La Cultura, como un Derecho Social

La Cultura, como un Derecho Social

Por Patricio Olavarria*

Como ya sabemos, hoy la Ministra de Cultura, Claudia Barattini, tiene que hacerse cargo de un problema que viene en la agenda legislativa chilena hace muchos años, y que tiene que ver con la eterna discusión en torno a la creación de un Ministerio de Cultura, que hoy debe pasar por el cedazo de la consulta indígena de acuerdo al Convenio 169 de la OIT, y luego entrar a la discusión de nuestros ilustres parlamentarios.

Como bien sabemos, el problema de la Institucionalidad es viejo, y toma fuerzas renovadoras con el inicio de la transición democrática. Es más, es durante la administración de Patricio Aylwin cuando se crea el Fondart, y el Fondo del Libro y la Lectura. El Consejo Nacional de la Cultura las Artes, que es lo que entendemos hoy como “La Institucionalidad Cultural” recién viene a ver la luz el año 2003 bajo el gobierno de Ricardo Lagos. Ahí nacen el Fondo de la Música, y el Fondo del Cine respectivamente.

Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente, y hoy los desafíos son muy distintos porque la sociedad chilena ha cambiado en muchos aspectos, y porque entendemos que la cultura, más allá de las críticas personales que se le hacen a la autoridad del momento, es un problema que nos atañe a todos, y que hoy se debe enfrentar como un derecho de inclusión social. Al menos los tiempos que hoy vivimos eso es lo que reclaman.

El desafío de crear un Ministerio de Cultura, va más lejos incluso que los propios gremios artísticos, que siempre están en su derecho a apelar mayor participación, pero que no son los únicos actores, y no pueden arrogarse tampoco la exclusividad como únicos interlocutores válidos en esta discusión. El abanico es grande, y diverso, y hay sectores que merecen tener la mayor atención posible por la envergadura de una tarea que requiere el máximo de colaboración. Porque lo repito majaderamente, la institucionalidad cultural, no es solo un asunto de creadores, ya que involucra a otras áreas del quehacer cultural y social.

Solo por mencionar algunos ámbitos que hoy requieren una atención, me atrevo a decir que urgente, podemos referirnos al patrimonio, y todo lo que implica desde su perspectiva de la conservación, la memoria colectiva, la identidad, y el futuro de una Nación. Sin duda, un asunto que hasta el día de hoy está en manos de una institucionalidad patrimonial muy débil y que no enfrenta el asunto en términos orgánicos y modernos. También hay que hacer una conexión con el turismo responsable, los pueblos originarios, donde obviamente la relación con el Estado es frágil. Los barrios que son el referente ciudadano que se conectan con las experiencias comunitarias y locales, el mundo rural, las regiones que ven un porcentaje de los recursos muchas veces irrisorios. Todos estos, ámbitos en los que no voy a profundizar, pero que por sí solos, representan a sectores hoy mucho más organizados, que han levantado la voz, y han puesto sobre la mesa nuevas propuestas desde la ciudadanía.

Para que hablar de la “televisión cultural” Simplemente, y hay que decirlo, la televisión hoy desde la perspectiva de la cultura es una broma, y frente al nuevo paradigma que enfrenta el país, en términos de cambios sociales, y los nuevos desafíos para los periodistas y comunicadores, es indispensable contar con una señal pública en materia cultural y educativa, de calidad, que no esté bajo el yugo del rating, simplemente, porque en esta materia, no es el rating el que debe dirigir la oferta cultural. Los ciudadanos, saben discriminar, como también saben organizarse y salir a la calle cuando algo no les gusta. Chile merece una televisión cultural de calidad, moderna, con tecnología de punta, que esté a la misma altura de la televisión de países desarrollados, y que nos permita no solo disfrutar de una programación de primera categoría, sino además, recrearse y relacionarse a través de esta como un espacio creativo, que invite a la participación, y nos de experiencias tangibles para mejorar el acceso a los “bienes simbólicos” Sin duda, una televisión cultural es una deuda, pero también una promesa, y eso no lo pueden olvidar las autoridades.

El desafío no es menor. Estamos hablando de la democratización de la cultura como un derecho social, en donde la participación, y el acceso estén en correlato con el desarrollo del país, más allá de las cifras o frías encuestas. El asunto es más cualitativo, se relaciona con la dignidad de las personas y su calidad de vida. Por lo mismo no basta con una concursabilidad pública que ha burocratizado la creación, la ha hecho más elitista, y no tiene una evaluación tangible desde que se creó a principios de los noventa. Nadie le quiere quitar mérito a los fondos concursables, que sin duda hicieron un aporte importante a la escena local, pero los tiempos exigen miradas distintas y debatir más. Algo también dicho pero que no redunda.

Hoy la institucionalidad es una repartición de instituciones, todas respetables que se coordinan con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Es más, se dice que hablar de Institucionalidad en Chile también es sinónimo de este Consejo. “El Sol de la Cultura” como la llama un amigo que hoy trabaja en otra plaza cultural del Estado. Aquella idea tan romántica de mi querido amigo, que nos evoca obviamente al astro rey, al centro de la vía láctea por donde transitan el resto de los planetas y satélites entre otros cuerpos celestes. Yo no pienso igual, me parece una idea pre moderna. Por lo demás, también me hace recordar al Rey Sol, Luis XIV, el prototipo de un monarca absolutista que murió tan fatalmente, y cuya agonía comenzó en un mes de agosto pero hace ya tres siglos.

*Docente Escuela de Periodismo Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Director Casa de la Ciudadanía Montecarmelo.