede volver a revisar. Se detallan ejes que no podrían ser objetados: la promoción de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres; la protección del medio ambiente, la protección de un Banco Central autónomo. Obviamente, eso no es lo que busca asegurar Chile Vamos. Entre los “bordes” se cuelan otras afirmaciones mucho más polémicas y complejas de aceptar. Cuando hablan de la protección de la propiedad, haciéndola extensiva a los fondos previsionales ¿se debe entender la constitucionalización del sistema de capitalización individual y la imposibilidad de integrar un modelo de reparto, aunque sea de forma complementaria a las actuales AFP? Cuando señalan la protección de la propiedad en relación con el aprovechamiento de las aguas ¿se debe asumir que Chile seguirá siendo el único país en el mundo donde sus fuentes hídricas están privatizadas en un mercado que especula con estos derechos? Cuando se refieren a la consagración expresa de Carabineros de Chile y las fuerzas de orden ¿expresan la irreformabilidad de estas cuestionadas instituciones? Cuando hablan del derecho a la vida ¿están buscando bloquear constitucionalmente los derechos sexuales y reproductivos? Cuando hablan de la protección del derecho a elegir en materia educacional, de salud y previsional ¿están reafirmando el modelo de estado subsidiario, aunque se acepte retóricamente la afirmación de un estado social de derecho?
Estos “bordes” rebasan una discusión plenamente democrática en lo procedimental, ya que anticipan un resultado predeterminado. De allí que su afirmación política fundamental se refiera al carácter reformista que se debe asumir en este nuevo momento: “Los poderes constituidos gozan de plena legitimidad institucional no solo para discutir en torno al proceso, sino también para sancionarlo, delinearlo y materializarlo”, es decir, lo que cabe es una reforma en el actual congreso a la Constitución vigente, bajo los mecanismos parlamentarios conocidos y que han operado en os últimos 30 años. A este modelo agregan una “comisión de expertos” que podría eventualmente entregar un borrador preliminar para avanzar en la deliberación, bajo los bordes ya delimitados por este sector. Sobre el mecanismo preciso del nuevo proceso constituyente Chile Vamos no ha definido una postura única sobre un eventual nuevo plebiscito de entrada para definir a los redactores del nuevo texto. Parece evidente que con estas exigencias lo que se ha instalado es un portazo a un nuevo texto verdaderamente elaborado desde la lógica de un proceso constituyente.
3. La hipocresía del “extremo centro”:
durante la campaña del rechazo se configuró un espacio político donde caben Amarillos y otros grupos que autodenominándose como “centroizquierda” estuvieron por el rechazo, y se articularon políticamente con estos sectores. Un reportaje de La Tercera mostró evidencias del backstage de la franja del Rechazo y dejó claro que en ese proyecto compartieron estrategia, recursos financieros y criterios políticos desde el partido republicanos hasta estos sectores supuestamente centristas y moderados. Lo constatado demuestra que este sector no es más que un nuevo ropaje para rancios, secos y duros dirigentes derechizados de los viejos partidos de la antigua concertación. Se instala así una inentendible “centroizquierda de derecha”, en total dependencia financiera, comunicacional y política de la derecha tradicional, con la que convergen en sostener la protección del sector financiero y extractivista, bajo el mantenimiento del estado subsidiario. Por eso no llama la atención su silencio ante la propuesta de “bordes” a la discusión constitucional que ha propuesto la derecha ya que su agenda radica en vaciar el momento constitucional de alternativas políticas reales e impedir cualquier alternativa al mainstream constitucional definido por Jaime Guzmán, Eduardo Soto Kloss y la comisión Ortuzar.
4. La tensión entre gobernar y transformar en el gobierno:
El presidente Gabriel Boric debe moverse en la tensión natural que se desprende de gobernar la cotidianidad, cumplir un programa ambicioso sin tener mayoría parlamentaria y avanzar en el actual momento constitucional luego de una enorme derrota. Además, el ejecutivo se sostiene en dos coaliciones: Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático. Ambos sectores poseen coincidencias programáticas fundamentales y diferencias no menores, que viven en tensión permanente, como se ha visto a raíz del TPP11. Luego de la derrota del 4 de septiembre Socialismo Democrático, en particular el eje PS-PPD, ha adquirido mucho más peso. La lógica de este sector fue jugar a ganador en todos los escenarios: si ganaba el Apruebo, atribuirse el logro a sus tesis de “aprobar para mejorar”, desarrollada en la víspera de la votación. Y si ganaba el rechazo, atribuir esa derrota a los excesos de Apruebo Dignidad. El ingreso de Carolina Tohá como ministra del interior en reemplazo de Iskia Siches ha coronado esta estrategia, reforzando el peso de este sector en el comité político del gobierno. El presidente ha afirmado en su discurso ante la ONU que su objetivo apunta a que “finalmente terminemos en una Constitución que sea un punto de encuentro y no en un eje divisorio que nos siga conflictuando por muchas décadas más”. Para eso ha recogido la idea de Chile Vamos de “bordes claros, con plazos acotados tomando en cuenta la experiencia anterior y con apoyo de comités de expertos”. Pero Boric no ha señalado que esos bordes sean los que definió la derecha y menos ha dado su acuerdo al itinerario que ese sector ha propuesto.
5. El nuevo populismo:
La tensión del gobierno se agrava ya que la presión de la derecha se va a centrar en sostener los mismos argumentos que antes desplegaba Joaquín Lavín cuando se trataba de abrir la discusión constitucional: los problemas reales y urgentes de la gente requieren soluciones y no hay que invertir tiempo y recursos en discusiones constitucionales que sólo interesan “a los políticos”. Este tipo de falacias son especialmente fáciles de amplificar por nuevas formaciones políticas como el Partido de la Gente, que cultiva un populismo extremadamente conservador y neoliberal. Hay caldo de cultivo para su resonancia mediática en la actual coyuntura sobre la base del ciclo inflacionario y la recesión económica global.
En definitiva, es necesario generar una estrategia enteramente nueva, que permita acumular fuerza política y social para recalcar que el único medio idóneo que puede permitir el libre ejercicio del derecho de libre determinación del pueblo chileno y que puede generar una nueva Constitución, es la elección de una instancia integrada por representantes elegidos directamente por la ciudadanía, de carácter paritaria, con escaños reservados, y con representantes del mundo independiente. Ese es el punto que no puede quedar olvidado en esta nueva fase del momento constitucional.