Racismo y salud mental en la escuela: currículum y la convivencia con el compañero nuevo
(*) Por Francisco Eduardo Reyes Paz
Pocos días después de que una manifestación racista antimigrante intentara convocar (sin éxito) a grupos nacionalistas, el fantasma del racismo o la discriminación arbitraria por color de piel y rasgos físicos ha adquirido una forma que se pensaba más invisibilizada. Este tipo de discriminación, sufrida por población residente del país que no es exclusivamente migrante, sino por personas de ancestría amerindia o afrodescendiente, también se expresa de diversas formas y espacios.
En el caso de establecimientos educacionales de Cerro Navia, el trabajo en terreno realizado en el marco de la implementación del programa Habilidades para la Vida, ha constatado tratos verbal y físicamente violentos alusivos al color de piel. Esta realidad constata que en nuestro país no existe medida alguna para combatir el racismo. En su lugar, actualmente se trabajan políticas de reconocimiento que abordan deudas históricas de los pueblos indígenas e intentan regular la migración, pero que no abordan una temática que excede a una condición étnica. Ante esto, la política pública chilena no se ha sensibilizado. Es decir, no ha elaborado ningún instrumento para modificar esta situación ni ha focalizado recursos para trabajar contra este mal que afecta la salud mental escolar y la convivencia al interior de los establecimientos.
La investigación “Ser Blanco o Moreno en Chile. El impacto de la apariencia en las expectativas educativas y las calificaciones escolares” (2016) de los psicólogos Joke Meeus, Roberto González y Jorge Manzi dio cuenta de un revelador experimento: entregó a universitarios de distintas carreras y profesores de enseñanza media el mismo expediente escolar de un alumno de tercero medio, el que en unos casos iba con la foto de un joven blanco y en otros de uno moreno. Los entrevistados declararon que tenían expectativas educacionales más altas para el alumno blanco que para el moreno. En definitiva, los segundos eran considerados como “menos competentes”.
Por otro lado, el Estudio Longitudinal de Relaciones Interculturales, realizado por el CIIR (2018), destacaba los rasgos de criminalización que se adjudica a personas amerindias del país. Todos los grupos estudiados reconocen cierto sesgo negativo en el trato que carabineros otorga a personas indígenas con respecto a las no-indígenas. Finalmente, datos recopilados por la Dirección del Trabajo, cuantifican en 1644 las denuncias realizadas por migrantes y que se vinculan con discriminación y vulneración a la normativa legal, solo en el primer trimestre del año 2018.
Si bien es complejo cuantificar los costos de la discriminación a nivel general, la literatura internacional ha probado que el racismo genera pérdidas de eficiencia para toda la sociedad al limitar la productividad, restringir la competitividad del país y condicionar la escolaridad. En este sentido, el economista Gary Becker (1975) en su tesis “La economía de la discriminación racial” demuestra que esta, además de ser una cuestión de prejuicio, también implica un costo que la sociedad en general tiene que pagar pues impide reconocer a aquellos talentos, presentes en la escuela, por ejemplo, que se ven invisibilizados por factores provenientes de la discriminación.
De acuerdo con lo anterior, el racismo perpetrado contra personas por su pertenencia a otra etnia, sean éstas inmigrantes o nacionales, también tiene consecuencias reconocidas sobre la salud. En esta línea, la magnitud del factor epidemiológico de las enfermedades mentales, las han situado en los rankings mundiales y han provocado que sean reconocidas como la nueva morbilidad del milenio, convirtiéndose en una de las mayores preocupaciones públicas de salud. Por lo anterior, esto también debería ser una arista a tratar sobre la salud mental escolar, vinculando esto con su interés en la promoción del bienestar y la prevención de dificultades emocionales, sociales y conductuales en la escuela.
La real oportunidad para tratar este problema en el largo plazo, comienza en el jardín infantil. No podemos trabajar con el supuesto de que los niños son ciegos al color. En este sentido, si los dejamos solos llenando los espacios de la vida cotidiana, ellos recogerán todas las señales culturales que existen en nuestro mundo, incluyendo el racismo. Por lo cual, resulta fundamental modificar el currículum escolar de aquellos colegios con una matrícula superior al 10% de estudiantes con ascendencia indígena y/o migrante. Incentivar la inclusión y evitar la reproducción de este tipo de discriminación por medio de la focalización de contenidos que aborden la materia puede prevenir la reproducción de estereotipos nocivos para la sociedad. En esta línea se propone abordar temas de diversidad poblacional, prácticas culturales y educación cívica. Es más, la escuela es el espacio donde los estudiantes pasan la mayor parte de su tiempo, por lo cual representan un lugar estratégico de intervención en salud. Así, buscando incidir en la erradicación del racismo en la formación infantil y adolescente, de paso, disminuyen las barreras de aprendizaje y se ayuda a los estudiantes a desarrollar su potencial en la vida.
*Antropólogo del Equipo Psicosocial de Salud Mental Escolar, Universidad Academia de Humanismo Cristiano