La Geopolítica de Chile v/s la de China: ¿Cooperación o Hegemonía?
(*) Por José Orellana Yáñez y Sebastián Sánchez González
En debate sostenido en clases referidas a la situación de EEUU y su proceso electoral junto a sus implicancias hacia el mundo y Chile en particular, estudiantes, en específico uno, con asertiva reflexión analítica, instala la necesidad de ponderar adecuadamente el análisis que se realizaba, ya que mientras el mundo estaba preocupado, y con razón, en la elección estadounidense, China se asomaba con determinante decisión a las aguas internacionales globales en el Pacífico Sur, cercanas a las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva de Chile y de Sudamérica en general, con una flota de cerca de 200 buques mercantes extractivos de recursos ictiológicos.
Interesa indicar, que no es la primera vez que ocurre una situación de esta naturaleza, como tampoco es la primera vez que los análisis provenientes desde las relaciones internacionales, la ciencia política, la economía, la geografía política y la geopolítica, entre otras disciplinas, anuncian el “tsunami chino” en las economías del mundo, haciendo de la Ruta de la Seda, ya reconocida en los tiempos del célebre Marcopolo (y mucho antes), su eje de acción actual en una región que involucra Asia, Europa y África. En la región latinoamericana, la presencia China toma ribetes geopolíticos significativos a partir de los 2000, por medio de inversiones en infraestructura terrestre y marítima, involucrando intercambios comerciales, además de una proyección cultural o geocultural que combina el hard power y el soft power[1] en una estrategia inteligente a escala global, la que se ha potenciado en esta coyuntura de pandemia, donde lejos de afectarle negativamente, se ha validado de forma positiva su despliegue a propósito de cooperación e investigación contra el nuevo Coronavirus[2].
Las proyecciones de la nueva Ruta de la Seda, llegaron también a América del Norte, siendo el iracundo Donald Trump el más estridente ‘avisador’ del hecho, inaugurando una de las más polémicas relaciones globales con el gigante asiático (nueva Guerra Fría – Guerra Comercial), ya que junto con la resistencia a la inserción de la conectividad 5G, que puede gestionar China mundialmente por medio de sus empresas o industrias del sector de la conectividad global, como también, la negativa a continuar con la aplicación Tik Tok en suelo estadounidense (en las condiciones conocidas), se sumaron a sus reclamos, las dificultades que sostuvo con la empresa Huawei. Lo anterior, más otros antecedentes, es con razón, una disputa comercial que tiene globalmente con China, evidenciándose en inconducentes las resistencias, ya que el tsunami chino termina siendo difícil de contrarrestar.
Hace mucho tiempo que el influjo chino sobre Latinoamérica viene siendo, no sólo evidente, sino que hasta agresivo en algunos sectores de la economía latinoamericana. Lo que responde a la nueva imagen del assertiveness Chino. El reposicionamiento chino trae consigo una política exterior que tensiona la cooperación y la amenaza y la conjuga en una estrategia hegemoni-perativa como señala Rodrigo Álvarez (2017)[3].
El caso chileno, según reportajes e investigaciones realizadas, tiene varios sectores de la economía comprometidos, haciendo hoy por hoy al campo energético-eléctrico uno de los más complejos, dado el porcentaje de inversión en el sector. Pero en general, el aterrizaje en Latinoamérica convive, o debe convivir, además, con el último acuerdo que logró China en el continente asiático con 14 países con proyección hacia el Océano Pacífico implicando 2.200 millones de personas y cerca de 1/3 de la economía global. Esto implica una oportunidad de intercambio que hegemoniza la presencia china, no estando por el momento ni EEUU ni tampoco India en este acuerdo de libre comercio, el cual coincide con el interés del imaginario sudamericano de hace varias décadas, esto es, proyectarse en intercambio de bienes y servicios por medio del comercio internacional hacia la región (cuestión, además, corroborado en la balanza comercial Sudamericana).
Pero, junto con lo anterior, no es ningún misterio cómo China ha profundizado en resolver, a su favor, y cómo no, una serie de pendientes fronterizos marítimos entre varios Estados de la región, que igualmente se encuentran involucrados en el tratado de libre comercio ya consignado (La Asociación Económica Regional Integral o RCEP)[4]. Agregándose, además un fortalecimiento militarizado en la región, a propósito de una serie de intervenciones concretas que ha realizado, desde una pista de aterrizajes hasta puestos de vigilancia en islas o cayos propios de esa territorialidad marítima del Sudeste Asiático. Por supuesto, esta acción comporta una tensión en el influjo que EE UU viene desplegando por más de 70 años, asegurando que las vías marítimas se encuentren libres para cerca de un 30% del comercio global.
