Premio Nacional de Literatura fallece a los 86 años_Académico de Licenciatura en Lengua y Literatura recuerda el ceño adusto de Armando Uribe

Premio Nacional de Literatura fallece a los 86 años_Académico de Licenciatura en Lengua y Literatura recuerda el ceño adusto de Armando Uribe


Camines donde camines, caminarás a la tumba”, escribía el poeta Armando Uribe Arce. Hastiado de todo, falleció este jueves 22 de enero a los 86 años. Escritor y abogado, galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 2004, dejó de existir a causa de una insuficiencia respiratoria. Uribe deja un particular legado de su vida y obra desde que comenzó a publicar en 1954 con su poemario “Transeúnte pálido”. Fue con la publicación de “El engañoso laúd” (1954), que dio paso a una producción de más de 40 títulos marcados por un absoluto descontento que no escondía en cada oportunidad en que recibía a periodistas, colegas y lectores en su departamento del Parque Forestal. Odioso y arisco, cultivaba una imagen casi dramatúrgica de misántropo.

El autor de “Por ser vos quien sois” (1989), “Verso Bruto” (2002), “De Muerte” (2004) o “Las críticas en crisis (2004)” marcó a generaciones de coetáneos y también a los más jóvenes que se acercaban a su literatura a partir de su fama de ogro. Curiosamente, siempre fueron bien recibidos por el autor del ceño adusto.

Para el poeta Gonzalo Rojas, profesor de la carrera de Licenciatura en Lengua y Literatura de la UAHC y conductor del programa de entrevistas a escritores “Ojo por Ojo”, la muerte de Armando Uribe es sin duda una gran pérdida dada su categoría y particular estilo, también por su señera crítica política y social. “Lo conocí cuando estuve en la universidad y desde ese momento me hice fanático de su poesía y sus textos raros. Era un poeta que experimentaba mucho con su trabajo desde el formato, su escritura y los temas contingentes que trataba. Escribió un libro-carta abierta a Patricio Aylwin y al director de El Mercurio, Agustín Edwards, en plena década de los noventa. Fueron dos libros muy relevantes que lo retratan perfecto ya que siempre fue un descontento”, señala el académico y doctor en filosofía.

Respecto a su estilo, Rojas reitera que Uribe poseía un descontento absoluto. Eso le valió –dice- que lo catalogaran de ser un tipo gruñón y punzante para decir las cosas. “Estuvo en contra de todo el mundo de la Concertación en su época. Era un tipo que rebanó cabezas, un poeta que nunca estuvo de acuerdo con esa transición democrática y desde punto de vista se refería a ellos como “los tipos que se acomodaron” y que le dieron la espalda a todo el movimiento de los setenta, ya que él fue parte de esa ola cuando fue designado como embajador en China durante el gobierno de Salvador Allende”, recuerda Rojas.

Admite, además que la poesía de Uribe era más bien metafísica y parte de un mundo propio. Creaba su propio planeta. Uno donde se entendía muy bien el tema de las culpas y la creencia cristiana, pero como un ser de carne y hueso. “Es decir, veía la poesía desde un acto de revelación humana y libre, y no como un culto metafísico. Uribe hablaba de un Jesús erótico, es decir, el catolicismo como una suerte de carnaval, donde el sujeto común y corriente se reencuentra. Esa revelación vendría siendo una suerte de eroticidad de ver la cara de Dios, pero no como ‘relación sexual’, sino más bien como una revelación. Eso no es común en la poesía chilena, se ve más en la poesía griega y española”, sostiene el académico de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.