Reflexionando acerca de la Relación Pedagógica  en la formación universitaria

Reflexionando acerca de la Relación Pedagógica en la formación universitaria

Por Pablo Venegas C.
Director Escuela de Psicología
UAHC

En nuestra universidad, particularmente en las Carreras de la Facultad de Ciencias Sociales, nos encontramos abocados desde hace algún tiempo a implementar un proceso de innovación pedagógica, caracterizado por la sintonización de nuestras mallas de formación con el Sistema de Créditos Transferibles (SCT), cambio que busca el desarrollo de un “idioma común” en la Educación Superior chilena concordando y explicitando la carga efectiva de trabajo que le requiere al estudiante el logro de los objetivos de su formación profesional (n° de horas presenciales, n° de horas de trabajo académico no presenciales, etc.) y los aprendizajes a alcanzar expresados en términos de competencias. También, el SCT busca el establecimiento de un piso que facilite la movilidad estudiantil intra e inter universidades. A esta adecuación habrá que sumar muy prontamente la sintonización de los Perfiles de Egreso de nuestras carreras con el Marco Nacional de Cualificaciones, es decir, la explicitación de aquellos resultados de aprendizaje –expresados en conocimientos y habilidades profesionales- que los estudiantes debieran alcanzar en el curso y al término de su proceso formativo.

Se trata de un proceso de innovación que busca ajustar nuestras propias definiciones al lenguaje técnico y común de políticas nacionales en Educación Superior, políticas que buscan homogeneizar nomenclaturas e, indirectamente, afectar la calidad de los procesos formativos que tienen lugar en las diversas y variadas instituciones existentes en este nivel.

Pero más allá de estas innovaciones de orden técnico, exigidas y necesarias en tanto nos permiten operar y co-existir en el sistema general de la Educación Superior, nuestra Universidad cuenta con un Modelo Educativo (ME) que busca orientar –de manera sustantiva y no meramente técnica- las prácticas docentes que tienen lugar en su interior de acuerdo a visiones y valores propios de esta Universidad. Modelo Educativo de racionalidad crítica-transformadora, coherente con el lugar que como Universidad nos pensamos en la sociedad y con el lugar que, pretendemos, ocupen los profesionales que formamos.

En cierto sentido, el ME de la Universidad es el parámetro que debiera permitirnos pensar y preguntarnos acerca de la calidad de los procesos formativos que realizamos. Calidad definida desde nuestros propios principios y relativa a las dimensiones curricular, didáctica y evaluativa.

La cuestión de la calidad de los procesos formativos en Educación Superior toca aspectos de la más diversa índole -desde dimensiones relativas al diseño, la arquitectura y el espacio, hasta dimensiones propiamente curriculares y pedagógicas, pasando por jornadas académicas contratadas, disponibilidad de libros, relación entre investigación y docencia, etc. – y nos abre a un sinnúmero de reflexiones, preguntas y desafíos. Entre ellas la pregunta acerca de la relación pedagógica que se construye en los cursos que tienen lugar en la Universidad.

Abordar una reflexión acerca de la relación pedagógica, entendida como la relación que se construye entre docentes y estudiantes en la búsqueda por el desarrollo o construcción de conocimientos y como una de las dimensiones de la calidad de la educación, significa situar la reflexión no en el plano de la técnica o la metodología, sino, en primer lugar, en el plano de lo epistémico, en tanto alude a la movilización de concepciones acerca de cómo se construye el conocimiento; también en el plano de lo ético, en tanto alude a una relación que se configura a partir de la imagen que unos tienen de otros; y, finalmente, en el plano de lo político, en tanto se trata de una relación que se inscribe en idearios a alcanzar, sean de índole personal o social.

Así expresado, tengo la impresión que en general en la Educación Superior y también en nuestra Universidad, ha faltado reflexión acerca de la relación pedagógica que se establece entre docentes y estudiantes en las aulas y diversos espacios educativos que dan vida a la Universidad. Ha faltado preguntarnos más acerca de nuestra práctica de la docencia y, particularmente, acerca de las dimensiones epistémica, ética, política y también técnica, que operan en esta relación. Por el contrario, los estudiantes nos interpelan frecuentemente, en conversaciones informales o en sus petitorios, haciéndonos ver el excesivo uso de clases frontales, de transmisión mecánica de conocimientos, la predominancia de relaciones pedagógicas donde el saber, la autoridad y el poder se sitúan –exclusivamente- en el docente y donde el estudiante es concebido como un no-sujeto, el que no sabe, el que escucha, el que debe aprender, el que debe someterse al saber, a la autoridad y al poder del docente.

No significa esto que la autoridad del docente en la relación pedagógica no sea necesaria, por el contrario, sin ella es muy difícil que ocurran aprendizajes en su sentido más profundo, es decir, construcción o re-construcción de sentidos respecto a problemas o ámbitos que son materia de estudio y/o que interesan a docentes y estudiantes. Sin embargo sospecho que en la relación pedagógica propiamente tal suelen pesar más distinciones, llamémosles, de índole sociológica –el rol, la posición en la institución y las obligaciones del profesor son distintas a las del estudiante- que cuestiones de orden epistémico relativas a las dinámicas psico- sociales que favorecen el aprendizaje y la construcción de conocimientos. No me referiré por el momento a las imágenes con las que operamos los docentes en nuestros cursos acerca de los estudiantes, de las relaciones que se configuran a partir de ello y su incidencia en el aprendizaje, pero indudablemente se trata de un tema vinculado con la calidad de los procesos educativos y que ha sido ampliamente estudiado por la psicología.

Una posible manera de abrir la reflexión respecto a la relación pedagógica es entender (y nombrar) la tarea educativa de la Universidad como la “generación de espacios de aprendizaje entre adultos”. Es decir, poner el eje en la dimensión socio constructivista y relacional del proceso de aprendizaje por sobre miradas mecanicistas y lineales de orden trasmisivo. Una concepción de la relación pedagógica donde los sujetos se entienden como iguales pero con saberes y lugares institucionales diferentes.

Al respecto, quiero hacer una breve referencia al texto del filósosofo J. Rancière, “El Maestro Ignorante, Cinco lecciones sobre emancipación intelectual”. En el texto, el autor reflexiona acerca de la educación y la relación entre profesor y alumno a partir del caso del académico francés Joseph Jacotot (1770) quien desarrolló, para la época, una osada propuesta pedagógica que se sustenta en la igualdad, como principio político, entre maestro y aprendiz, en la confianza en la capacidad intelectual de todo ser humano y en el rechazo a relaciones de subordinación de una inteligencia por otra inteligencia. Cito una de sus reflexiones:
“Quien plantea la igualdad como objetivo por alcanzar a partir de la situación no igualitaria la aplaza de hecho al infinito. La igualdad nunca viene después, como resultado a alcanzar. Debe ubicársela antes.” (Ranciére, J., El Maestro Ignorante, Stgo., Hueders, 2014, p. 9).

Lo expuesto no son más que elementos que invitan a profundizar en una reflexión que, como lo señalaba precedentemente, creo que ha estado ausente en nuestras conversaciones y proyecciones en la Universidad.