Lecciones sobre innovación y tradición alimentaria de mujeres pescadoras
(*) Susana Cárcamo
Ya han pasado casi dos años del lanzamiento del libro “Mujeres Navegantes y de orilla: Innovación y tradición alimentaria con sabor a Mar” y la enseñanza que en mí quedó, primero, es la perseverancia y constancia con la que la mujer del ámbito artesanal realiza su trabajo; el de la esfera doméstica, el de la esfera pública y laboral. Segundo, el verlas no hacer tregua a los años de invisibilización de género en el que estuvieron relegadas y constantemente silenciadas. Tampoco dan tregua al machismo vivido en la esfera de lo privado ni por parte de miembros cercanos de sus comunidades y qué decir, por parte de la esfera legislativa e institucional que hace un par de décadas recién, las incluyó en sus registros pesqueros y que hoy en día alcanzan a un total de más de 23.000 a nivel nacional.
Pienso que el primer paso para un respeto con nuestro y nuestros mares pasa sin lugar a dudas por nosotros y nosotras mismas. Desde las mínimas acciones como no ensuciar playas ni transitarlas en vehículos motorizados por los efectos negativos principalmente hacia la fauna y flora de esos espacios, además de usar la menor cantidad de plástico posible, de informarnos por los recursos marinos existentes a lo largo de la costa y de sus respectivos ciclos biológicos. Desde esa autoeducación y alianzas comunitarias, hasta políticas públicas concretas que den una real e inmediata protección al mar como ecosistema que es, impulsará verdaderamente un uso y cuidado sostenible en el tiempo, es decir, a partir del mínimo de acciones contaminantes.
Se trata de tomar conciencia individual y respetarlo por el ser vivo que es en sí mismo, más allá de la utilidad de los recursos que podamos extraer de él, porque constantemente se ven las ventajas que se puede sacar a sus especies, algunas de las cuales sirven para la industria farmacéutica, otras para la cosmética y así sucesivamente. Y sí, el mar ayuda al ser humano en distintas aristas, sin embargo, al pensarlo exclusivamente como un repositorio de fuente laboral, y/o como algo recreacional, anulamos el hecho de que es un ambiente donde existe una biodiversidad extraordinaria, ¡seres que están vivos!, y que en muchos lugares de Chile y el mundo se han perdido por múltiples factores. Él, nos permite a nosotros vivir; el oxígeno del aire que todos y todas respiramos, lo regula el mar.
Más allá de mi opinión y experiencia, recojo -siguiendo con la idea primera- la armonía entre el mar, las especies y las mujeres trabajadoras de la pesca a pequeña escala con las que nos encontramos para ese proyecto. Esa relación intrínseca por mi parte la observé, saboreé y aprendí. Ellas y otras a lo largo de este territorio, han aportado al sector y lo siguen haciendo y también trabajan por un desarrollo sostenible, una gestión cuidadosa dentro de sus posibilidades y particularidades locales, de los recursos marinos que recolectan, mariscan, pescan, procesan y comercializan. Toda esta cadena productiva se da en razón de un objetivo concreto: que sus familias, comunidades y la sociedad en general, pueda conocer y habituarse a los sabores marinos y a una alimentación basada en proteínas y a otras propiedades nutricionales.
(*) Antropóloga UAHC