Salir al mundo desde una ética del hacer_Psicoanalista Leticia Cantú presentó lecciones aprendidas en la Escuelita Zapatista

Salir al mundo desde una ética del hacer_Psicoanalista Leticia Cantú presentó lecciones aprendidas en la Escuelita Zapatista


Los últimos veinte años, un grupo de investigadores latinoamericanos de las ciencias sociales ha desarrollado el método decolonial, un proyecto anclado en la región que establece una perspectiva crítica a la modernidad y a la mirada etnocentrista de dominación y producción de conocimiento geopolítico que también se irradia desde Norteamérica.

La psicoanalista mexicana Leticia Cantú cree que la práctica y ética de su disciplina también puede interpelar esta mirada histórica y social desde lo local desde panorámicas clave del ADN latino como el origen de violencias ancestrales, cosmovisiones, ideales e inscripciones institucionales que determinan al sujeto y su padecer.

Convencida de que el mayor saber no lo entregan los doctorados sino la experiencia, Cantú presentó en Santiago la exitosa experiencia colaborativa del “Psicoanálisis Sur y prácticas de resistencia” que marca su labor junto a la otros especialistas que trabajan la identidad en comunidad respecto a otras propuestas tradicionales y académicas. “El taller de escritura sur es una connotación de resistencias que genera sus propias reflexiones en lugar de esperar las traducciones de autores franceses y norteamericanos que buscan “darnos la luz” del trabajo social y el psicoanálisis”, describe.

Persiste aún una colonialidad del poder que pone a Latinoamérica y el Caribe como una periferia moderna como en los tiempos en que se debatía si los indios tenían o no alma, agrega sobre “una historia de despojo en que las ricas culturas endógenas fueron reducidas a “indios” y los pueblos esclavizados arrojados al Nuevo Mundo simplificados como “negros”, despojados de sus identidades históricas y producción cultural, reducidas a razas inferiores por culturas supuestamente superiores que las presentaron al resto como “en estado de Naturaleza” o como parte del pasado”, describe Cantú sobre la decolonialidad como elemento del psicoanálisis.

Un enfoque que incluso desconfía del aura académica del oficio: “En México como en América Latina, ser psicoanalista tiene un halo de “seriedad”, por decirlo eufemísticamente. Se piensa en como intelectuales y estudiosos son demasiado serios y, en general, caen mal porque suelen ser muy acartonados. Creo que eso está cambiando gracias a estas nuevas miradas. Con esta posición que en un inicio llamaos Posición Sur y que tiene que ver con que la producción de conocimiento en la región siempre estuvo supeditada la de autores extranjeros”, reitera.

La escuela zapatista al sur del Rio Grande

Cantú suscribió a esta teoría que nace de la vivencia y dice que un día decidió trazar una línea en la arena para situarse al lado sur del Río Grande y a una reflexiva distancia de otros autores. Más específicamente en el corazón donde llegan las venas de América Latina. La psicoanalista fue una de las 6 mil matriculados de la “Escuelita Zapatista”, un inédito proyecto de autodeterminación y comunicación con el que el EZLN reunió desde el 2013 a profesionales, dueñas de casa, artistas y líderes de opinión en las casas de los campesinos de Chiapas para conocer desde dentro la sui generis revolución con la finalidad de “salir al mundo desde una ética del hacer”, señala Cantú.

Estos intelectuales allegados se plegaban a las dinámicas de subsistencia, idioma y costumbres de los zapatistas para integrar el modo de vida a distintas disciplinas. En el caso de Cantú, al psicoanálisis.

“Podías encontrar todo tipo de profesiones: escritores, politólogos, amas de casa, sicoanalistas músicos, actores, sicólogos a quienes los zapatistas se propusieron enseñar su geografía y centros de trabajo. Vivir la autonomía de esta revolución que en el fondo es una forma de vida en comunidad. Nos pasaron los 3 libros que se han editado aquí y que debíamos leer como parte de las actividades cotidianas. También hacíamos tortillas, estudiábamos y realizábamos trabajo agrícola. A cada uno nos asignaban un wotan, que en lengua zotzil quiere decir “guardián del corazón” y que es una persona que te acompaña, te cuida en todo momento como una sombra y que nos ayudaba con las diferentes lenguas que hay en el estado de Chiapas. A mí me tocó una niña de 16 años que estuvo conmigo todo el tiempo en esta comunidad donde no había luz, ni alcantarillado. La comunidad era precaria y pequeña, pero que lograba total autonomía. Era una maravilla”, recuerda.

-¿Cómo cree usted que este “doctorado rural” transformó su trabajo como psicoanalista?
-Si lo reflexionas bajo el prisma del pensamiento decolonial, el cambio fue muy relevante porque modificó totalmente mi clínica sicoanalítica. Estos cruces del trabajo concreto y cotidiano nos hace preguntarnos cómo salir de una prisión egocéntrica. Para volverse psicoanalista además de estudiar, es fundamental haber hecho la experiencia del análisis y la transmisión de un saber es un acto psicoanalista, pero es mucho más complejo saber cómo concluirlo pues la verdadera meta final del psicoanalista es quedar destituido. En ese sentido lo que los zapatistas hicieron es una gran enseñanza sobre la transición del acto de su economía política social y su manera de insertarse en el mundo. Lograr transmitir eso es lo más valioso. El caso zapatista es uno en plena decolonizacion. Una forma hegemónica de hacer conocimiento, sobreponiéndose a las otras formas de producir conocimiento y eliminando la intersubjetividad.