NO se nos viene la celebración del SI
(*) Por Pablo Zúñiga
Columna publicada en El Quinto Poder
Que el impresentable Leopoldo Urrutia haya llegado a la Cámara de Diputados, que José Antonio Kast fuera candidato presidencial con un no despreciable 7,8 por ciento, convirtiéndose en referente en los medios y por lo mismo invitado constante a programas de TV y a universidades y que Patricia Maldonado se sienta en su casa defendiendo a la figura de Pinochet e insultando a las víctimas de la dictadura, no es casual. Es más, era obvio que sucediera; y para un grupo no menor, está bien que así sea.
El NO fue un triunfo que marcó un hito histórico, que debería haber significado mucho, pero significó poco. Como suele ocurrir en Chile, no se supo gestionar el éxito, quizás por eso los ganadores, o los que dicen representarlos, solo supieron administrar notablemente el modelo que dejaron los derrotados.
Así, los perdedores impusieron discursivamente su idea de éxito. El resto lo hizo el miedo de los unos y los otros: el miedo a que vuelvan los militares a la Moneda de los unos y el miedo a que el país nuevamente vuelva a ser lo que fue para el 73 de los otros. Los ganadores olvidaron por qué ganaron, y los perdedores, comprendieron que, para seguir gobernando el país, no era necesario ganar.
¿Dónde podría estar esa fuente de la cual los Kast, los Urrutias, las y los Maldonados y miles de los que en privado los aplauden, se nutren? Está en todos nosotros, que por hastío dejamos de defender esos valores en público y los circunscribimos a un espacio privado, olvidando lo que lo nos dice otra gran filosofa Simon Weil, “un colectivo no hace una suma”. El colectivo no piensa, esto siempre será un acto individual, ahí está la trampa del modelo que nos vendió nuestra derecha: que formamos parte de un colectivo, más o menos igual sobre la base de un esfuerzo individual-material. Para ello impuso el mercado y con ello nos despojó de lo público y de instituciones capaces de garantizar opciones sobre la base del mérito.
Debemos reconocer que la derecha ha sido más hábil en hacer uso de (sus) medios de comunicación; porque fuimos incapaces de oponernos con fuerza a la violación de los Derechos Humanos, la privatización del educación y no haber claudicado al hecho de que las empresas que eran del Estado debiesen haber sido devueltas a todos nosotros. Así, todo se rutinizó, por eso se libera a criminales sin pudor, pues no hay sociedad que defienda colectivamente el principio -no el mandato de la justicia- sino la ejecución ética de ese mandato. Así la misma sociedad queda vaciada de contenido.
La filosofa Hannah Arendt nos lo decía allá por 1951: El mal se banaliza, porque precisamente sujetos normales lo hacen, quienes torturaban durante la dictadura, en la tarde cenaban en familia. He ahí la monstruosidad, eran sujetos que torturaban a otras personas.
Generaciones completas crecen con la idea que defender los Derechos Humanos, la justicia, la libertad, la igualdad, la humildad como principios, en fin, cualquier cosa, da lo mismo. Por lo mismo no puede existir un bien banal, una belleza banal o un acto ético con fines loables que sea banal.
Se viene un año más de la conmemoración del NO. Poco me hace dudar que quienes más celebrarán serán precisamente los inquilinos de la Moneda. Eso lo veremos. Es lo que haría cualquier político que explota una debilidad, tomar las banderas percudidas por el paso del tiempo y levantarlas, lo que unos no aceptan por tener un estándar ético básico, otros lo enarbolan como su gesta casi personal y como tienen una panoplia de ilusos dispuestos a hacer mucho por que nada cambie, entonces cualquier victoria, incluso el hecho que haya perdido el SI se puede vestir de triunfo, porque los del NO, pareciera ser que precisaron de ellos para existir.
Pero no seamos banales con el NO. Se hizo mucho en materia económica y eso es indudable, aun cuando sean unos pocos los que sientan eso, pasa por que no tuvo sentido épico del triunfo. Se quedó en el reportaje anual, pero no el fondo, que es que en las urnas se derrotó una dictadura criminal y ladrona. Pero las urnas también perdieron pertinencia, pues solo asiste a ellas menos de la mitad de los que dijeron NO. ¿Cómo explicarnos, si no, la persistencia de los Urrutia, los Kast y las Maldonados?.
Pero quizás nada de esto importa; porque tenemos excelentes carreteras y una teledensidad informática envidiable. Hablamos de tú a tú con cualquier país y seguimos siendo jaguares, aunque sea parchados. Y todo eso pareciera ser nuestra patente de corso para despojarnos de toda crítica.
(*) Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica y Licenciado en Educación, Universidad Austral de Chile. Magíster en Ciencia Política, Universidad de Chile. Académico de la carrera de Ciencia Política de la UAHC.