Nuevas carreras de la UAHC_Fonoaudiología y Terapia ocupacional: alternativas académicas con acento en las personas
A inicios de la década pasada, el modelo de salud público tradicional centrado en el individuo dio un salto hacia uno integral y de carácter comunitario que considera a la familia como prioridad. Ya no solo se entregaba un número para atención, obsequiar leche en polvo a los/as niños/as, crema de lentejas a la tercera edad o se arrancaban muelas cariadas, sino que se sumaba a la atención de salud un acompañamiento interdisciplinario al continuo de la familia para lograr una mayor adherencia a tratamientos y programas médicos. En este plan de mejora, la promoción y prevención en salud impactaba mucho más que el modelo tradicional de atención en filas.
Doctores/as, asistentes sociales, matronas/es, enfermeras/es, kinesiólogos/as, fonoaudiólogos/as, terapeutas ocupacionales y psicólogos/as, entre otros/as especialistas de la salud forman parte de este paradigma reciente de la salud familiar que trata en varios frentes la problemática y que ha identificado las principales vulnerabilidades que ha desnudado la pandemia en cuanto a la falta de estrategias para la atención en crisis de población en situación de discapacidad, la asistencia a personas mayores no autovalentes o población migrante, entre otros. “Fue un tema que se discutió mucho en un comienzo de esta crisis sanitaria”, explica Marcela Herrera, directora académica de las carreras de terapia ocupacional y fonoaudiología en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. La pandemia del coronavirus tocó teclas muy específicas en cuanto a las necesidades y falencias a nivel hogar y de diversidad de estratos sociales desde la política pública -cree- pero también demostró lo frágil de este sistema de salud.
Hoy, Herrera se declara expectante del rol que cumplirán los profesionales de la salud comunitaria en el país que nos dejará como herencia el coronavirus. En particular espacios como la fonoaudiología, la terapia ocupacional, el trabajo social o la psicología. “Ante esto, creo que resulta fundamental la educación y la labor que puedan realizar los/as nuevos/as profesionales en temáticas de salud colectiva e intercultural, manejo de tecnologías para incorporar en las atenciones de salud las metodologías en telerrehabilitación o teleasistencia y promover una sociedad inclusiva más justa y que promueva la vida sustentable. Donde el centro sea la vida y no la producción económica”, sostiene la especialista.
En ese sentido, la interacción que ofrece la formación universitaria entre estas carreras y otras del ámbito de la pedagogía en educación diferencial, por ejemplo, son una impronta única en el concierto de la educación superior. La Academia aporta también, desde la malla curricular de las carreras de fonoaudiología o terapia ocupacional, con una formación que incluye ciencias biológicas, ciencias sociales y recursos de la psicología a través de la formación en asignaturas como bioética, salud pública, colectiva, intervención comunitaria, junto a áreas emergentes como neuro rehabilitación integral. Espacio académico al que se suman las reconocidas cátedras básicas sobre Derechos Humanos, justicia social, inclusión y género, sello particular de la UAHC.
Temporada de vacunas
Hoy, gran parte de la esperanza de una solución a la pandemia del coronavirus parece estar puesta en una vacuna milagrosa obtenida en tiempo récord. Persisten dudas sobre su efectividad por parte de la población menos informada y como efecto de errores comunicacionales por parte del Gobierno sobre su implementación, fechas y cantidad de unidades que generan más incertidumbre. Desde su experiencia en la salud pública, Herrera reconoce algo del avance que puede lograrse desde la información y el trabajo en terreno para conducir esta política de vacunación de manera óptima, según la historia sanitaria chilena.
“En la historia de la salud y los programas de vacunación en Chile, han existido procesos recordados y exitosos, como el de la vacunación contra la viruela iniciada en los años ’20 y que erradica la enfermedad en 1950. Esto es, 27 años antes que el resto del mundo. O las campañas contra la tuberculosis en 1927; o la vacuna contra la poliomelitis que se inicia en 1961 y que erradica la patología en 1975, 16 años antes que en el resto de Latinoamérica, algo muy relevante para posteriores rehabilitaciones y para el ejercicio de la terapia ocupacional, por ejemplo ya que la epidemia de poliomelitis a fines de los años 50, impulsó la creación de esta profesión en Chile el año 1963”, explica.
La terapeuta ocupacional explica que no hay que perder de vista que la vacunación es una parte importante del control de la pandemia, pero no la panacea ya que siguen siendo fundamentales los cuidados básicos recomendados hasta hoy (distanciamiento social, lavado de manos, etc) y otras medidas de consecuencias capitales como el trabajo desde distintos dispositivos de apoyo para niños/as o personas mayores, facilitando procesos de comunicación y participación social con otros grupos como migrantes, especialistas en apoyo educativo e inclusión, por ejemplo. “En el caso de la fonoaudiología y la terapia ocupacional, se trabaja de acuerdo a la atención de personas con secuelas del COVID vinculadas al daño en y secuelas respiratorias que afectan al habla y el lenguaje o que, incluso ocasionalmente, producen algunas secuelas cognitivas. Así como las secuelas motoras producto de largos procesos de hospitalización con la consecuente inmovilidad. Incluso se requiere intervención con personas que, sin haber estado hospitalizadas, presentan secuelas motoras post COVID y han estado durante gran parte del confinamiento haciendo vida sedentaria en sus casas”, explica.
El factor cultural de la pandemia
A un año de iniciadas las cuarentenas y el confinamiento la sobrecarga de trabajo de los profesionales de la salud, la caída en el ánimo de pacientes y personal médico y otras fatigas de material como la que propiciaron el incendio del Hospital San Borja, también han entrado en el cuadro sanitario. ¿Qué conflictos sociales en la temática sanitaria aparecieron en el radar de un sistema público de salud que ya operaba con cierta dificultad?
“Es posible advertir una serie de problemáticas que experimenta el personal de salud que se ha debido enfrentar a un estrés permanente, sobre todo cuando no se cuenta con los recursos necesarios en cuanto a personal, equipamiento, insumos o espacio suficiente para hacer frente a esta pandemia; sumado a estas barreras materiales, se experimentan impactos importantes en la salud mental al vivirse a diario emociones como la frustración, la desolación y la pérdida de control en un período ante cifras de muertes que siguen siendo muy elevadas”, agrega la académica UAHC.
En torno al cuidado, la falta de él y otras características que han perfilado a nivel local las cuarentenas, ¿Qué rasgos cree usted que se muestran como propios de la idiosincrasia chilena y que inciden en la manera en que se ha enfrentado la pandemia?
-Claramente existe una diferencia cultural al compararnos con países nórdicos o europeos donde el contacto físico y la necesidad de frecuentes reuniones sociales y familiares no son tan características o urgentes como en nuestras culturas latinoamericanas. Sin embargo, considero que esta pandemia en nuestros territorios devela principalmente la desigualdad y los procesos de racialización y clasismo estructural que están a la base de nuestra conformación, evidenciando estas diferencias y la fragilidad al momento de enfrentar la pandemia, pues las posibilidades de cuidado del Covid-19 no han sido iguales para todas/os si consideramos la manera en que, por ejemplo, grupos migrantes que acceden a trabajos precarizados y viven en condiciones de hacinamiento han debido recurrir a soportes comunitarios para subsistir; en cómo han aumentado las personas en situación de calle y con sorpresa se ha señalado “el regreso” de las ollas comunes, una realidad que nunca había desaparecido de las zonas más necesitadas. También hay que señalar que se ha agudizado el racismo y la xenofobia como respuestas de una situación de crisis política y social que vivimos donde se culpa al extranjero de las desgracias sanitarias y las faltas propias de un sistema.