Rolando Álvarez en inauguración año académico Historia _Un repaso a nuevos enfoques para entender la Revolución Rusa desde el siglo XXI
Un repaso de mirada innovadora sobre autores y nuevas lecturas acerca de uno de los principales hitos de la era moderna ofreció el doctor en historia Rolando Álvarez como inicio del año académico de la escuela respectiva en la Academia. La conferencia “La Revolución Rusa y la historia político-social en el siglo XXI” actualizó los enfoques sobre un episodio controvertido pero que considera unívocamente el mes de octubre de 1917 como “el momento inicial del siglo XX”, recordó el académico.
Enfocado en las principales claves del sujeto político, un aspecto a veces ignorado por detractores y militantes, Álvarez destacó la dimensión cultural de esta visión de mundo, su exportación como ideofactura y los nuevos antecedentes desclasificados por la historiografía y el trabajo de especialistas como la recientemente fallecida Olga Ulianova.
“Desde el colapso de la Unión Soviética en 1989, autores como Francis Fukuyama advirtieron que los conflictos venideros serían de índole cultural mientras que los herederos de la tradición de Marx separaban a izquierdistas y no izquierdistas a través de una tercera Vía”, agrega.
Desde los años 70, los detractores franceses de marxismo planteaban al comunismo como un estado mental parecido a la hipnosis o lo reducían en comparaciones criminales. En la misma década, otros académicos anticomunistas evaluaron procesos chilenos y a figuras como Salvador Allende con la misma vara con que se medía la experiencia de Pol Pot en Camboya. Así, la revolución se transformaba desde el discurso a una crítica reduccionista, explica el autor de “Arriba los pobres del mundo. Cultura e identidad política del Partido Comunista de Chile entre democracia y dictadura”.
Vladímir Putin y Kim Jong-un: dos tipos de popularidad
Nuevas voces de investigadores y autores han matizado sus observaciones sobre las razones del origen y caída de la Unión Soviética desde una perspectiva más amplia y propia de las ciencias sociales, incluso desde Latinoamérica, destaca el doctor en historia. Miradas culturales, sobre la vida cotidiana y la esfera privada de estos militantes han entregado nuevas fuentes para reconstruir el proceso de la influyente revolución. Álvarez menciona el trabajo del historiador Alfonso Salgado en Chile quien ha aportado con un enfoque de género por sobre la de la militancia; a Gerardo Leibner desde Uruguay quien se ha especializado en la historia social del comunismo con un acento en el indigenismo y el español Luis Ramiro Fernández, como analista del cambio y adaptación del Partido Comunista a través de un siglo.
Si bien el estudio de la cultura política detrás del comunismo y el culto a la personalidad de los líderes se ha complejizado a lo largo de cien años, su investigación también ha permitido extrapolar algunos de estos hallazgos al análisis de las organizaciones, cree Rolando Álvarez. “Sin embargo aún estamos lejos de obtener una explicación simple y unívoca para entender mejor una de las experiencias políticas que marcaron el siglo XX”, indica este doctor en historia de la Universidad de Chile.
– Este culto a los líderes permanece como una marca del gobierno de Pionyang o del carisma popular de Vladímir Putin. ¿Cuál es el entramado que permite este atributo luego del fracaso de la revolución comunista?
– El culto a los líderes comenzó con Stalin y es una costumbre política que proviene de oriente y se proyecta como tal desde entonces. En Corea del Norte tuvo buena recepción esta idea del culto a la personalidad del líder que es algo que se aprecia desde Kim Il-sung y los días de la liberación nacional contra los japoneses hasta nuestros días con Kim Jong-un. Esto tiene directa relación con la forma en que los coreanos nacionalizaron el comunismo y lo adaptaron a su caso mezclándolo con la filosofía Juche, que es el equivalente al confucionismo en China, pero que conforma toda una concepción de mundo que a ojos occidentales nos cuesta mucho entender, como si fuesen una isla.
El caso de Vladímir Putin es un escenario propio de la Rusia de los zares. Como la figura que tuvo Stalin como “El Zar Rojo” que es algo tan potente en un país que, en rigor, no ha conocido jamás una cultura democrática. Desde el fin del régimen zarista se pasa al comunismo de la dictadura estalinista que cae el año 1992 para tener una breve etapa institucional con Yeltsin y ahí llega Putin. Es un país que no conoce la democracia y donde el culto al liderazgo fuerte está muy integrado en la cultura política. Sobre todo si se es una figura autoritaria por que se responde a un enfoque nacionalista de recuperar la gran patria de Rusia que también marcó el éxito de Stalin. En Rusia, Putin tiene un altísimo nivel de popularidad a un nivel que es algo que también sorprende en Occidente.
– La Revolución Rusa y el comunismo fueron diluyéndose respecto a la ideología original. ¿Cómo influyó la distancia de Chile de la URSS respecto al efecto europeo?
– El Partido Comunista de Chile se definía originalmente como marxista leninista y como parte de todo ese credo, pero la doctrina del partido único, la dictadura del proletariado y el carácter científico del marxismo leninismo era otra cosa en la práctica. El caso chileno era el de un partido parlamentario, totalmente integrado al sistema, que defendía el pluripartidismo y que en términos reales iba en contra del paradigma del marxismo que era el dominante en la época. Entonces, por un lado podías sacar el carnet de buen comportamiento y te plantabas ante la madre patria soviética con un rol identitario definido, pero por el otro te comportabas como un partido más dentro del sistema político chileno.