Por un estatuto legal para las universidades estatales y no estales
Tal vez sea un buen ejercicio indagar sobre los significados del término“privado” para iniciar una reflexión sobre las universidades que —como la nuestra— son calificadas con ese término.
Cabe distinguir a lo menos cuatro usos del calificativo “privado”. Podemos rápidamente desechar un sentido del término que claramente no vienen al caso cuando hablamos de la universidad, el que dice relación a la vida doméstica, que obviamente no es pertinente en este contexto. Una segunda acepción alude a todo aquello que pertenece al lucro personal y a la economía de mercado. Este este es un sentido de la palabra que la legislación vigente prohíbe explícitamente al exigir que las universidades “privadas” se constituyan como corporaciones sin fines de lucro, y que el gobierno se ha comprometido a hacer respetar, ante las exigencias del movimiento estudiantil.
En un tercer uso, decimos “privado” cuando significamos algo que no es de interés de todos y que no concierne, por tanto, a lo generalizable. Pareciera que este significado del término tampoco es utilizable cuando se refiere a la universidad. El concepto de universidad, en la legislación y en nuestras tradiciones, hace referencia a una institución dedicada a la docencia, la investigación y la extensión, autorizada para otorgar títulos que certifican idoneidad profesional o competencia en los distintos campos del saber. Respecto a ninguna de las acciones implicadas en dicha idea de universidad puede decirse que la convenga el calificativo de “privada” en el sentido que estamos examinando; cada una de ellas se refiere a valores comunes o intereses compartidos.
Queda un cuarto significado del término “privado”, como aquello no relacionado o independiente del estado. Este sentido es compatible con la noción de universidad, toda vez que las acciones que ella implica pueden ser llevadas a cabo por “privados” en esa acepción. No obstante, este uso del término “privado” como contrapuesto a “público” en el sentido de “estatal” puede conducir a engaño. La correcta utilización del término “privado” en este último sentido no implica lo mismo respecto a los usos que distinguimos más arriba, especialmente como no relativo al interés general. Las universidades en esta última acepción ¾también las universidades “privadas”¾ son “públicas”.
¿Que quiere decir “público”? Primordialmente un ámbito en el cual se puede ser visto y oído por todos. El mundo “privado” está privado justamente de dicha publicidad, de esa condición de aparecer y mostrarse a todos. Hay actividades humanas que solamente pueden ser llevadas a cabo sea en soledad, en presencia de nuestros íntimos o de aquellos que nosotros elegimos. Pero hay otras actividades que necesitan mostrarse de manera irrestricta ante todos. Son actividades que pretenden representar el interés general, y esa pretensión tiene que legitimarse públicamente.
En la modernidad, el interés general no es algo transmitido, como el bien común en las sociedades tradicionales. Se construye como producto de la deliberación de todos, en primer lugar, de aquellos directamente interesados o concernidos por los respectivos asuntos. Si esto es así, las universidades ─estatales y no estatales─ debieran constituirse como espacios deliberativos en los cuales los directamente interesados¾ profesores, estudiantes y funcionarios¾ logren un acuerdo sobre el interés general y las formas de llevarlo a cabo.
La universidad es una institución que constitutivamente requiere un clima de libre discusión, donde haya reglas claras que permitan establecer una jerarquía basada en el mérito y en la cual las políticas sean producto de la participación de sus distintos actores. Chile no tendrá un sistema de educación superior que esté a la altura de los desafíos que enfrenta sin un marco regulatorio para universidades estatales y no estatales que cautele las condiciones en las que pueden generarse el pensamiento, la ciencia, el arte, las calificaciones profesionales y el cultivo de las tradiciones ciudadanas, tareas propias de la universidad.
José Fernando García