En nombre de la infancia: una pedagogía a la escucha de las niñas y niños
Por docentes de la Escuela de Pedagogía en Educación Básica UAHC
Nuestro país se caracteriza por vergonzosos niveles de desigualdad y exclusión. Este escenario sociopolítico, que durante décadas fue normalizado socialmente por los y las adultos/as, hoy ya no resiste más. Son demasiadas las violencias, las negaciones, las muertes como para detenernos. Es inevitable que el grito truncado de un pueblo hoy se transforme en acciones y movimientos sociales que exigen un cambio profundo y digno.
No solo somos las y los adultos quienes estamos llamados a comunicar nuestras ideas, experiencias y sueños, también son los niños y niñas de nuestro país. Todas nuestras voces son parte de un mensaje sólido que debe ser escuchado y canalizado por la sociedad en su conjunto (a través de sus grupos organizados y representativos de su diversidad) de forma tal, que se logren las transformaciones políticas, sociales y económicas que nos permitan vivir con dignidad, igualdad y libertad para todos/as, sobre todo a aquellos/as ciudadanos/as que tienen menos, que han sido invisibilizados históricamente como son las infancias y juventudes. Quienes tenemos un compromiso y labor fundamental en este proceso de cambio somos los y las pedagogos/as; nos debemos a ellos y ellas de manera especial, pues nuestro trabajo es con y para la infancia. Ese es nuestro punto de inicio para posicionarnos como Escuela de Pedagogía en Educación Básica y responsables de la formación del profesorado que acompaña a la infancia de nuestro país.
Lo que hoy vivimos como sociedad es evidentemente complejo, no obstante, para un niño o niña lo es mucho más. No olvidemos que nuestra clase política, a través de sus instituciones, normalizó el silencio junto con la posibilidad de reflexión y expresión que las infancias y juventudes tienen por naturaleza y necesitan para desarrollarse y crecer. ¿Qué sienten nuestros/as niños y niñas, nuestra juventud luego de ver una sociedad que se rebela de tanta injusticia? ¿Qué piensan los niños y niñas luego de vivir, escuchar y sentir como la violencia del Estado entró a sus hogares, a sus vidas y esperanzas? ¿Cómo explicar, analizar, expresar lo que ha sucedido estas últimas semanas en Chile? Clave resulta el relato libre de las experiencias y sentires de nuestros hijos/as, estudiantes o generaciones jóvenes. Aunque no estemos de acuerdo, aunque nos resulte difícil, aunque se nos haga complejo entender, hoy ya no es tiempo de escuchar solo a quienes nos declaramos adultos/as. Hoy es tiempo de escucharnos entre todos/as. Nuestra infancia desvalida, violentada, menospreciada nos necesita y nuestra principal responsabilidad es generar las condiciones para aquellos/as que hemos silenciado y olvidado durante siglos.
Como hombres y mujeres de la educación no podemos desentendernos de las heridas que la infancia está acumulando en estos días. Son heridas sociales e históricas que estamos generando no solo a nivel superficial, sino más preocupantemente en las capas profundas y cercanas a su esencia como seres humanos. Declaramos como principal responsable de este daño al Presidente de la República, Sebastián Piñera. Él es quien ha escrito en sus historias infantiles la experiencia de ser privados/as de muchos de sus derechos, los ha expuesto al peligro poniendo a policías y militares desenfrenadamente armados y violentos en las calles y parques donde acostumbran a jugar, y lo más grave es que ha marcado con sangre su niñez, pues, el INDH ya ha constatado más de 300 niños, niñas y adolescentes detenidos, muchos de ellos sometidos a torturas y vejámenes. El Estado, a través de este gobierno, ha puesto en sus infancias la guerra no solo como palabra sino como experiencia de vida, distorsionando la realidad de un movimiento social y causando incertidumbre entre los niños y niñas. ¿Cómo les explicamos que esto no es una guerra? La Ministra de Educación, Marcela Cubillos, ha dejado en evidencia la insensibilidad que hay frente a la niñez por parte del gobierno y, más aún, la imposibilidad de hacerse cargo de esta macabra distorsión neoliberal. No podemos dejar a nuestros niños y niñas en manos de esta clase política inoperante, maltratadora y carente de ética y empatía social.
No eludiremos la existencia de esas heridas que ya están, aunque no sean evidentes todavía. Muchos pensarán que “los niños y niñas no se dan cuenta de lo que está pasando”, pero, primero, eso no es real, pues, las niñas y niños tienen saberes incluso más lúcidos que muchos adultos en situaciones complejas; y segundo, nosotros como, adultos comprometidos con su educación y responsables del presente y futuro de esta infancia, tenemos claridad y conciencia de lo que este momento significa e impacta en nuestra historia, eso define nuestro camino de acción. Desde hoy comenzamos nuestra tarea de acompañarlas/os a sanar esas heridas y traumas emocionales, corporales y sociales. Nuestro lugar como pedagogas/os es relevar la presencia de niñas, niños y jóvenes en la discusión y el proceso de reconstrucción que tenemos en el horizonte. Sabemos reconocer la potencia de su palabra, siempre la hemos sabido escuchar; hoy la reivindicamos y pedimos silencio y atención para que la ciudadanía escuche su sentir, pensar y hacer como sujetos de derecho.
Es tiempo de infancias y juventudes, de pasiones y creación. Es tiempo de dar paso a que ellos/as exijan el Derecho a Vivir en Paz. Qué mejor enseñanza para nuestras infancias y juventudes que empoderarlos/as de este proceso, a través de una pedagogía que ponga en el centro su vida e intereses para la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Un camino donde los/as adultas escucharemos a la infancia y juventud para que con, en y para ellos/as logremos construir un manifiesto que rescate su alegre canto, genuinas sonrisas, ágil movimiento y certera honestidad. Seremos, como pedagogos/as, custodios de una infancia que no podrán excluir.
Por Escuela de Pedagogía en Educación Básica UAHC
Facultad de Pedagogía