Los costos ocultos del rechazo

Los costos ocultos del rechazo

(*) Por Álvaro Ramis

La campaña del rechazo parece señalar que el único efecto que provocaría la desaprobación de la propuesta constitucional sería una suerte de statu quo, la paralización de este cambio y poco más. Esta afirmación no es evidente y exige un ejercicio crítico mayor para valorar los enormes costos ocultos que ese escenario encierra y que es necesario dimensionar a la hora de tomar una decisión plenamente responsable.

La primera consecuencia que generaría el triunfo del rechazo ya ha sido reseñada por varias agencias de calificación de riesgo, que han alertado sobre el incremento de la incertidumbre jurídica que ese contexto llevaría aparejado. Los hechos recientes han avalado esta hipótesis, ya que no está para nada claro cómo se saldría de un cuadro en disputa, donde todo indica que se abriría una fuerte confrontación entre el ejecutivo y el legislativo respecto al futuro del cambio constitucional que se debe implementar. El punto en discusión excederá el debate generado sobre si se debe elegir una nueva Convención. Lo que avizora en ese panorama está extremadamente desregulado y abierto a todo tipo de maniobras que acrecentarán la parálisis política del país.

A la vez, la derecha se ha comprometido en el contexto de la campaña electoral a realizar importantes reformas constitucionales, que nunca ha aceptado anteriormente, por lo que se puede anticipar que llegado el momento de cumplir estas promesas se van a generar grandes tensiones al interior de ese campo político, entre quienes han expresado esos compromisos y quienes deberán votarlos en el Congreso. ¿Qué incentivos tendría la derecha a cumplir su palabra una vez que ha conseguido su meta? ¿Cómo convencerá a los poderes fácticos que le apoyan para realizar reformas que no le favorecen y dañan a sus grandes apoyos y financistas?

Otra consecuencia lógica del triunfo del rechazo será la desinstitucionalización de la conflictividad social. Por más que algunos minusvaloren los hechos de octubre de 2019, las causas de ese estallido social permanecen totalmente abiertas. Desde el acuerdo del 25 de noviembre de ese año se ha logrado abrir una ventana de oportunidad que ha generado un apaciguamiento en las crisis más agudas, que dicen relación con problemas sociales, ambientales y de representación política. Pero un escenario de triunfo del Rechazo va a diluir esa capacidad de contención. Es previsible una radicalización de las formas de protesta social, un incremento de las prácticas no institucionalizadas de presión y en paralelo una pérdida de capacidad de gobernabilidad de las crisis por parte del Estado.

Este cuadro será más agudo en la Araucanía, donde la derrota de los liderazgos indígenas que han participado de la Convención Constitucional fortalecerá a otros líderes, que buscan la confrontación directa con las instituciones, incluso de manera violenta.

Por eso, una victoria del Rechazo lejos de fortalecer a los actores del centro político, como se ha dado a entender en la campaña, daría alas a la derecha más extrema, que va a aprovechar la circunstancia para fortalecerse y lanzar una agenda de represión rápida, frontal y dura.

Lejos de generar un apaciguamiento de las posiciones, un eventual triunfo del Rechazo va a sacar del camino a los actores que hoy ponderan milimétricamente los pro y contra del cambio constitucional, en términos de complejidad de análisis y va a dar impulso a las visiones más hobbsianas de la política, animadas por el principio de fuerza, acción y reacción. En ese contexto, la desafección y desconfianza de los sectores sociales más desaventajados, en la posibilidad de una transformación institucional por una vía política, augura un escenario cada vez más polarizado, sin que existan nuevos recursos políticos adecuados para la gestión de una crisis signada por la deslegitimación de las instituciones.

Los monstruos que irrumpirán en esa escena ya se conocen: masas desafectadas sin líderes competentes que les convoquen, bajo parodias de cambio y promesas de reforma que bien sabemos que no llegarán. Estamos a tiempo de evitar esta catástrofe y buscar en la nueva constitución los verdaderos aglutinantes de un proyecto de vida compartido.

(*) Rector Universidad Academia de Humanismo Cristiano.