Game of Trump (o la larga noche de la educación pública en Chile)
Columna publicada originalmente el 12 de junio en Elquintopoder
Desde que asumiera como presidente de los EE.UU. Donald Trump ha recibido todo tipo de apelativos. La prensa no ha dudado en llamarlo deslenguado, rupturista o extravagante. Otros, han preferido denunciar el machismo, la xenofobia y el marcado tono belicista de su política exterior. En su propio país ha sido tratado de populista y mentiroso; incluso la palabra “traición” ha rondado cual fantasma los salones de la Casa Blanca, lugar desde donde el magnate pretende cumplir con el slogan que propuso en su campaña: “Make America Great Again”. ¿Y cómo se hace grande una nación si no es a través del mejoramiento de su sistema educativo? Pues bien, necesitamos saber cuál es la política educativa propuesta por la derecha conservadora y republicana liderada por Trump.
Solo hace unos días la Secretaria de Estado Betsy DeVos titular del Departamento de Educación de EE.UU. se presentó ante el Congreso de ese país con el propósito de defender la reforma educativa de Trump. ¿De qué trata esta reforma?
En primer lugar el gobierno propone extender el principio de “elección de la escuela” o, dicho en su lenguaje, dar a los padres la opción (el derecho) de elegir dónde estudian sus hijos. Según el influyente medio The Washington Post la voluntad del gobierno es derivar en 2018 más de mil millones de dólares (de recursos públicos) a escuelas privadas de modo que estas puedan convertirse en una opción frente a las escuelas públicas. Para DeVos, Trump y tantos otros neoliberales la educación pública se ha convertido en una suerte de “monopolio” y en un “callejón sin salida” especialmente para las familias de sectores pobres.
En segundo lugar, la reforma de Trump incluye un trato privilegiado a las charter schools (una suerte de escuelas subvencionadas), masificación del sistema de vouchers, becas y créditos escolares. O sea, se propone subsidiar a la demanda: al “cliente”, para ser más claro. Por último, tras estas reformas prevalece fuertemente la idea de considerar a las escuelas públicas como empresas, por lo tanto deben estar sujetas a la competencia de otras instituciones educativas y deben cerrarse si no funcionan. Todo esto se ha llamado accountability educacional y pretende responsabilizar (premiar y castigar) a las escuelas por sus resultados. En su visita al Congreso Betsy DeVos también defendió el lucro con fondos públicos, al mismo tiempo se mostró reticente a combatir frontalmente la discriminación en aquellos colegios privados que recibirán fondos estatales.
En resumidas cuentas estas son las reglas del juego de Trump: hacer del sistema educativo un mercado, terminar con lo que ellos llaman el “monopolio de las escuelas públicas”, extendiendo su modelo de negocios y la filosofía del lucro al mundo de la escuela. Pensemos que aún el 80% de la matrícula escolar norteamericana está concentrada en el sector público, en Chile menos del 50%. El cierre de escuelas públicas en Chile ha tenido un incremento dramático en las últimas dos décadas, mientras que para los norteamericanos esto es solo una amenaza. En Chile Donald Trump ha llenado páginas y copado pantalla por el lanzamiento de la “madre de todas las bombas” –la GBU-43/B – sobre Afganistán o por su reciente retiro del Acuerdo de París, pero nadie ha dicho una sola palabra por su amenazante política educacional. Claro, la razón es simple, en Chile ya sabemos jugar este juego.
El sentido común indicaría que nadie quiere ser Donald Trump en Chile. El Presidente de la principal potencia del mundo pareciera haberse convertido en la más genuina caricatura global de la sinrazón. Pero ¿quiénes defienden en Chile las mismas “reglas del juego” que promueve el magnate originario de Nueva York? No es difícil saberlo. Habitualmente se esconden tras la defensa ideológica de la “libertad de enseñanza”, han manipulado con habilidad el discurso de la “calidad” de la educación, o se esfuerzan por seducir con su catequesis del estándar, el liderazgo y la gestión escolar. Lo único cierto es que –sin Trump – entre 1980 y 2015 Chile ya pulverizó su sistema de educación pública, enajenó el derecho a la educación a manos de privados y se apropió de un discurso cobarde que culpabiliza al profesorado por la “ineficacia” de la escuela. Por desgracia el “juego”, para nosotros, aun no termina.
(*) Fabián González C. es decano de la Facultad de Pedagogía de la Universidad academia de Humanismo Cristiano. Profesor de Historia y Geografía, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Magíster en Historia y Ciencias Sociales.