Los Desafíos de una sociedad que se encuentra en deuda con las mujeres
Por Carmen Espinoza M. (*)
El Día Internacional de la Mujer trabajadora es un día de conmemoración, en homenaje a cada una de las mujeres que han entregado su aporte y hasta sus vidas para que se respeten los derechos humanos de hombres y mujeres.
Chile conmemora, pero aún quedan importantes deudas.
La familia sigue siendo principalmente responsabilidad, tarea y compromiso de las mujeres. Son ellas, trabajen fuera de casa o no, las que no solo deben administrar y realizar todas las tareas de la casa, sino cuidar al marido, a los hijos y encargarse de las personas con necesidades especiales ya sea por enfermedad, incapacidad o vejez.
La mujer que trabaja, cumplidos los roles que determinó la sociedad patriarcal en el hogar, debe enfrentar espacios competitivos y discriminadores por su género. En la mayoría de los casos, resultan ser lugares poco adecuados a sus necesidades físicas, espirituales, afectivas y de desarrollo personal.
Las mujeres además de realizar múltiples tareas en su casa, en la comunidad, en el colegio de los niños, en el trabajo y a veces en la política partidaria, deben hacerse cargo de la culpa de no cumplir todos sus roles.
Junto con hacer magia con presupuestos familiares escasos, los que se ven aun más minimizados por el consumo incitado por los medios de comunicación y, en el caso de los hijos, por la culpa. La falta de tiempo se compensa dándole a los hijos ropas de marca o elementos tecnológicos, y la falta de satisfacciones en la vida se alivian comprando baratijas inútiles que pueden encontrar en tiendas con mucha propaganda. Las adquisiciones fuera de presupuesto, solo se pueden adquirir con tarjetas de créditos (cada mayor de edad en Chile puede contar con unas cuantas tarjetas, a veces no se pueden contar con los dedos de las manos). Cuando no se pueden pagar las cuotas, empieza un peligroso “bicycleteo” que consiste en pedir avances o créditos para pagar cuotas atrasadas (en la mayoría de los casos solo intereses que se multiplican a cifras impagables).
Para resolver este pendiente, no solo se necesitan leyes, se requieren políticas públicas múltiples, pero sobre todo el convencimiento de las propias mujeres de que las tareas de la vida son responsabilidad de todos.
La incorporación de las mujeres al mundo del trabajo no es fácil. Esto se da en todos los sectores económicos, en mujeres de todas las edades y no importa cual sea su formación educacional (desde aquella que no ha tenido estudios, a la que cursó largos y complejos estudios doctorales). La exigencia de edad o buena presencia, la exigencia de experiencia y la discriminación por ser mujer son barreras reales.
Cuando las mujeres están trabajando, no terminan las dificultades. Debe tratar de ser la mejor para mantener el trabajo, debe competir con todos y con ella misma. Las mujeres se integran en masa a tareas de menor calificación y, en porcentaje importante, de mucho esfuerzo físico, por lo que están condenadas a ganar el mínimo, o trabajar extenuantes horas extras incluidos domingos y festivos. Un importante número de ellas se integra a empresas subcontratistas, las que no le otorgan ningún tipo de estabilidad ni beneficios.
Las que han tenido oportunidades de capacitación, formación laboral o educación profesional, sufren injusticias en remuneración, y en acceso a cargos directivos. Existe una ley que buscaba evitar esta injusticia, pero dicho cuerpo normativo es letra muerta.
Los cargos de dirección son en su mayoría ocupado por hombres y si los ocupan las mujeres lo más probable es que sea con una remuneración groseramente menor.
No son pocos los jefes y compañeros de trabajo que consideran que las mujeres pueden ser acosadas sexualmente, una lacra que esta lejos de estar resuelta por la ley en vigencia que sanciona esta conducta. Se sabe que la posibilidad de denunciar y reestablecer los derechos y la dignidad de una mujer acosada es una utopía. Las normas son precarias y nuevamente la cultura patriarcal en nada contribuye. Una mujer acosada es una mujer sospechosa de mentir, de provocar al varón o de buscar venganza. Su vestimenta, su alegría, su maquillaje, sus actividades en autonomía, su elocuencia, su condición de jefa de hogar son todas justificaciones para la conducta del hombre. Pero, además, su vida personal y familiar se desmorona por las dudas y la culpa.
Si se atreve a denunciar y no lo puede probar en la investigación administrativa o en juicio, podría perder su trabajo.
Cuando una trabajadora rechaza el acoso sexual y no renuncia (pocas son las que denuncian), viene el acoso laboral. Es castigada con descuentos en su remuneración o cobros irregulares, humillada en público, perseguida para que renuncie voluntariamente o ceda.
Las trabajadoras jefas de hogar con hijos, deben evitar priorizar sus responsabilidades de maternidad. Si se embaraza, es una situación poco grata, el empleador considera que es un abuso dado que rendirá menos y tendrá costos adicionales y sus compañeras y compañeros se molestan porque pagan los costos asumiendo tareas adicionales. Aun cuando tenemos un capitulo del código que protege la maternidad, en la práctica las madres trabajadoras no siempre ejercen sus derechos por desconocimiento, temor o cansancio.
