José Miguel Varas, un escritor vivo
Ha fallecido José Miguel Varas, Premio Nacional de Literatura, 2006. Pero, está vivo este narrador, hombre de sucintas palabras, un tanto parco, un tanto tímido. Existen hombres y mujeres que hablan poco en sus días y escriben mucho, personas cuyas palabras suceden en las ideas que inscriben, en las páginas que acumulan, en las historias que inventan y publican. Así fue José Miguel Varas, un hombre de conversación reducida y de extensa escritura.
Estuvo feliz al recibir el Premio Nacional y un tanto anonadado. Dijo en su recepción: “Este premio representa una gran responsabilidad para mí, pues antes lo habían recibido grandes escritores como Pablo Neruda y Gabriela Mistral, y al recordar esos nombres yo me siento como un enano por mi trabajo literario”. Es verdad, un galardón de esa naturaleza conmueve , espolea y estremece, porque a todo escritor serio y comprometido, le resuena algo así como el vínculo inexorable entre arte y responsabilidad; responsabilidad con los tiempos que vive, que vivió; responsabilidad estética -ante todo- también.
Hombre de pocas palabras fue José Miguel Varas. Escritor de muchas palabras fue José Miguel Varas, quien con excelencia le infirió a su narrativa un elemento un tanto escaso en nuestras literaturas: el humor.
Nació en Santiago el 12 de marzo de 1928, en un tiempo en que Chile era otro Chile. En su calidad de periodista y escritor, su obra fue amplia y polifacética. No desestimó género literario alguno y con agudeza armó los naturales diálogos y puentes entre el periodismo y la literatura. También fue un hombre de radio. Su voz particular y ronca trazó una enmarañada coordenada: desde aquél nevado Moscú, este hombre castigado por el ostracismo, expandió su activismo político y su compromiso con los derechos humanos hacia todos las esquinas del mundo, en el programa radial “ Escucha Chile”. En los hogares de aquél Chile tenebroso, a oscuras, y con un mínimo de volumen, se sintonizaba el programa y, clandestinamente, los chilenos escuchaban la voz del escritor, quien auguraba un mejor destino para la patria.
En 1990 retorna el periodista y escritor a su tierra. Vuelve inmenso, atiborrado de historias, de personajes. De ahí en adelante, su obra literaria se torna más prolífica que nunca. Entre sus libros destacamos algunos :“Las pantuflas de Stalin”, crónicas (1990), “Neruda y el huevo de Damocles” (1992), “El correo de Bagdad”, novela (1994), “La novela de Galvarino y Elena”, biografía novelada (1995), “Exclusivo”, cuentos (1996), “Cuentos de ciudad” (1997), “Nerudario”, crónicas (1999), “Cuentos completos” (2001), “Neruda clandestino”, crónica (2003), “Los sueños del pintor”, novela (2005).
Este escritor está vivo, pues su obra seguirá escribiéndose en la medida que lo sigamos leyendo y publicando. Vendrán otros lectores a leer sus páginas, vendrán otros tiempos, otras ediciones. Se reescribirán sus párrafos, se reescribirán sus historias, porque la escritura y la lectura constituyen un único movimiento, una relación irreductible donde el autor reaparece y se reconstituye para saber una vez más de la vida.