La tontera de los medios

La tontera de los medios

Resulta escalofriante ver televisión abierta. La mayoría de los chilenos está “condenada” a ver las mismas imágenes en distintos canales, el mismo guanaco desde otra perspectiva, la misma cacerola golpeada, en fin, la condena es básicamente la misma: la imposibilidad de optar a servicios de calidad por falta de dinero, ¿le parece conocido?

Al trato otorgado a los movimientos estudiantiles hay que sumar el que afecta a las universidades sin fines de lucro, que ni siquiera son mencionadas. Las apariciones que han tenido los intelectuales que han escrito y hablado sobre el lucro en estas universidades, así como los diversos economistas que han hablado sobre el abuso de las tasas de interés, han sido esporádicas. Resulta muy paradójico que en estos medios no se les otorgue más cobertura que la mínima, aunque la razón parece ser muy simple: los intelectuales, economistas y las universidades sin fines de lucro no pueden pagar avisaje publicitario en las magnitudes que lo hacen las universidades usureras, si lo hicieran entonces tendrían que cobrar lo mismo que las otras. Los canales de televisión no quieren perder a muy buenos clientes y a medida que avance el año cuando el período de la PSU y de matrículas se acerque, quizás estos mismos medios nos muestren sólo paisajes bucólicos de las universidades de la cota mil.

Lo anterior es más de lo mismo, la discriminación abierta y dolosa en la cual se encuentra el más débil de este país, que al final del día no puede pagar para que le muestren y le analicen ni siquiera lo más evidente que ocurre en su entorno. Sin embargo, el mercado y su panoplia de consumismo privilegian el culto a la imagen en las ofertas plagadas de letra chica que estos mismos medios sólo muestran cuando la tienda o su dueño no paga avisaje.

Con respecto al derecho a estar informado, el consumidor lo debe buscar por sí mismo y cuando se da cuenta que está siendo estafado se convierte en ciudadano, sólo ahí reclama en conjunto. Pero, ¿qué sucedería si hubiese un sistema político con políticos preocupados por la ciudadanía, que tuvieran particular cuidado en no mezclar la política con los negocios?, la ciudadanía los juzgaría como representantes, con una legitimidad incuestionable.

Carabineros heridos, cumpliendo con su deber estoicamente, quizás muchos de ellos endeudados en las carreras de sus hijos (aún cuando ellos saben que quizás ninguno de sus hijos podrá pertenecer a la alta oficialidad, pues los más altos cargos no están predestinados para ellos); bombas lacrimógenas, ruidos y gritos, daño a la propiedad privada, eso es lo que se muestra. Permítanme decirles que el engaño al cual han estado sumidas miles de familias producto de la inoperancia política, producto de la desidia de muchos, el acomodo de pocos, es el problema: si nos hubiésemos acomodado, muchos no estaríamos hablando de distribución y eso no es así.

Algunos se acomodaron por omisión y silenciosamente conspiraron callando y a veces acallando, hoy poco tienen que decir. La mayoría los mira con ojo torvo, con la interrogante: y tú ¿qué hiciste?, ¿cuánta responsabilidad tienes en esto?, ¿por qué no hiciste nada?, y caen en la cuenta que no hicieron nada cuando eran gobierno y no hicieron nada cuando fueron oposición, es decir, empataron a cero. La ciudadanía quiere cambiar los jugadores, no más binominal, no más democracia a medias, no más cuatro paredes. Que venga la democracia sin adjetivos, pero con los mismos valores: libertad, igualdad y justicia, solo así se construye el bien común.

Y la tontera se expresa en el hecho pasmoso de la auto-referencia, pues lo que vemos en TV es un insulto a las tecnologías de información (TIC), muestran y demuestran “al toque” la otra cara de la moneda, estos medios no compiten por avisajes, rostros y grandes tiendas, compiten por ser los primeros en estar ahí, y ¡pucha que han estado!

Los medios por los cuales se organizan los jóvenes no son los canales de televisión abierta, que mientras tengan que ser autofinanciados, omitirán, cometerán errores y finalmente siempre serán catalogados como tibios, no se salvarán, de ser considerados serviles al modelo (y, por lo tanto, a unos pocos).

*Docente de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internaciones de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

Columna publicada en El Ciudadano (2/09)  Vea Aquí