A pesar de este ambiente difícil, debemos felicitarnos que cada vez son más las mujeres (muchas jóvenes), que en una mezcla de valentía y locura, se interesan y atreven a sumar una tarea más a sus días. La actividad sindical para las mujeres, sobre todo como dirigentas, tiene costos importantes estancamiento de su carrera, en tiempo libre, en desgaste emocional y en incomprensiones.
En la empresa sobre todo al inicio serán ninguneadas por ser ignorantes de las leyes y de cómo funciona una empresa. Cuando ya adquieren experiencias sufren el castigo que sufren todos los dirigentes, ya no podrán acceder a mejores remuneraciones ni a mejores cargos, sus remuneraciones solo se incrementaran si las negociaciones colectivas tienen éxito. Y sabemos que últimamente las negociaciones tienen escasísimos resultados salvo un buen bono de término de conflicto, una trampa esperada por todos para pagar deudas.
En la familia, restará más horas a la convivencia y cuidado de todos los que están a sus cargo.
Con sus compañeras y compañeros de trabajo tendrá que ser asistente social, enfermera, sicóloga y hasta prestamista, a pesar de esto, habrá desconfianza de que se apropie de los recursos del sindicato o que no cumpla con las expectativas de resolver problemas y otorgar garantías.
Su calidad de vida será afectada, más responsabilidad, menos remuneraciones, menos tiempo y stress permanente. Su salud se afectará, automedicándose muchas veces por falta de tiempo, es lo que hacen la mayoría de las trabajadoras. Sobre todo para dormir, para despertarse, para el ánimo, para la gastritis etc.
El Código del Trabajo tiene normas de protección, pero estas no son suficientes para resguardar los derechos de las trabajadoras, menos aun de las dirigentas sindicales.
Un gran porcentaje de mujeres trabajan sin contrato de trabajo o con contrato de servicios a honorarios, sin los derechos establecidos en el Código del Trabajo.
Si a las trabajadoras dependientes, con contrato escrito y con sindicato, les cuesta que las respeten en sus horarios, en sus tiempos de colación, en sus vacaciones, en sus remuneraciones, en su derecho a organizarse, etc., a las llamadas independientes les es casi imposible. Asalariadas del campo, recolectoras, encarnadoras, emprendedoras, aseadoras, cuidadoras de niños, autoempleadas en todos los servicios, trabajadoras en sus domicilios y un gran porcentaje de las mujeres migrantes.
Este es un gran pendiente, desde lograr que estas mismas mujeres se reconozcan como trabajadoras y no consultoras o como empresarias (emprendedoras), que se entiendan con derechos, que la ley las considere, que se generen las políticas públicas que las integren como trabajadoras con derechos plenos.
Cuando la vida laboral activa debiera terminar, empieza un nuevo episodio de tiempo que lejos de ser de descanso y tranquilidad se convierte en una tortura.
El sistema de capitalización individual castiga a todos los trabajadores, especialmente a las trabajadoras.
No hay forma de que mujeres que se incorporan tarde a trabajar, con remuneraciones bajas, con cotizaciones menores a las reales, con interrupciones en la dependencia con menos tiempo para cotizar y con mayores años de expectativa de vida puedan juntan un fondo de pensiones que le otorgue un monto suficiente para una vida digna. Con el sistema de AFP las mujeres están condenadas a trabajar hasta que sus fuerzas les permitan levantarse.
Se han realizado estudios, comisiones y propuestas, pero no se ven soluciones reales para las miles de mujeres que caerán a la indigencia cuando ya no puedan trabajar, a pesar de todos los aportes que realizaron a sus familias y a la sociedad.
DESAFÍOS
A partir de este diagnóstico son muchos los desafíos que quedan como sociedad, entre otros:
Asamblea constituyente; Amparo Universal del Código del Trabajo o estatutos laborales especiales a todas y todos los trabajadores y trabajadoras; Herramientas para fiscalizar en forma efectiva; Ratificación de convenios internacionales y protocolos; Incorporación en forma efectiva a la legislación chilena las normas de convenios ratificados y vigentes; Contratos de Trabajo que protejan a la trabajadora en todos los aspectos: Salud laboral, remuneración; jornada, descansos, entre otros; Fortalecimiento de la libertad sindical; salud pública integral; Sistema Público de Pensiones dignas; Viviendas para los trabajadores, sin deudas usureras de los bancos; Sistemas de transporte público adecuados; Protección universal en derechos de maternidad; Cuidado de hijas e hijos de trabajadores y trabajadoras de todas las empresas, hasta el pre-kinder; Programas de formación, capacitación y educación formal para los y las trabajadoras; Espacios de participación decisoria; Integración permanente de dirigentes y dirigentes sindicales, sociolaborales y sus organizaciones en instancias regulares para la construcción de políticas, propuestas y su implementación.
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora, no debiera ser solo un día en el que se reciben flores, chocolates y peluches. Las flores, los chocolates y otros regalos deben ser la expresión cotidiana de aquellos que quieren manifestar cariño, aprecio, respecto y/ admiración. Regálennos flores, pero sobre todo respeten cada uno de nuestros derechos como mujeres y como trabajadoras.
(*) Carmen Espinoza Miranda es abogada, licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Chile. Postítulo en Derecho del Trabajo, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Doctorada (c) en Derecho, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Presidenta del Directorio de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y docente de la Escuela de Derecho. Directora del Programa de Economía del Trabajo PET.