Investigadora de “Infancia en dictadura”_Patricia Castillo releva valor de la memoria infantil: “Los niños son una clase social en sí misma”
La doctora en psicología clínica Patricia Castillo, docente responsable de la investigación “Infancia en Dictadura” entregó más detalles sobre los artefactos reunidos por el proyecto Fondecyt “Niñez en dictadura (1973-1989): Tácticas de resistencia en la niñez”. Una retrospectiva recreada a partir del discurso infantil en cartas, dibujos y diarios de vida entre otras piezas obtenidas de los niños que vivieron la dictadura.
Durante la conferencia organizada en el marco del encuentro “Investigaciones sobre lo social”, la autora cuenta que el atesorar estos escritos también es una relevante forma de resistencia si se considera que a los niños de los 70 y los 80 se les decía que no se podían conservar este tipo de “colecciones”.
“Los adultos suelen creer que los hijos son una proyección narcisista de sus propias percepciones. Entonces es el mundo adulto el que instala este espacio-burbuja donde fue posible sostener estas vivencias biográficas de un Estado tomando la violencia como un discurso. En ese contexto los niños pasaron de una niñez a una niñez protagónica por eso este trabajo busca recrear un relato y dar respuesta a esos hijos que escucharon toda su vida que no se debía hablar de aquello. Es momento de restituirles su rol en el pasado, pero desde el discurso del hoy”, sostiene Castillo.
Las recuperaciones de la psicóloga abarcan piezas de lo cotidiano que reproducen microhistorias desde una producción simbólica infantil y un relato retrospectivo que convierte diarios de vida, hojas ilustradas y otros recursos –otrora un objeto de una serie- en algo sacralizado y fuera de serie como otros relatos inolvidables de la época como los documentales “Cien niños esperando un tren” o “Piececitos de niño”.
Más tarde, esas cartas y postales se apoderaron del lenguaje político con referencias como “Hasta la victoria siempre” o convirtiendo dibujos de trinchera y exilio en tarjetas de navidad que demuestra que los niños son hábiles lectores de un contexto incluso replicando o decodificando lo que el otro piensa.
-¿Qué ventajas te dio no ser historiadora para llevar a cabo esta curatoría?
-En primer lugar, no ser historiadora me permite ser juzgada en el mundo académico con mayor flexibilidad, saltarme las corrientes teóricas y hacer una interpretación sobre los relatos que reconstruyo con un fondo psicoanalítico. Me da mucha libertad para sugerir otras miradas e interpretaciones. En el fondo me interesa cómo nos hacemos cargo de lenguajes que se atrevan a hacer una lectura. La historia en general se posiciona en territorios políticos que escapan a lo descriptivo y su pretensión de objetividad le quita la posibilidad de que eso encuentre un eco en el espacio que más importa: el de las personas.
-Has dicho más de una vez que piensas que los niños son una clase social en sí misma. ¿Puedes referirte a esas complejidades y su aporte a la riqueza de “Infancia y dictadura”?
-Si consideramos que lo que define a una clase social es compartir ciertas condiciones materiales de exigencia, la característica de “sin poder” de los niños, de estar sometidos a una estructura familiar y las múltiples subordinaciones de género, clase, étnicas, Etc. los emparenta pues todas estas cuestiones se superponen junto a la de “ser niños”. Permiten definir un grupo humano que tiene intereses comunes en términos de no de conquistar el poder o cambiar las condiciones, sino reconocerse en sus distintas dificultades de enfrentar el mundo adulto.