En Recuerdo de Vaclav Havel

En Recuerdo de Vaclav Havel

La muerte de Vaclav Havel, ícono de la lucha por la libertad y líder de la Revolución de Terciopelo que llevó a la democracia en Checoslovaquia, remece hoy al mundo. Para esta universidad resulta imprescindible recordarlo y resaltar su legado.

Y son las palabras de su traductora al español, Monika Zgustova, las que sintetizan esta necesidad. “Havel nos lega valores que son universales”, ha dicho: “se trata del individuo enfrentado al poder y cómo éste moldea las conciencias”.

“El disidente con alma de poeta que no quería ser presidente”, tituló Radio Praga la crónica en su recuerdo. Su amigo, el escritor Milan Kundera le honró años atrás diciendo que la obra más importante de Vaclav Havel era su propia vida.

Havel, ya era un dramaturgo renombrado en 1968, el año de la Primavera de Praga. Tras la invasión soviética su obra -crítica a los stalinistas de vieja guardia- fue prohibida en su país natal y surgió su teatro subterráneo, con piezas de un acto presentadas en casas particulares.

Años después -convertido en el disidente más famoso de Checoslovaquia- ayudó a fundar el movimiento para el cambio democrático y fue el principal vocero de la Carta 77, un vibrante alegato político en favor de los derechos humanos.

Radio Praga recuerda que fue encarcelado por el delito de “actividad antiestatal” y se le mantuvo bajo vigilancia una vez fuera de prisión. Sin embargo, a fines de 1989, discutió el futuro de la nación con los mismos que lo habían enviado a la cárcel.

Dieciocho días de manifestaciones pacíficas y huelgas configuraron la Revolución de Terciopelo, cayó el gobierno comunista sin que se derramase una gota de sangre y Havel asumió como Jefe de Estado.

Fue el primer presidente de la Checoslovaquia postcomunista (1989-1992) y luego de la República Checa (1993-2003), encabezó la democratización de su país, su ingreso en la OTAN (1999) y los preparativos para adherirse a la Unión Europea en 2004.

Tras finalizar su mandato en febrero de 2003, se dedicó a apoyar a los activistas por los derechos humanos en todo el mundo.

Y volvió a escribir. Publicó la obra “A punto de partir”, que se estrenó en 2008 y se adaptó al cine en 2011, lo que significó el debut de Havel como director a los 74 años y a solo meses de su muerte.

“Nunca quise ser un escritor político”, había dicho. “Creo que los buenos escritores y el buen arte y, en particular, el buen teatro, siempre son políticos, pero no porque los escritores y los directores quieran ser políticos sino porque es algo inherente a la esencia del teatro”.

El Diario La Repubblica de Roma publicó tras su partida: “Es difícil decir si son muchos o pocos los europeos que sienten el vacío que deja la muerte de Vaclav Havel. Está claro que la Europa laica y liberal ha perdido a una personalidad que fue un punto de referencia constante durante los últimos veinte años. De hecho, a Havel no le quedó más remedio que personificar a un nuevo modelo de hombre de Estado. (…) Fue el único que resaltó una y otra vez en sus discursos la relación entre la moral y la política y entre la política y la verdad, y no sólo como la expresión de deseos de un intelectual de largo aliento, sino más bien como un vínculo que se podría y se debería establecer en todos los países civilizados.”