Poner fin a la discriminación contra la mujer es el verdadero progreso

Poner fin a la discriminación contra la mujer es el verdadero progreso

(*) Por Álvaro Ramis

El año 2000 las Naciones Unidas y 192 gobiernos del mundo se comprometieron a impulsar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS). Ese acuerdo vinculante mandató en el Objetivo 5 buscar la igualdad de género y empoderamiento de todas las mujeres, niñas. Ya han pasado más de dos décadas y el informe de avance de los ODS de 2022 ofrece un resultado muy pobre en esta materia. Está claro que se requieren decisiones mucho más radicales y transformadoras para alcanzar el ODS 5 en 2030.

Los efectos sociales y económicos de la pandemia han empeorado la igualdad de género en el mundo. Vemos un retroceso alarmante en ámbitos como la valoración de los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico, la autonomía en materia de salud sexual y reproductiva y los fondos públicos destinados a la igualdad de género. A la vez la pandemia agravó las dinámicas de violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres.

En materia de trabajo y empleo sabemos que persisten desigualdades en la forma de segregación de género en la mano de obra y salarios más bajos por la misma tarea. La pandemia agravó todos estos fenómenos. Estadísticas de OXFAM detallan que entre 2020 y 2022 las mujeres perdieron 64 millones de puestos de trabajo a nivel global. Esto afectó en particular a las mujeres jóvenes, que duplicaron sus pérdidas laborales frente a hombres en edad juvenil. Detrás de estos números se evidencia el carácter predominantemente informal del empleo femenino, sobre todo en países como Chile, que es parte del sur global.

Aunque la condición social de las mujeres ha empeorado en todo el mundo, la situación específica de las mujeres pobres en América Latina es mucho más grave por efecto de nuevos problemas de inseguridad alimentaria que les afectan con particular crudeza. Dentro de todas las áreas laborales, la más dañada durante la pandemia fue el trabajo doméstico y sufrieron los mayores costos las mujeres de comunidades racializadas o discriminadas por su ascendencia, mujeres indígenas, las ancianas y las mujeres y niñas con discapacidad,. La pandemia evidenció la situación crítica de las mujeres de los sectores excluidos, quienes sufrieron con mayor intensidad la pérdida de sus medios de subsistencia y padecieron aumento de la violencia, nuevas formas de feminicidio, desigualdad de género y bloqueo en el acceso a sus derechos.

En el campo del derecho a la salud las mujeres se enfrentaron en este período a barrerasimportantes a la hora de llegar a los centros sanitarios y a los lugares de vacunación, complicando su atención en temas de salud sexual, reproductiva y acceso al aborto legal. Además, si bien el 70% del personal de la salud a nivel mundial son mujeres, no están a la par con sus colegas varones en términos de remuneración y prioridades de reconocimiento en el ámbito clínico.

Como Universidad asumimos este diagnóstico y nos comprometemos a luchar con más decisión y fuerza contra el maltrato basado en razones de sexo y género. Necesitamos incidir más decididamente en políticas, leyes, programas y presupuestos que viabilicen este compromiso.

En particular debemos aportar al reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos dentro de una política de Cobertura Sanitaria Universal con financiamiento público. La salud sexual y reproductiva debe entenderse desde un enfoque de derechos, como parte de la plena autonomía inherente a cada persona, independientemente de su capacidad de pago, del lugar dónde se encuentre y de su identidad biográfica. De la misma manera es clave avanzar hacia una educación integral de la sexualidad para toda la ciudadanía.

Ante el nuevo proceso constituyente debemos instar a que se respeten los compromisos adquiridos por Chile en materia de derechos humanos de las mujeres mediante convenciones internacionales como la Convención sobre todas las formas de eliminación de la violencia hacia las mujeres (CEDAW); la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la Mujer, Belem Do Pará; la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y los convenios, protocolos y garantías de seguridad social de la OIT relacionados con las trabajadoras migrantes, la protección salarial de las trabajadoras domésticas, la salud reproductiva de las mujeres y las garantías de un piso de protección social con perspectiva de género.

En el Día Internacional de la Mujer 2023 hago llegar un afectuoso saludo a toda la comunidad universitaria y les invito a seguir trabajando para estos objetivos, con la meta de poner fin a la violencia, la exclusión y la discriminación contra todas las mujeres, niñas y adolescentes, y lograr una real igualdad de género y la inclusión. Porque ese es el verdadero progreso de una sociedad.

(*) Rector UAHC