Nuestro sistema actual y la imposible democracia
A esta altura, pocos dudan de la crisis de nuestro sistema. No se trata de la crisis de un gobierno si no el agotamiento de una experiencia que, en la lógica de su inviabilidad, tenía que desembocar en la situación que hoy nos encontramos.
Ciertamente, lo que sucede en Chile, no es una crisis de gobierno, si no como ya todos perciben, una crisis del sistema neoliberal que ha imperado en nuestro país, a partir de la dictadura. La democracia está destinada a convertir en realidad el derecho de autodeterminación de las personas, en todos los ámbitos de la vida. Este principio ha sido violado por un sistema, que manipulando la economía, los recursos y los proyectos de desarrollo, desactivó todo concepto de organización solidaria, que pudiera dificultar “la real libre competencia”. Y así aparecen las colusiones de las empresas y de sus empresarios para esquilmar los recursos de los ciudadanos, para robar con el desenfado de la supuesta libre competencia y adueñarse de los recursos reales pero limitados, fundamentalmente de los trabajadores y sus familias, aún las más precarias.
La democracia en Chile no hizo posible la auto-determinación real de las personas. No hizo posible que nuestros jóvenes pudieran entrar a un sistema de educación solidaria y que hoy el gobierno, de alguna manera entrampado, intenta resolver de una manera legítima, pero con pocos recursos, lo que el sistema dejó prácticamente sin posibilidades a los sectores menos favorecidos. Lo que las reformas del actual gobierno han pretendido implementar en los ámbitos económico y social, van en contra de las aspiraciones de los coludidos, de los insolidarios y de todas otras expresiones del egoísmo humano. La democracia como motor de nuestra sociedad, ha estado atrapada en una crisis en la cual la soberanía popular, esencia del sistema, ha sido prisionera de los intereses de los diferentes grupos de poder político y económico que han gobernado, desde las sombras, al país, torciendo el proyecto democrático.
El actual sistema neoliberal, ha creado las condiciones, para que la deshonestidad de determinados actores, termine condicionando el desarrollo del sistema democrático. De esta manera, la democracia solidaria como aspiración, la democracia como voluntad soberana del pueblo, quedó atrapada por los sectores políticos que se hicieron parte consciente o inconscientemente del sistema, sin percibir que el agotamiento de esta forma de proceder, en algún momento debía manifestarse y que su crisis era inevitable.
Lo político hace parte de lo connatural del ser humano. Lo político es propio de su naturaleza y vivir en comunidad es una consecuencia ineludible que presupone valores permanentes. La política es una praxis de lo político. En nuestro caso la política ha corrompido valores propios de la convivencia en comunidad, que es intrínseco a la naturaleza de lo político. De esta manera la política, como praxis de lo político, tenía que desembocar en una crisis, por tanto cuanto, los ciudadanos de este país no se sintieron representados y menos aún interpretados en aquello que es propio de su naturaleza como son las exigencias para vivir en comunidad en un sistema de derechos y deberes realmente representativo.
Nuestra democracia no ha podido hacer realidad en plenitud, en derecho a la autodeterminación de las personas en todas las dimensiones de la vida. Los derechos a estudiar, los derechos a tener un sistema de salud conforme a las necesidades reales de la población; los derechos a una pensión digna en la vejez y tantos otros no podían ser posible y no lo han sido, en un sistema absolutamente insolidario y que solo se regían por la ley del interés individual, que se convierte a la larga en el interés del más fuerte, o de los más fuertes, como dolorosamente se ha constatado en nuestro país los síntomas reales que definen nuestra crisis. Nuestra democracia no ha sido liberadora, no ha sido solidaria, ni ha podido organizarse conforme a estos principios. La democracia implica un concepto de libertad. Pero esto solo es posible si nuestra democracia, estructuralmente, se organiza como liberadora de todas las servidumbres, lo cual implica ser solidario con todos los ciudadanos y sobre todo, con aquellos de menos recursos en nuestro país.
Han fallado, en nuestra experiencia, una serie de condiciones de una auténtica democracia. En nuestro caso no es solo el problema del modelo vigente, sino que también y muy fundamentalmente la ausencia de principios y valores que reflejen las obligaciones que imponen los mecanismos de solidaridad, propios de una organización auténticamente democrática.
Nuestra democracia no ha hecho posible la real autodeterminación de las personas. Nuestra democracia no posee principios sólidos de organización solidaria y por lo tanto no cuenta con los mecanismos para corregir la distorsión provocada por el concepto imperante en Chile de lo que significa “libre competencia”. No hay igualdad de derechos en una sociedad cuando las distorsiones provocadas por el modelo vigente viola tan sistemáticamente y arteramente los derechos de los pueblos y las personas que aspiran a una democracia auténtica y solidaria. Los aparentes paladines de la democracia han hecho posible las crueles distorsiones que nuestro sistema contiene. El rol de los auténticos demócratas consiste, hoy más que nunca, en hacer realidad el derecho irrenunciable a la autodeterminación de las personas en todos los ámbitos de su vida. Insistimos, solo una democracia solidaria hará posible el derecho irrenunciable a la autodeterminación de las personas en todos los ámbitos de su vida, solo y volveremos a insistir una democracia solidaria podrá coordinar el interés social con los intereses individuales. Uno de los fines de la democracia, es ser un mecanismo liberados de los ciudadanos de todo aquello que le impidan su desarrollo como persona y como ser social. De esta manera la libertad se hará posible en su ejercicio responsable, resolviendo el conflicto entre interés social e interés individual. La democracia es también un instrumento para la libertad, pero este instrumento no funciona sin los principios y mecanismos de la solidaridad, como una responsabilidad del sistema y de las personas.
*Docente Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales Universidad Academia de Humanismo Cristiano.