Otra democracia otro país

Otra democracia otro país

Por Luis Pacheco Pastene

Los sucesivos acontecimientos que se han generado en el país, durante las últimas semanas, tienen características absolutamente nuevas, que no pueden ser analizadas con el instrumental político y teórico al cual estábamos acostumbrados. Esto, porque más que una crisis de la política en Chile, lo que realmente emerge es una crisis de lo político. Una crisis de los supuestos en los cuales se ha erigido la institucionalidad democrática, el concepto y modelo de país que tenemos como sociedad total. En este sentido, es importante señalar algunos puntos que nos parecen relevantes tener en cuenta para entender mejor la dinámica y el contenido de los procesos que estamos viviendo:

1.- En el conciente y en el inconciente de la sociedad, está la idea que los valores que se expresan en el modelo de sociedad liberal vigente, no interpretan los anhelos de la ciudadanía. El modelo político y económico se ha hecho insuficiente. La gente percibe que no hay ninguna posibilidad de armonizarlo con los derechos ciudadanos, con el bien común y con la expresión de lo que una autentica democracia de derechos y deberes reclama. La gente percibe que los intereses de la empresa privada – como se expresan y protegen en nuestra actual legislación – no tienen ninguna posibilidad  de armonizar con un concepto de democracia como un sistema de derechos y deberes, donde se requiere una relación justa entre lo político y lo económico, que garantice de manera segura los derechos humanos, en su más amplia concepción.

2.- Los estudiantes y los jóvenes en Chile, perciben claramente que estamos en presencia de una Democracia de Elite. Las mejores universidades y colegios, son para los que tienen los mayores recursos, quienes con toda seguridad ocuparán la mayor cantidad de cargos directivos en las empresas privadas, públicas y en el aparato del Estado; generándose con ello, una marginación cada vez más creciente, con una mayor concentración de la riqueza y del poder político.  Hay una perversidad implícita en el sistema educacional que no podrá ser cambiada mientras el Estado no intervenga responsablemente en el proceso educativo de las grandes mayorías de nuestros jóvenes. Esto implica la creación de un Proyecto Educacional, en el cual el Estado pueda asumir su rol de garante del Bien Común. Los estudiantes y la Sociedad perciben que esto no se puede conseguir sin reformas sustantivas a la Constitución o mejor dicho con una nueva Constitución, que supere la inspiración y los contenidos todavía vigentes de la filosofía  de la dictadura. Se equivoca el gobierno y algunos sectores políticos cuando piensan que lo que se buscan son reformas puntuales. La masiva marcha de los estudiantes, profesores, apoderados, trabajadores, y representantes de las universidades, nos hablan  de una situación más compleja, y de una transversalidad que interpreta un sentimiento nacional frente a la necesidad de los cambios.

3.- Los movimientos ciudadanos y las personas, individualmente, perciben hoy que la democracia, para que sea tal, debe garantizar la autodeterminación de las personas y de la sociedad, en todos los ámbitos de la vida: político, económico,  expresiones,  manifestaciones en lo social y en lo cultural, entre otros. En este sentido la organización de una democracia auténticamente solidaria, aparece como una respuesta ineludible para corregir las distorsiones provocadas por las formas en que ha operado la libre competencia, la libertad empresarial y la absoluta desregulación de la economía y de los mercados.

Se percibe claramente que esta democracia no puede coordinar el interés social con la exacerbación de los intereses individuales, expresados en una casi absoluta libertad de empresa. El modelo ha truncado la democracia como una expresión liberadora del ser humano, que necesariamente implica la solidaridad estructural como función clave de una responsabilidad libre, que garantice las oportunidades para todos. Nuestra democracia, desde esta perspectiva, se ha constituido en un instrumento que ha profundizado las desigualdades, constituyéndose sólo en un motor y en una protección para una concepción de desarrollo, que se fundamenta principalmente en la generación y acumulación de riqueza, para un sector  exclusivo y excluyente de la sociedad nacional. Este modelo en ningún caso garantiza en su proyecto, la calidad de vida para todos los ciudadanos y en todas sus implicaciones como un fin del desarrollo y de toda la estructura democrática existente en el país. Lo sucedido en la empresa La Polar, es un claro ejemplo de ello y no es una situación aislada. Es un tema estructural del ordenamiento y funcionamiento del país.

4.- Es necesario en consecuencia, reformular un proyecto país, que se fundamente en nuevas percepciones de valores que han emergido con mucha potencia. Valores tales como el reconocimiento de la diversidad, la recuperación del valor de la dignidad humana, garantizado en la expresión de su libertad y en la satisfacción de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes. Un modelo que rompa la hegemonía del predominio del poder económico, por sobre los derechos fundamentales de acceso a todas las formas necesarias de satisfacción de las necesidades más urgentes y primarias del ser humano. Un reformulamiento de lo político que modifique la praxis de la política.

En Chile  impera un predominio de los valores de una derecha política y económica, que han sustentado un proyecto que no se ha corregido, sino en la superficie. Mientras los partidos políticos no sean capaces de un replanteamiento de la democracia, más allá del liberalismo histórico, no podrán tener un nuevo proyecto de país auténticamente democrático y se autocondenarán, a corregir deficiencias del sistema y no ha remplazar las bases estructurales del modelo, que son profundamente anti democráticas.

* Director Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

Columna publicada en Cambio 21 (23/06/). Vea Aquí