Son tantos los signos, “tsunámicos” del influjo chino, que la ‘inserción-declaración’ realizada en un medio periodístico electrónico nacional, deja ver cuáles son los códigos geopolíticos de su política exterior (nacional), los cuales devienen en ordenes geopolíticos (globales), cuando plantea un “Nuevo Paradigma de Desarrollo” basado en tres líneas, esto es: a.- expandiendo su demanda interna; b.- promoviendo la innovación científica y tecnológica y c.- continuando en la profundización de las reformas, permitiéndole al mundo una mejor comprensión de cómo China avanzará en esta importante estrategia. En específico, plantea los ejes globales como: “a.- China aprovechará mejor el potencial de nuestro mercado, ofreciendo mayores oportunidades al resto del mundo. b.- China abrirá más puertas para compartir las oportunidades con otros países del mundo. c.- China profundizará la cooperación con el resto del mundo en pro de beneficios mutuos y ganancias compartidas”[5].
Con los antecedentes expuestos, el sistema político nacional ha reaccionado por medio de sendas declaraciones de algunos actores políticos señalando la importancia del fenómeno en términos de oportunidades y también de amenazas, sin perjuicio de las inversiones ya realizadas y comentadas más arriba. También, desde lo geopolítico nacional se ha avanzado en la formalización estatal de las pretensiones que se tienen sobre la Plataforma Continental Extendida (sobre todo en Rapa Nui) y el Continente Helado, hecho que junto con encontrar en Argentina una evidente potencial tensión diplomática, desde una perspectiva estratégica global nacional, es una señal mundial, haciendo del derecho Internacional, su escudo de protección, evidenciando, además, la necesidad de integración entre los países periféricos del Conosur, Sudamérica y Latinoamérica en general.
En este razonamiento, teniendo como contexto el Momento Constituyente Nacional, el que se deviene intenso gracias a una Geografía de la Multitud llena en deliberación (cabildeos territoriales) y movilización (manifestaciones barriales y nacionales), más un ciclo electoral sobre todo Congresal y Presidencial (con eventuales elecciones de primarias, ambos), es que se instala la necesidad de empujar un Modelo de Desarrollo ad hoc al contexto internacional transicional en el que se encuentra el sistema internacional, donde la disputa china con los otros poderes globales, se manifiestan cotidianamente.
Por lo tanto, la Nueva Constitución que emerja del Nuevo Chile, y que redunde en una nueva República, deberá proyectar una comprensión de sí mismo abierta al mundo, consciente de sus potencialidades, anclada siempre a la dignidad de la persona humana y la necesidad de hacer carne los enfoques de integración latinoamericana, en cuanto y tanto, toda la región, como ayer (desde que se colonizó), estará en el centro de las preocupaciones de los poderes globales y sus disputas, a propósito de sus mercados, como también de sus escasos recursos naturales (importantes relativamente, en mirada comparada global). Lo anterior, no es retórica, es geopolítica de Chile, es geopolítica latinoamericana y también geopolítica del conocimiento, la que debe estar muy atenta a los movimientos geopolíticos del gigante asiático como nueva potencia mundial con pretensiones hegemónicas.
[1] Ver más en https://www.elquintopoder.cl/internacional/la-perdida-de-soft-power-estadounidense-en-el-contexto-de-la-pandemia/
[2] Ver más en https://www.elquintopoder.cl/internacional/geopolitica-coronavirus-y-chile-constituyente/
[3] Véase: La Estrategia Comunicacional de China hacia América del Sur. Santiago: Ediciones Universidad Finis Terrae.
[4] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52429581
[5] http://proyectosespeciales.emol.com/radio-china-2/index.html
(*) José Orellana. Geógrafo. dr. en Estudios Americanos con Especialidad en Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile (USACH). Profesor de la Escuela de Ciencia Política y UAHC. Sebastián Sánchez. Historiador. dr. © en Estudios Americanos con Especialidad en Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile (USACH). Máster en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid.