La Cumbre de Singapur mueve el tablero del sudeste asiático

La Cumbre de Singapur mueve el tablero del sudeste asiático

(*) Por Andrés Angulo

Columna publicada en El Quinto Poder

La reunión sostenida a mediados de junio entre los mandatarios de Corea del Norte, Kim Jong-Un, y de Estados Unidos, Donald Trump, generó expectativas respecto al congelamiento de las relaciones entre dos países, o dos gobernantes, que habían entrado en una espiral de declaraciones y hechos que habían puesto en suspenso la situación política internacional en Asia.

Si bien las diferencias entre Corea del Norte y Estados Unidos se remontan a antes de la Segunda Guerra Mundial y se radicalizan tras la guerra de Corea, desde la llegada de Trump a la Casa Blanca en 2017 el escenario de tensión se fue radicalizando. Son, de hecho, conocidas las declaraciones de “fuego e Ira” contra Pyongyang o del “botón nuclear” sobre los escritorios, las que se fueron sosegando hasta llegar al anuncio de efectuar una cumbre y a su realización efectiva.

Más allá de la curiosidad que generó la reunión y las esperanzas respecto de sus resultados, e independiente de los apretones de manos y las respectivas fotografías para la posteridad, los anuncios de paz y desnuclearización no tienen una agenda concreta ni plazos precisos, por lo que mediáticamente, para occidente, aparece como un triunfo para Estados Unidos. No obstante, quien sí emerge como ganador es Corea del Norte, pues posiciona al régimen de Kim Jong-Un como capaz de alcanzar diálogos de paz y avanzar en las relaciones con Washington y con sus vecinos. Un notorio cambio en su política exterior en los últimos meses.

Por otra parte, los efectos de la cumbre de Singapur también alcanzan las relaciones externas de otras naciones asiáticas. En primer término, para Corea del Sur no dejan de ser positivas las señales de descompresión, en particular aquellas relativas a la tensión nuclear de Washington con Pyongyang, y la suspensión de ejercicios militares conjuntos con Seúl.

Lo anterior, se suma al deshielo experimentado en las relaciones con su vecino del norte desde hace meses, lo que se tradujo en la participación conjunta de ambas naciones en los Juegos Olímpicos de Invierno y luego, a mediados de abril, con la realización de la Cumbre Intercoreana entre Kim Jong Un y Moon Jae-In en la Zona de Seguridad Conjunta (JSA) en la frontera común, lo que se espera lleve a establecer un acuerdo definitivo de paz tras el anuncio de Pyongyang de suspender sus pruebas nucleares y de misiles intercontinentales así como el cierre de su centro de ensayos nucleares.

Para Seúl lo primordial es la paz en la zona y la desnuclearización es un medio para esto. Los pasos que se sigan en tal sentido deberían privilegiar el objetivo central y, hasta el momento, parecieran tomar ese rumbo. En tanto, en Japón las reacciones a la cumbre han sido radicalmente diferentes ya que los objetivos de Tokio, y particularmente del Primer Ministro Shinzo Abe, buscaban garantizar la seguridad del país ante el arsenal coreano y la situación de los ciudadanos japoneses secuestrados por Norcorea en los años 70s y 80s para adiestrarlos como espías. No obstante, ninguno de estos puntos fue abordado en la Cumbre a pesar que Trump se había comprometido con Abe a ello.

La posición del Primer Ministro japonés queda debilitada por cuanto su firmeza frente a Pyongyang y su alineamiento con Washington le había funcionado; mas, tras el acercamiento de estos dos últimos pareciera quedar aislado, por lo que necesariamente deberá optar por ser parte de los acuerdos, ayudar económicamente o incentivar la realización de una cumbre entre Japón y Corea del Norte, lo que pudiese ocurrir en los próximos meses.

Sin embargo, Corea del Norte podría posponer cualquier iniciativa como forma de hacer notar que Tokio mantuvo una postura a favor del aislamiento de Pyongyang y estratégicamente afín a Washington; mas, el tema económico podría influir en el acercamiento.

Por su parte, otro actor relevante en este escenario geopolítico es China, la que ha sabido manejar el tema según sus intereses. El viaje de Kim Jong-un, a fines de marzo a Beijing, previo a las reuniones con sus pares surcoreano y estadounidense, no solo representó una visita a su antiguo amigo, sino una forma de mantener las buenas relaciones con China y establecer las necesarias confianzas con quien comparte una historia.

No obstante, para el régimen de Xi Jinping la situación de Pyongyang le permite ser un actor relevante en el escenario. Kim Jong-un realizó un viaje a Beijing antes de la cumbre con Trump y hace pocos días volvió a repetir el periplo, tal vez con intenciones de informar el resultado o buscar asesoramiento para lo que se aproxime.

Pero, más allá de este elemento puntual a nivel diplomático-político, la influencia China pareciera no ser menor. La mano de Xi Jinping habría estado tras la decisión de Washington y Seúl de interrumpir sus ejercicios militares conjuntos, ya que Beijing habría planteado hace un tiempo la posibilidad que Corea del Norte suspendiera su programa nuclear a cambio de diferir los ejercicios militares.

China así emerge como un actor relevante, y para algunos como el verdadero ganador de la Cumbre de Singapur, ya que ha señalado en variadas ocasiones temas como la desnuclearización de la península de Corea en base a procesos de paz simultáneos -lo que incluye, obviamente, a Washington- o el tema de un posible levantamiento de las sanciones económicas.

En este tablero de ajedrez geopolítico aún pueden ocurrir varias jugadas, como que ante el no desarme en la península Japón se militarice por razones defensivas lo que no es conveniente para China, por lo que las piezas pueden seguir dando sorpresas o, generando estrategias.

(*) Docente Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Universidad Academia de Humanismo Cristiano