En inicio del año académico de Antropología_Conferencia de arqueólogo Lautaro Núñez vincula la disciplina con la búsqueda de justicia y verdad en DD.HH.
El arqueólogo y Premio Nacional de Historia, Dr. Lautaro Núñez, dictó una conferencia como parte de la inauguración del año académico de la Escuela de Antropología en la que enlazó experiencias de su histórico trabajo sobre los antiguos habitantes del norte del país y la investigación en DDHH asociada. En la ponencia titulada “Hacia una arqueología del pasado y presente: Una mirada desde el Desierto de Atacama”, lo acompañó el profesor José Bengoa, quien abrió la sesión y coincidió con Núñez en la relevancia de formular las preguntas urgentes y actuales de problemáticas de reconocimiento y valoración del patrimonio heredadas desde hace décadas.
El profesor Núñez es un ejemplo de cómo la antropología es una disciplina influyente y fundamental para reconstruir la cultura y la historia desde la metodología. En 1960, luego del terremoto de Valdivia, el arqueólogo fue el perito encargado de explicar cómo opera la cosmovisión mapuche que sacrificó un niño para calmar las fuerzas sobrenaturales en las cercanías del Lago Budi.
Acerca del tema de la charla, Lautaro Núñez fue enfático en señalar que la riqueza cultural de los pueblos que habitaron el inhóspito desierto del norte de Chile, tiene más de 10 mil años de historia previa a la llegada de los conquistadores. Al respecto, una gran cantidad de huellas culturales hablan de avanzadas prácticas técnicas y ceremoniales (muchas de ellas aún sin descifrar) de poblaciones nómades y asentamientos milenarios. “Restos como cuerpos momificados, herramientas de caza y las evidencias de la domesticación de animales previas a las la cultura egipcia indican también que podían domesticar el desierto, las alturas o el borde costero con técnicas que perviven hasta el dia de hoy por parte de estos grandes conocedores de su territorio”, añade el autor de “Cultura y conflicto en los oasis de San Pedro de Atacama”
La aparición de puntas de flecha de cristal exquisitamente trabajadas, la popular balsa de lobo marino, la cacería de la albacora o el cachalote son parte de esa supuesta prehistoria que desafió al territorio más agreste del planeta. “Incluso lo que conocemos como El camino del Inca es previo a la llegada de los Incas a la zona”, explica el profesor invitado.
Antropología y Derechos Humanos
El profesor José Bengoa también participó del tema y manifestó, al igual que Núñez, que miradas eurocentristas y populares han ponderado a la baja el aporte cultural de estos pueblos. “Me gusta pensar en un cazador ordenado, preparado, perfecto como esas puntas de flecha de cristal. Hombres que por entonces hacían las mismas cosas que los hombres de hoy: usar piercings, grafitear en las paredes y aspirar sustancias en sus tabletas para darse la energía necesaria para resistir un terreno agreste”, señala.
La directora de la Escuela de Antropología, Marinka Núñez, dedicó la conferencia especialmente a los estudiantes a quienes reiteró lo fundamental de ejercer este conocimiento sin perder el vínculo con el pasado.
Esta búsqueda del legado se cruza con el legendario trabajo de Lautaro Núñez como experto investigador de causas de DD.HH. como la naturaleza de la “Operación Retiro de Televisores” en el que los cadáveres de prisioneros políticos de la dictadura militar de Pinochet, que fueron sepultados en fosas clandestinas de Calama, fueron removidos para ser arrojados al mar. “Hoy más que nunca una sociedad –ya conflictuada- debe descubrir lo cerca que estamos de la destrucción de este desierto y sus manifestaciones culturales que tardaron 13 mil años en ser lo que son. Ese es el trabajo de una ética de la ciencia: preguntarse todo el tiempo el porqué hacemos esto”, invitó ante la sostenida destrucción del material arqueológico.
Para el Premio Nacional de Historia 2002, el antropólogo está llamado a rescatar el presente sin alejarse demasiado del pasado. “En ese sentido, las huellas de un basural preincaico es tan importante para nosotros como uno más reciente y hay que mantener ese sentido que nos sorprende siempre y tener muy claro que las obras humanas enterradas no son meras antigüedades, sino obras del espíritu”, explica.
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