La virtualidad como espacio de interacción_¿Cómo afectarán la pandemia y la distancia social a las formas de comunicación?
Clases online, video llamadas, Zoom y otras aplicaciones son el nuevo capital del teletrabajo y la cotidianidad para sobrellevar la cuarentena y la distancia social. El paradigma comunicacional se ha replanteado a partir de la pandemia y la manera en como el coronavirus se ha mostrado como una acechanza invisible y un peligro para la interacción de siempre.
Otras áreas cotidianas se han visto perjudicadas con la pandemia han sido las comunicaciones, las relaciones a distancia e incluso las familiares que ocurren bajo el mismo techo. Los espacios de trabajo y de estudio se han vuelto remotos y en el ámbito de la cultura y las artes, el encierro dejó a las audiencias y al mundo artístico con una posibilidad de encuentro extremadamente baja. El alivio del teletrabajo para algunos, es la pesadilla de otros y se proyecta como el abandono total para quienes dependen de desarrollar una actividad en la interacción diaria.
Lo mismo con el noticiero y el matinal con sus rostros transmitiendo desde sus casas en una especie de reflejo a imagen y semejanza del telespectador. Otras situaciones al alza han sido la posibilidad de fortalecer (en algunos casos) una política de educación a distancia que se vio forzada a mejorar abruptamente o servicios como el delivery que conecta a clientes con diversas empresas y su milla final. La videollamada, las aplicaciones de streaming y la virtualidad transforman no sólo la actividad económica de un mundo en cuarentena, sino el ethos de una sociedad que ya se acostumbrada al fin de los límites físicos, creen los docentes de la Academia que abordan un vuelco absoluto hacia lo virtual.
Consultado sobre cuánto ha cambiado esta crisis sanitaria el paradigma comunicativo, el profesor, Tuillang Yuing-Alfaro, filósofo y académico del Programa de Doctorado en Educación, cree necesario antes discernir la cuestión de la conectividad, un mito según el cual el acceso a internet es universal para todos. “Esto ha quedado desenmascarado y revela la arbitrariedad y lo excluyente de todos aquellos servicios, productos e instancias que hacen de internet la garantía de su disposición, y que delegan en el usuario –ya sea como estudiante, ciudadano o cliente–, la capacidad, , los recursos para el acceso y las habilidades técnicas para ingresar a esta modalidad de interacciones”, dice sobre una primera dificultad que la sociedad de la información está pasando por alto.
Coincide con él, Claudio Celis, docente del Doctorado en Estudios Transdisciplinares Latinoamericanos de la Academia, quien señala que el reciente auge del teletrabajo ha hecho evidente tendencias que están definiendo la precarización del trabajo en las sociedades contemporáneas. “En primer lugar, el teletrabajo hace muy difícil distinguir entre el tiempo de trabajo y el tiempo de no-trabajo, transformando cualquier momento del día en un momento productivo. Esta característica ya era propia de muchas formas de trabajo en un contexto de precarización post-industrial, pero se acentúa aún más por la no separación entre espacio de trabajo y espacio privado”, sostiene.
Agrega que, en segundo lugar, en muchos de los casos se asume que el trabajador posee en su casa un computador perfectamente equipado con cámaras y micrófonos además de una conexión a internet óptima. “Es decir, se asume que sea el trabajador el que deba proveer los medios de producción necesarios para el desarrollo del proceso de trabajo. Nuevamente, esta es una tendencia hacia la cual muchos de los trabajo precarizados están avanzando y para ello, basta pensar en un repartidor de comida rápida que debe poseer su bicicleta, implementos de seguridad como el casco, etc., pero que a través de la situación de la pandemia ha ido escalando hacia un proceso de ‘normalización’”, cree el docente.
Por otro lado, Celis manifiesta que todo lo anterior se hace evidente en el caso de la docencia online, donde el teletrabajo ha funcionado como un mecanismo de estandarización de muchos procesos que hasta ahora han dependido de un “saber-hacer” que permanecía en el espacio de los propios trabajadores. “A través de la producción de guías de lectura, clases grabadas, presentaciones de Power Point, cápsulas de video, etc, ese “saber-hacer” ha sido no sólo estandarizado, sino también capturado por las plataformas virtuales. Como ha ocurrido con todo proceso de industrialización, este despojamiento de un saber-hacer es un primer paso en un proceso de automatización que permitirá, probablemente, reducir la cantidad de trabajo vivo necesaria para una tarea”, cree sobre un estudiado auge del trabajo automatizado.
Ninguna de estas tendencias es nueva. Lo que sí es novedoso en el espacio que deja la actual pandemia es que hace visibles estas tendencias que son propias de un modo de producción capitalista que habitamos y que la ideología neoliberal intenta ocultar, concluye el experto.
