Estas últimas semanas de verano han estado marcadas por la prepotencia como rasgo característico en la viralización de algunos videos por las redes sociales, en los cuales se evidencian distintas situaciones conflictivas que están bajo la clave de demostrar la verticalidad existente entre las y los sujetos. Ahora bien, la actitud de Matías Pérez Cruz, presidente de la empresa Gasco, ¿nos parece algo nuevo?, aquella actitud de patrón de fundo, ¿nos sorprende?, que incluso tal altercado salpique al presidente Sebastián Piñera, pues él a diferencia de gran parte del resto de las y los chilenos cuenta con una concesión de 800m2 de playa. En la élite, al parecer, las prácticas de siglos antecesores siguen presentes, en las que unos pocos son dueños del país.
Tales actitudes, junto con las reacciones ante la inmigración, sacan a flote lo peor del chileno y la chilena. Basta recordar lo sucedido con Cedul Termesier, haitiano y trabajador de Copec agredido por no lograr satisfacer las necesidades de un usuario, el cual termina tirándole un completo en su cara, pues en aquellos empleos más precarizados sujetos como Cristian Rosselot pueden hacer de las suyas. Aquellos que, con un mínimo de poder y estatus, como lo es su calidad de abogado, pueden pasar por encima de cualquiera, y digo pueden porque tales videos solo ponen sobre la mesa una realidad repetitiva de este país. No olvidemos que Martín Larraín, hijo de Carlos Larraín y María Victoria Hurtado Vicuña, termina absuelto después del atropello con resultado de muerte de Hernán Canales. Para que después el ex senador y ex presidente de Renovación Nacional plantee que: “hay que castigar el mal comportamiento de los jóvenes”. Habremos de preguntarnos entonces: ¿qué jóvenes?, pues la cárcel es solo para los sectores más empobrecidos de la sociedad, ¿o no señor Pablo Longueira?… ¿qué opina usted, Señor Juan Emilio Cheyre?…
En esta línea, ¿tanto nos sorprende la prepotencia de un tipo con estudios? si al final del día, al parecer, para eso es la educación en este país, para lograr la ansiada movilidad social. “Estudia para que seas alguien en la vida” nos recalcaban desde pequeños en nuestras casas, y cuando hablo de casas, lo hago para interpelar al lector, para que no se equivoque señor Ministro de Vivienda Cristián Monckeberg, pues en mi caso soy arrendatario. No soy parte del 2.4% con más de una propiedad y algún terrenito en la playa o el campo. Tales frases que nos inculcan desde pequeños, evidencian un menosprecio gigante: “Para que no termines recogiendo la basura, barriendo la calle y andes todo sucio para que puedas llegar con el pan a la casa”, se reiteraba en cada lamento de nuestros padres por el martirio de no poder llegar a fin de mes.
De esta forma, la universidad, para nosotr@s las y los pobres, se presenta como un medio de ascenso social para satisfacer nuestras necesidades de forma individual, ofreciéndonos mejorar nuestra calidad de vida bajo la condición de no mirar para el lado. Así, el modelo se cola por nuestros poros, lo que en palabras del intelectual argentino Néstor Kohan llama la aceptación pasiva, ante la falta de toma de conciencia de tales circunstancias, a través de generalmente la primera propiedad: “el cartón universitario”. ¿Qué nos espera?, si día día se nos bombardean con tales slogans. Eso es la educación en este país o acaso ¿tiene un sentido social de transformación, crítico de las desigualdades estructurales de este país? La gratuidad dirán algun@s, ¿pero aquella reforma significó un cambio en el currículum educativo?, si se continúa promoviendo la panacea del emprendimiento y “el tú puedes”, que más bien sería tú puedes recibir del goteo neoliberal, ser el ejemplo de la población mientras otras y otros aún patean piedras y aquello es por su falta de esfuerzo nos dirán nuevamente.
Pues en los centros de estudio, aquel espacio donde se genera el conocimiento, son lugares anquilosados – ensimismados, que no interrogan su posición de privilegio frente a la sociedad. Espacios académicos preocupados en robustecer el conocimiento de la dominación, que prestan atención a las expresiones neoliberales: índices de pobreza, brutales desigualdades de ingreso, criminalidad con la lupa en las poblaciones periféricas y empobrecidas. Más allá de mirar la matriz, que guarda relación de una sociedad sin garantías, la selva de cemento.
En el fondo la interrogante debería ser ¿qué nos molesta?, pues es que tales acciones sean de aquell@s que siempre han tenido una posición de privilegio en la sociedad, aquell@s que con el mínimo esfuerzo pueden pasarse por la raja a cualquiera, como diría la vecina del pasaje. Pues el desprecio y la existente verticalidad de la sociedad, que se esconde por campañas solidarias como la Teletón donde empresarios, famosas y rostros de televisión, chilenas y chilenos de pie se unen en un solo corazón. La prepotencia y menosprecio de ricos en desmedro de pobres siempre ha existido, por ende, tales eventos solo son una cortina de humo ante la realidad, ahora bien, en una sociedad que promueve la visión aspiracional que se expresa a través de la prepotencia, nos invitan a cuestionar nuestras prácticas.