Reflexión del Instituto de Humanidades UAHC_Reflexión en torno al movimiento de emancipación feminista en Chile
A la comunidad universitaria.
Compartimos con ustedes reflexión sobre el movimiento feminista del Instituto de Humanidades de nuestra Universidad.
Santiago, 05 de junio de 2018.-
REFLEXIÓN EN TORNO AL MOVIMIENTO DE EMANCIPACIÓN FEMINISTA EN CHILE
Frente a la irrupción de lo que consideramos una movilización estudiantil que inicia un proceso de cambio social, creemos necesario reflexionar y considerar sus implicancias.
Este movimiento pone sobre la mesa y cuestiona las condiciones de desigualdad en la interacción y organización social, instalando a la violencia de género y al saber sexista como núcleos centrales de la discusión.
Entre las formas de violencia más agresivas y que en nuestro continente se manifiestan lamentablemente a diario, se encuentra el femicidio que trastorna tanto la vida privada como la vida pública. Recordemos por ejemplo, el asesinato de Macarena Valdés y de Berta Cáceres en 2016; de Marielle Franco, socióloga brasileña, feminista y defensora derechos de afrodescendientes; y el de Olivia Arévalo, líder shipiba en Perú, entre otras. Todas ellas protectoras de los espacios culturales y naturales, víctimas del patriarcado que exacerba abiertamente los valores que encarnan la competencia y la violencia como mecanismo de resolución de conflictos; asociada a una falsa idea de la masculinidad que considera a los no blancos, a los no héteros, a los no masculinos, a los “débiles” y a los distintos, como seres inferiores.
De igual forma, esta perspectiva patriarcal de la sociedad plantea una relación de poder arbitraria y asimétrica entre la humanidad y la naturaleza. De este modo, se desarrolla un afán por la apropiación y dominio del mundo natural, fundado sobre una concepción femenina de la naturaleza y con ella un deseo de posesión y control tal como ocurre con la mujer.
Debemos reconocer que gracias a las estudiantes hoy estamos una vez más ante la manifestación de las demandas feministas que se yerguen desde siglos anteriores, y que nos exigen la toma de conciencia respecto de formas de violencia incubadas y alimentadas en la crianza tradicional y la educación sexista, que discrimina y determina la condición de nacer mujer.
Inmersos en un problema social de presencia mundial y de irrupción mediática en los últimos años, nuestro país se inserta y comparte una cultura patriarcal que regula las relaciones humanas. Esto está en el fondo del fenómeno al que asistimos y que nos empuja hacia un cambio cultural profundo que nos desafía como país.
El feminismo nos enrostra, una vez más, la reproducción asimétrica de los roles de género que propugnan, en primer lugar, la invisibilización de la economía del cuidado (maternidad, cuidado de los ancianos, niños y enfermos, entre otros; vinculados desde siglos al rol de la mujer). En segundo lugar, procuran la sexualización del cuerpo femenino y su feminización estereotipada en función de expectativas transables como bienes de consumo en mercados semióticos. En el ámbito del saber, la organización y los contenidos neutros del conocimiento sexista esconden formas de dominación que reiteradamente son invisibilizadas bajo categorías como las de sujeto, público-privado, familia y cuerpo, entre otras.
En esencia, el feminismo cuestiona la desigualdad social, los privilegios tendenciosos y el abuso de poder en espacios sociales como las instituciones, en las cuales éstas ejercen un rol de reproducción y naturalización de la desigualdad y de la instalación de la violencia como forma de resolución de conflictos. Frente a esto, las instituciones de educación no están ajenas.
Tanto universidades públicas y privadas, como otros establecimientos educativos de nuestro país se han sumado a esta nueva movilización estudiantil, demandando la reivindicación de la igualdad de derechos y denunciando el abuso, la violencia de género y el acoso sexual en diferentes ámbitos. Las exigencias son por una educación no sexista y libre de machismo. El desafío de las instituciones de educación consiste en diseñar, implementar y cautelar las condiciones necesarias para que quienes las constituyen desarrollen integral e íntegramente todas sus capacidades, sin discriminación alguna.
Es también necesario incluir las perspectivas de género en la formación de los y las estudiantes y en el ejercicio docente de los profesores y profesoras, de tal modo que la construcción de las relaciones en igualdad pase de la teoría a la práctica en todas las esferas y dimensiones de la institución. Frente a lo anterior, se hace imprescindible crear mecanismos y modalidades que con democracia y criterios transparentes regulen, evalúen y procuren espacios libres de abusos.
En este propósito en particular la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC) ha ido ejecutando acciones en pro de la construcción de una política institucional que responda contextualmente, desplegando las exigencias de cambios que la sociedad nos impone. Se trata de asumir la vida académica desde una óptica que integre de forma natural y en su amplitud la perspectiva de género.
El Instituto de Humanidades, como parte de la UAHC, recoge este desafío y se pone a disposición de la comunidad educativa (estudiantes, trabajadores/as administrativos/as, profesores/as, etc.) para reflexionar, discutir y proponer mecanismos (políticas, normativas y reglamentaciones) que procuren la transformación cultural profunda de nuestra institución y nuestra sociedad. El objetivo debe ser avanzar hacia una Universidad en donde la violencia de género, comprendidos los abusos de poder y del saber, estén erradicados de la institución en todas sus dimensiones y estamentos.
Instituto de Humanidades.
Universidad Academia de Humanismo Cristiano.