El mensaje no es completo
Para otros teóricos como el Doctor en Literatura, Gonzalo Rojas, el modelo que nos rodea es el que tiende el escenario ideal para que estemos viviendo en dos tiempos simultáneos: uno externo, que es el de la pandemia y el bicho invisible que intenta matarnos y otro tiempo más íntimo que afecta nuestro modo de vida más preciado puertas adentro. “La videollamada, la clase online y la reunión con el jefe frente a la cámara en el antiguo espacio protegido del hogar te pone en una conversación solemne que es interrumpida por el ladrido de un perro, el llanto de un bebé, el reto de una madre al hermano chico en plena clase virtual… y un montón de cosas anecdóticas que hacen que se crucen ese tiempo externo y el interno. Nos es posible “ver” el confinamiento y nunca la vida íntima estuvo tan expuesta, ni siquiera en las obras más personales de la literatura”, cree el académico.
Similar reflexión concluye Pablo Bruna, Decano (i) de la Facultad de Artes de Academia. El docente indica que en con la virtualidad, si bien el mensaje se puede entregar, es evidente que el discurso de alguna manera se ve mermado. “Sucede lo mismo que cuando escuchas un concierto en vivo en una sala de conciertos o lo escuchas en Youtube desde tu teléfono. Lo virtual muchas veces no alcanza a llenar ese vacío con respecto a lo que implica el cuento inmiscuido en la interpretación con un instrumento, en un ejercicio de danza o en una acción teatral. Todo este tipo de opciones nacen por una carencia. Es decir, las señales de humo en su momento y el envío de cartas, nacieron porque no era posible estar con la persona a la cual había que entregar un mensaje…es decir, la creatividad nace para suplir esa falencia y así se entiende. Lo que hoy vivimos va emparentado con aquello”, señala el músico y pianista compositor.
Desde la carrera de Periodismo, el profesor Rodrigo Miranda describe cómo los medios han reaccionado a esta pandemia desde el formato y el contenido: “Algunas de sus consecuencias es sumir a la sociedad en el aislamiento, lo virtual y a un toque de queda blanqueado, como un lavado de imagen de esa medida fascista y dictatorial. A los cuerpos se le restan derechos de reunión y movimiento y deben comunicarse a través de redes virtuales a las que no todos tienen acceso. Cito a Paul Preciado, quien recuerda que el control autoritario de pestes históricas sobre los cuerpos de los enfermos, como la sífilis y el sida, agravaron las pandemias. Hoy, el cuerpo y su capacidad de comunicarse es regulado, vigilado y controlado a través de tecnologías digitales de transmisión de información”, sintetiza.
Agrega que, según el mismo autor, se plantea como peligroso que los cuerpos se reúnan y se comuniquen y que, en ese contexto como ya no se puede hablar cara a cara, deben conformarse con mensajes de voz. “En medio del pánico y la desinformación, ni siquiera pueden verse el rostro detrás de una mascarilla. Preciado propone tomar conciencia de las políticas de confinamiento y su poder de convertir nuestras casas en prisiones blandas, sumado a la aceptación acrítica de las máquinas virtuales de biovigilancia y biocontrol”, cita.
En tanto el profesor de la Escuela de Pedagogía en Educación Diferencial, psicólogo y Dr. en Educación Patricio Alarcón, aborda una paradoja epistémica. La de el estar en un presente real con el otro virtual. Alarcón invita a concentrarse en lo que él llama “el presente vivo” al que nos obliga el confinamiento. “De pronto estamos obligados a estar en nuestras casas, y no sólo eso, además a interactuar por video llamadas, mensajes de texto o de voz con otras personas, muchas de ellas nunca vistas e incluso desconocidas. Tal vez, después de tanto tele-trabajo con otros aún más irreales, se logra distinguir entre estas personas y sus “sombras” que proyectan, las cuales se van haciendo paulatinamente más “reales”, señala ante esta paradoja.
Agrega que, posiblemente, el momento más difícil de esta nueva virtualidad es tomar conciencia de que uno está ahí con esos otros, en un mundo con restricciones para la cercanía y que, es descrito, con reiteración, como “un lugar peligroso de habitar”. En ese aspecto, Alarcón ofrece nuevas preguntas para guiar esa convivencia remota. ¿De qué nos hemos olvidado, por ese afán de escaparnos del presente vivo?, ¿Qué nos lleva a enviarle un mensaje digital de buena noches al que duerme a nuestro lado y de tanto mirar unos ojos que no miran, a perder la práctica de la comunicación concreta y emocional con el que siempre ha estado al alcance de nuestros abrazos?, señala.
“Siempre, hasta hoy, hemos estado en el mejor lugar, con las mejores personas y en el mejor momento de la vida. Cuando tomamos conciencia de ello, accedemos a la plena y verdadera felicidad, liberación, amor, salud y existir”, dice sobre un estado que podemos retomar con nueva mirada una vez concluida la extensa cuarentena.