Salud mental e infancia transnacional_Otras precariedades y fortalezas del desplazamiento del niño/niña migrante
Un nuevo entorno, un clima diferente, un idioma extraño y, a veces, un mal recibimiento, suele ser un duro golpe para el /la migrante que cambia su realidad conocida para probar suerte en Chile. En el caso de los/las extranjeros/as que viajan con sus familias, las brechas que se generan socialmente ante sí, aumentan esa desigualdad cuando se trata de los/las niños/as en esta condición de paso. Ya sean los que llegan con sus padres o bien los que se quedan en un extremo del destino formando familias transnacionales.
Una reciente publicación de la Sociedad Chilena de Pediatría compara la salud física y mental de los/las niños/as migrantes y los locales para evidenciar diferentes problemáticas. Los ambientes inseguros, las condiciones sociales adversas y la precariedad en general, suelen desembocar en patologías mentales que son consideradas urgencias globales. En el reporte de Niñez de las Naciones Unidas 2016 titulado “Estado Mundial de la Infancia: una oportunidad para cada niño” se indica la importancia que reviste el derecho a “nacer y crecer en un espacio familiar, comunitario, socio-cultural estable, seguro y que ofrezca oportunidades de crecimiento sano y permanente”.
¿Está nuestro país siguiendo esas directrices éticas y culturales?. Si difícilmente se hace con los adultos que migran, difícilmente podría reconocerse una acción institucional que proteja a los hijos e hijas de los migrantes, cree el psicólogo de la UAHC y especialista en salud familiar, Esteban Muñoz. “Estos niños/as y jóvenes enfrentan retos materiales a los que se suman la falta de acceso a la atención médica, a los servicios sociales y otras latencias como barrios inseguros o contaminados a los que los chilenos más pobres pueden acceder en la periferia o zonas de sacrificio, ante las carencias de la legislación ambiental”, señala.
Estos factores de riesgo conllevan una fuerte carga de estrés psicosocial derivado del desplazamiento forzoso o voluntario. “Muchas veces, la migración implica una separación radical de la familia, los amigos y las redes de apoyo de estos menores que se ven, incluso, despojados de su cultura”, estima el profesional.
Soluciones integrales
Desde el Centro de Atención Psicológica (CAPS) de la Academia, Javiera Quezada, psicóloga y coordinadora del área de Salud Mental Intercultural de este servicio comunitario, explican que, en Chile la deuda de la salud mental acompaña a la población local y migrante como una pesada carga que los centros asistenciales públicos no pueden sostener. “Los Centros de Salud Mental y familiar tienen sendas listas de espera, a las que se suma una falta ya sabida de centros especializados. La situación de los migrantes es compleja cuando, por ejemplo, no pueden optar a un número de RUT y, en consecuencia, a la atención de salud mental al no ser considerada ésta como una emergencia vital. Esto disminuye drásticamente las redes a las cuales puedan ser derivados”, señala. Es dentro de este escenario donde el CAPS abre un espacio necesario para la comunidad que se integra a otras iniciativas integrales como la escuela de español para haitianos de la Escuela de Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación, plantea Quezada.
Respecto a los niños y aquellas patologías relacionadas con su salud mental tras emigrar de sus países, la especialista añade que las investigaciones del ámbito demuestran que los/las niños/as extranjeros que llegan al país con sus familias sufren mucho más fuertemente este impacto. “Esto tiene que ver con que ellos no eligieron toda esta ruptura, estos duelos y estas separaciones. Entonces toda esa situación puede constituir en ellos todo un problema, más aun cuando sabemos que, eventualmente, en las escuelas pueden ser discriminados o sufrir de bullying o racismo”, explica la coordinadora para quien la resiliencia que pueda traer consigo un menor de edad migrante es un recurso relativo. Algo que dependerá de cada niño/a, pero que se ve superado por diferentes condiciones como la manera en que se da esta migración, el lugar de origen o las condiciones materiales en las que se llega a un nuevo país.
Habilidades y fortalezas para la migración infantil
La psicóloga clínica Anubis Mendoza es de nacionalidad venezolana. Entiende de primera mano lo que es llegar a un nuevo país, desempeñar una profesión donde la idiosincrasia exige partir de cero y, en particular, cómo es el espacio escolar en esta materia. Ella es parte del equipo del proyecto Habilidades para la vida de la Escuela de Psicología de la Academia. La iniciativa de intervención y acompañamiento para escuelas estudiantes, profesores y familias que opera en 21 establecimientos de la comuna de Cerro Navia incluye profesionales de la Academia que se hacen cargo de controversias y apoyo en cuanto a la convivencia escolar y la salud mental de niños y niñas en general. La comuna cuenta con un 11% de niños migrantes.
Mendoza es coordinadora territorial del programa y se ha especializado en niños migrantes a través de postgrados en psicología de la conducta y psicología comunitaria. “Como equipo solemos ver como este espacio de diversidad trae dificultades en la adaptación producto de las diferencias culturales. Si bien el adulto debe adaptarse a una sociedad muy diferente de la que provienen , los niños viven esta misma dificultad en un entorno escolar del que desconocen reglas, prácticas y roles”, señala la psicóloga.
Explica también que gran parte de estas falencias tienen que ver con la falta de orientación del migrante sobre prestaciones de servicios y dificultad para identificar esas ayudas técnicas. “Mi recomendación prioritaria siempre ha sido que las oficinas de migrantes de las comunas puedan hacerse cargo de esos niños de las escuelas que ni siquiera cuentan con una cédula de identidad ni un RUT provisorio. Los colegios tampoco han podido derivar a estos niños y niñas como una urgencia legal y hemos sabido de casos de personas que pueden legar a cumplir dos años en Chile sin conseguir estos documentos. La principal traba en ese sentido es la desinformación”, cree Mendoza sobre esta anomia creciente que afecta el ambiente escolar y se transforma en dificultades a nivel conductual y comportamientos disruptivos como producto una posible discriminación racial o el bullying.
Las consecuencias, plantea la profesional, pueden llegar a afectar a las escuelas que intentan ser espacios de integración: “Estamos al principio de un proceso de inclusión mayor que se nos aleja en la medida que pasa el tiempo sin obtener resultados ni espacios adecuados ni atención en salud mental para estos chicos y chicas. Es algo que puede desbordarnos en el futuro y llevar a las escuelas a un colapso”. A modo de solución Anubis Mendoza, cree que una buena medida es fortalecer la capacitación de profesores en la identificación y trato de estos nuevos y nuevas estudiantes que provienen de otras culturas.
Una preocupación que trasciende el trabajo del Cesfam para el egresado de psicología UAHC y magíster en Educación Emocional, Esteban Muñoz. Sostiene que es complejo para los niños y niñas migrantes el período de adaptación a la cultura chilena y que en ese lapso se dan síntomas ansioso- depresivos ante los cuales es muy importante realizar una cercana observación para calibrar un acompañamiento o intervención. En particular en la escuela con profesores o sus padres y cuidadores o familiares”, aconseja.
“Los profesores mejor que nadie saben que, en ocasiones, se puede poner un poco complicada el aula con la diversidad de culturas. Sin embargo, esto mismo es una oportunidad para que los niños y niñas puedan intercambiar conocimientos culturales, trabajar la tolerancia, dialogar y –de paso- aligerar esa eventual ansiedad y depresión que genera el cambio”, agrega sobre un enfoque que exige considerar en todas sus dimensiones a los niños y niñas migrantes. No sólo la social o la material, sino una que tenga muy en cuenta su salud mental.