La Trampa
(*) Por Patricio Escobar
Conocido el comportamiento de la actividad económica para el mes de marzo pasado, un suspiro de alivio pareció escucharse en Teatinos 120. Desaparecía, por ahora, el peligro de una recesión. Como hemos señalado en otras oportunidades, esta es una discusión bastante inútil en términos prácticos, puesto que el bienestar de las personas no se verá alterado por la variación de la actividad o incluso por la variación del desempleo que entrega el INE. Sin embargo, cabe de todas formas acercarse al tema, dado que la mayor parte de los agentes que ayudan a formar opinión tienen a estas variables como la principal brújula a la hora de pronosticar los derroteros que seguirá nuestra economía.
En el léxico de la economía, se asume que una recesión ocurre cuando se producen dos trimestres consecutivos de variación negativa anual del PIB. Como el PIB se mide trimestralmente, el IMACEC, que mide la actividad mensual se toma como un buen predictor de la medición desfasada del PIB. El caso es que el dato de marzo pasado, que se esperaba negativo nuevamente, no lo fue. Presentando una modesta variación de 0,2% ha provocado casi una media sonrisa de alivio.
Otro antecedente en la misma dirección se encuentra en el mercado inmobiliario y el sector Construcción, cuyo comportamiento habitualmente arrastra el resto de la economía dado la estrecha red intersectorial que es influenciada por su evolución. En este contexto, los antecedentes de la Cámara Chilena de la Construcción señalan que las ventas de viviendas han aumentado un 46%.
Con estas noticias, indudablemente los motivos de preocupación parecían diluirse. Sin embargo, hay muchos aspectos que dificultan el mantener mucho rato la sonrisa optimista.
Dado esta situación, bien vale plantear algunas interrogantes respecto al desenvolvimiento que en el corto plazo experimenta la economía.
Lejos de haber eludido el peligro de una recesión, la actividad muestra una tendencia de pronunciado decrecimiento, condición en la que vuelve a ser relevante la evaluación a partir de una convención como es el caso de los dos trimestres consecutivos de variación negativa. El purismo conceptual puede llevarnos a esperar para declarar oficialmente que se ha iniciado una recesión, pero la realidad nos muestra que la economía está estancada.
Por otra parte, la variación de los desocupados es particularmente amenazante. En este caso, a pesar del bajo crecimiento, el mercado laboral se había mostrado resistente a una contracción en línea con el desempeño mostrado por el PIB, situación que, en otros espacios hemos explicado a través del comportamiento de las remuneraciones. Con una variación alta en los últimos años, mantienen una población de reserva en actividades no remuneradas, sin llegar a presionar el mercado laboral con la búsqueda de nuevos puestos de trabajo.
Sin embargo, en los últimos años esa variable ha experimentado una importante corrección, pasando de una variación anual máxima de 7,3% nominal hasta el actual 4,2%. Este antecedentes es importante, en tanto supone que el ritmo de actividad cercano a cero en términos per cápita, no ha tenido un efecto inmediato en la esfera social y política, por cuanto la cantidad de población desempleada, se había mantenido en rangos acotados, pero la variable que explica ese inusual comportamiento del mercado laboral, se agota en las últimas mediciones y su tendencia es hacia un mayor decrecimiento.
La implicancia inmediata, es que la senda de crecimiento verificada en el último tiempo, comenzará prontamente a mostrar su efecto en el mercado del trabajo, con todas las consecuencias que ello supone.
Esta condición general resulta contradictoria con la reciente información referente al comportamiento del sector Construcción. La CChC, como señalamos, afirma que las ventas de viviendas se han expandido en un 46% respecto al año anterior. Naturalmente ello se acompaña de una reducción del tiempo de duración de las existencias. Si el año pasado, vender un inmueble nuevo tardaba casi 31 meses, en la actualidad ello se ha reducido a 24. Sin embargo, este efecto se da en el contexto de un incremento particularmente importante del stock, cercano al 50% en los últimos años. Esto supone que más que un incremento significativo de la demanda, se aprecia una liquidación de viviendas en existencia.
Si observamos el comportamiento de los créditos para el sector se aprecia un resultado consistente, en que el financiamiento para la compra de inmuebles se ha vuelto considerablemente más restrictivo en los últimos años. Este desenvolvimiento del sistema financiero no está solo se verifica en el rubro hipotecario, sino en los créditos de consumo y también en el financiamiento que solicitan las empresas, lo cual compromete más las posibilidades de estimular la inversión. Es más, claramente se puede interrogar acerca de los márgenes de eficacia de la política monetaria del Banco Central neutralizada por los bancos.
Lejos del alivio que ha querido mostrarse, la situación de la economía es preocupante por varios aspectos. El primero es que el estancamiento de la actividad comenzará este invierno a mostrar su efecto en el mercado laboral. Panorama muy poco agradable en plena campaña electoral. El segundo es que el comportamiento de la inversión, que en su última medición refleja una variación anual de -0,8%, se mantendrá en esa tendencia como fruto del chantaje de los sectores más reaccionarios del empresariado respecto al ciclo político. Empujar el país a una recesión podría ser una herramienta más de la campaña electoral de Piñera.
Sin embargo, es aspecto más importante, es que la economía chilena se encuentra atrapada en lo que se ha llamado “la trampa de los ingresos medios”. Diversos analistas en distintas oportunidades, han visto en este fenómeno un llamado de atención para profundizar las lógicas de mercado en la economía -incluso en algún tiempo se le llamó “revolución microeconómica”-, lo que en este caso equivaldría a retroceder en las reformas impulsadas por el actual Gobierno.
Lejos de esto, la trampa en que se encuentra la economía, tiene una única solución: profundizar el proceso iniciado hace tres años. Sería deseable una voluntad política más sólida, que en la actual coyuntura se pusiera como meta no solo administrar lo que queda del periodo, sino que el dejar un legado que suponga las verdaderas transformaciones que el país necesita para avanzar hacia el desarrollo. Particularmente se trata de los derechos sociales, la estabilidad y un nuevo pacto con la empresa privada. En suma, las necesarias reformas que aseguren la estabilidad macrosocial para estimular la productividad y la inversión.
(*) Patricio Escobar, economista y director de la Escuela de Sociología de la U. Academia de Humanismo Cristiano