Los afectos y el humor como herramientas de cambio en la terapia
(*) Por Esteban Muñoz
Para poder impactar en los usuarios de salud mental, lo esencial es conectarse con ellos, teniendo en cuenta que buscan apoyo terapéutico, cuando se encuentran en periodos de vida con mayor vulnerabilidad. Si bien le damos tratamiento a su “enfermedad”, también retroalimentamos con nuestra confianza, emociones y nuestro tiempo. La responsabilidad de tener una relación de persona a persona, a veces nos hace olvidar de las relaciones de poder que suelen darse en el campo de la salud y en general en la sociedad. Es de suma importancia relegar los egos profesionales que, en ocasiones, suelen ganarles al ser humano que se esconde bajo el rol del oficio.
Como diría Patch Adams, un insumo relevante en estos casos es una sonrisa. Herramienta muy efectiva en la terapia y en las relaciones de igual a igual, tal como se debería estimular entre el terapeuta y los pacientes; de esta manera es más factible estimular el contacto, el darse cuenta, la toma de confianza del usuario, lo que favorece llegar al autoconocimiento de la persona que se encuentra frente a alguna dificultad en su salud mental. Con ello, se puede desarrollar una adaptación creativa ante los cambios que se presentan en su interior y se proyectan fuera.
En el aquí y el ahora, durante un periodo de pandemia, de crisis social como el que vivimos, se requieren formas de hacer terapia focalizadas en el usuario, con un enfoque amigable, empático, centrado en el ser; incorporando en su eje central el sentido del humor, con el objeto de generar en la comprensión del usuario que toda situación ya sea positiva o no tanto, son pasajeras, aun cuando por un momento nos duelan y se pierda el sentido. Si mantenemos una actitud positiva e incorporamos el sentido del humor, se logrará superar la situación con más esperanza y aprendizaje volcándonos nuevamente a las relaciones de afecto. Estas suelen perderse cuando nos sentimos sobrepasados por situaciones de conflicto interpersonal.
Por otro lado, no podemos olvidar que la risa por si sola estimula una mayor secreción de endorfinas, las que aumentan la oxigenación de la sangre, con lo que se abren las arterias y la sangre fluye en mayor proporción, se acelera el corazón y disminuye la presión sanguínea. Lo que es positivo para los elementos respiratorios y cardiovasculares. Además de aumentar las respuestas del sistema inmunológico. Se disminuye el cortisol y se estimula la producción de serotonina.
En el proceso terapéutico, aun cuando en la psicología más ortodoxa, la transferencia no se puede ocupar a favor de los procesos, en este período se hace imprescindible, dado que si la ocupamos en el setting terapéutico, podremos estimular con mayor factibilidad, los procesos de cambio en nuestros usuarios y por qué no decirlo también en nosotros mismos, porque no debemos olvidar que nosotros también nos renovamos en ese encuentro. Porque nosotros, gracias a los usuarios, olvidamos en cierta medida nuestros propios problemas y crecemos en el encuentro, dado principalmente, que estamos en una situación relacional, donde nos impactamos y crecemos, así como lo manifiesta Deepak Chopra: “todos somos uno”
Quien sienta que cursa una dificultad en su salud mental, no debe asustarse frente al concepto de “enfermedad mental”, muy por el contrario, lo invito a mirarla con cierta dosis de humanidad, dignidad y decencia; y si ya no hay más remedio, con humor y por sobre todo, amor. Teniendo en cuenta que la enfermedad no es el enemigo. Porque si vamos a luchar con la enfermedad, hagámoslo con unas de las peores, la indiferencia, el desamor, el miedo que no nos permiten disfrutar la esencia de la vida.
Pero, cuando tenemos este tipo de terapia y concepto de enfermedad ¿que pasa con el distanciamiento profesional y las transferencias?, las transferencia es inevitable, debido principalmente a que todo ser humano tiene un impacto sobre otro, y porque no hacerlo igual entre el psicólogo y su usuario. Es más sincero reconocer que sucede eso y es mejor ocuparlo como herramienta terapéutica que como un impedimento al mismo. Donde la misión no se debería reducir solo al tratar una enfermedad, sino también a mejorar la calidad de vida, estimulando el autoapoyo por parte del usuario y la toma de conciencia de su existir.
No debemos olvidar, que cuando estamos frente a una persona en terapia, siempre se gana no importando el resultado, dado el encuentro, la experiencia y el amor, proporcionan la posibilidad de reencontrarse con el ser, reencontrarse con los dones nos da la vida en cada momento.
(*) Psicólogo Clínico-Comunitario, diplomado en Educación Emocional UAHC