Las fronteras nacionales, ¿más vivas que nunca?

Las fronteras nacionales, ¿más vivas que nunca?

(*) Por José Orellana

Desde la década del sesenta en adelante, y en profundidad desde los ochenta hasta hace poco, se afirmaba que el fin del “Estado – Nación” moderno estaba ad portas de concretarse. Una de las variables que lo explicaría sería el proceso de la globalización en sus diversas dimensiones, siendo la económica una de las más importantes, encontrando en los procesos de integración económico-política entre países, una evidencia de ello. La experiencia ícono por aquellos años, era la Unión Europea, toda vez que después de pasar por la Unión del Carbón entre Francia y Alemania (más otros países) se avanzó a lo que se vino a denominar Comunidad Económica Europea (CEE), hasta llegar a lo que hoy día se conoce sobre este espacio geográfico europeo. Junto con el anuncio del socavamiento franco de la figura del Estado Nación, la relativización de las fronteras políticas de las mismas organizaciones territoriales, era evidente.

Hoy, ante la constatación de los intensos procesos de migración a nivel global a propósito de los conflictos políticos internos de países, dificultades ambientales y problemas de empleo, entre otras cosas, las fronteras, lejos de desdibujarse políticamente, se han subvertido en una expresión político territorial de primera importancia, sin perjuicio de su porosidad perenne.

La migración, en cuanto proceso político, económico, social… humanitario también, entre otras consideraciones, en estos tiempos, se le entiende en complejo dinamismo e intensidad, permitiendo entre otras consideraciones la activación/evocación de rasgos identitarios diversos, siendo los nacionales uno de los más significativos, teniendo en las fronteras estatales, una de sus verificaciones. Es en la frontera donde se moviliza el aparato estatal (entre otros lugares por supuesto), para defender la soberanía, no sólo por medio del fortalecimiento institucional de las mismas a través de aduanas o gobiernos sub-nacionales, acuerdos transfronterizos binacionales, instalación de muros, cercas, fuerzas armadas u otros dispositivos materiales/político, sino que también, movilizando el imaginario nacional de un país cualquiera, hacia esa territorialidad fronteriza, sea desde la TV abierta, internet o redes sociales en general. Los ejemplos se encuentran por doquier: Europa recibiendo migrantes desde África, Medio Oriente y Asia; EE UU, recibiendo la latinoamericana en una intensidad y complejidad mayor que hace algunos años, y Chile que a su escala, hace lo propio. En cada caso, las fronteras estatales aparecen, recordando otra vez su importancia, ahora no sólo resguardando la soberanía nacional, sino que asegurando derechos humanos.

Lo anterior tiene diferenciadas derivadas. Una, la más evidente, es la referida a cómo reaccionan los sistemas políticos nacionales, donde sus diversos actores e instituciones toman posturas traduciéndose en discursos, deliberaciones, políticas públicas y conflictos. Los mejores ejemplos se encuentran en Alemania, Italia, Inglaterra y EE. UU., los cuales lejos de preocuparse de acoger a la población migrante, activan toda una batería de resistencia institucional y política para impedir o controlar su llegada. A esto se suma la sensibilidad de un electorado que producto de problemas de cesantía, inversión, cultura y convivencia se manifestarían, presentándose finalmente una circularidad entre electorado y sistema político muchas veces perverso y atentatorio contra la democracia. De esta manera se contribuiría a comprender la emergencia de partidos políticos y líderes asociados que tienen entre sus propuestas, controlar al máximo posible la migración y ser en más de una oportunidad resistentes a la población migrante ya consolidada, haciendo del chauvinismo nacional un eje de acción.

En ese marco, la frontera estatal y sobre todo la territorial, es objeto de atención política de primera línea. Donald Trump ha sido prodigioso en esfuerzos por recordarlo con su polémico muro entre EE UU y Latinoamérica, Sebastián Piñera, nos lo recordó otra vez en la frontera entre Colombia y Venezuela (Cúcuta), cuando asistió a acompañar la ayuda humanitaria chilena y la proveniente de otras latitudes para los venezolanos. Qué indicar de las fronteras que se encuentran en África y Medio Oriente, donde refugiados y diversos actores internacionales se entrelazan para mejor administrar la situación.

En específico, la frontera norte de Chile, a propósito de la migración venezolana proveniente desde Perú, instalada en Tacna, se ha relevado otra vez, diversificando su atención con la potencial utilización de las fuerzas armadas, en el afán de mejorar el control de los actos ilícitos, teniendo en el narcotráfico, prioritariamente, una excusa para el uso legítimo del dispositivo militar. Ello amparado en las oportunidades tecnológicas y logísticas de los institutos armados para monitorear ese espacio geográfico fronterizo, donde sus resultados serían entregados a la policía. Antes fue el Plan Frontera Norte, propio del primer Gobierno del Presidente Piñera, posteriormente, el Plan Frontera Segura, en el segundo gobierno de Michelle Bachelet y ahora, el fortalecimiento de los dos últimos por medio del Decreto Presidencial que permitiría la incursión de las fuerzas armadas. Entre las singularidades, está en definir 166 pasos fronterizos ilegales, por los cuales se comenten ilícitos, teniendo una cobertura territorial que va desde la Región de Arica/Parinacota a la de Coquimbo. Implica la coordinación de diversas instituciones estales que no sólo cubren el componente terrestre, sino que también el marítimo y aéreo, comprometiendo puertos y aeropuertos.

Así, la frontera nacional, aquella línea o región siempre tan resistida por los sentimientos anti Estado-Nación, como nos lo recuerda permanentemente el grupo nacional “Los Prisioneros” con su single, “no necesitamos banderas”, más los presupuestos de globalización liberal/neoliberal provenientes desde los 60’ en adelante, profundizados con la caída del Muro de Berlín y posterior desplome de la URSS, asociado con intensos procesos de integración económica y financiera, se erige, otra vez, gracias al mismo capitalismo/migración como un verdadero objeto de preocupación política, sea desde los sistemas políticos nacionales, como también globales, dado que se constituirían en la oportunidad para administrar óptimamente la movilidad humana de capitales lícitos e ilícitos.

Si lo anterior es verdad, cómo el estado chileno y su sistema político piensan la frontera nacional como expresión política y humana relevante… ¿vasta con los planes antes consignados?, ¿vasta con consignarlas sólo en la convencionalidad de territorio terrestre, oceánico o aéreo?, ¿vasta con NO tener una legislación específica que fomente el desarrollo fronterizo convencional y no convencional, en aras de un más integral tratamiento de esta territorialidad que involucra imaginarios nacionales, regionales y locales, siempre tan interpretables por su subjetividad?

Pareciera ser, que las fronteras nacionales, estarían más vivas que lo que se creía, gracias al mismo fenómeno que se suponía las eliminaría, esto es, el capitalismo diverso en sus diferentes expresiones globalizadoras.

(*) Geógrafo. Académico Escuela de Ciencia Política y RR. II. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA, USACH.