Seminario expuso la precariedad del Trabajo en Domicilio
La ausencia en el Código del Trabajo y la invisibilidad historia fueron algunos de los temas tratados en “Seminario Internacional Trabajo en Domicilio. La globalización y las nuevas formas de trabajo”. También se trataron los casos de los trabajadores textiles en Uruguay y Argentina.
No hay que ir muy lejos en nuestros recuerdos para encontrar esa imagen de una persona trabajando en su casa para generar recursos y alimentar a la familia. Una labor, mayoritariamente realizada por mujeres, con escasas o nulas condiciones, y que históricamente ha sido invisibilizada.
Para abordar este tema, la Universidad Academia de Humanismo Cristiano realizó el “Seminario Internacional de Trabajo en Domicilio”, cuyo objetivo es tomar conciencia de las vulneraciones que vive un porcentaje importante de la masa laboral del país.
“No es nueva esta situación, ya en 1907 se discutía. Incluso hay una cita del Ministerio del Trabajo donde se hablaba de la precariedad del Trabajo a Domicilio”, expresó Gerhard Reinecke, especialista en políticas de empleo para el Cono Sur de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
“La pobreza no es una situación casual, es el resultado de la política económica de nuestros países en Latinoamérica. En la dictadura militar, cuando se crea el Código del Trabajo, las trabajadoras a domicilio quedaron fuera de él. Nosotros buscamos la reincorporación al Código y luego que por ley se regule al trabajador textil domiciliario”, expresó Patricia Coñomán, presidenta de la Confederación Nacional Textil (CONTEXTIL).
Una de las labores es crear redes que les permitan llegar a tener un sindicato por comuna y así acceder a formar una federación. Y con esto, poder acceder a su máximo anhelo: un tarifado nacional.
“Hay que aumentar las redes y crear sindicatos para fortalecernos. No somos trabajadoras independientes sino dependientes de grandes empresas que lucran con nuestro trabajo”, añadió Coñomán.
Sin embargo, las grandes empresas no los contemplan como trabajadores propios debido a la legislación y, de paso, porque se ahorran el pago de cotizaciones de salud, AFP y otros beneficios que poseen los empleados formales.
A eso se le suma que la mayoría son mujeres que desde siempre han sido discriminadas en el campo laboral, pese a que cada vez son más las que deben tomar el rol de “jefa de hogar”.
“La mayoría de la gente que trabaja en el mercado informal son mujeres y niños. Y la sociedad no acepta, en el fondo de su corazón, la equidad de género. Somos más del 50% de la mano laboral en el mundo y generamos la décima parte, pero sólo ostentamos la centésima parte de las propiedades”, manifestó la encargada de la Escuela Sindical de la UAHC, Carmen Espinoza.
Por eso, la labor es nada fácil en una sociedad inminentemente capitalista, donde está depreciada la producción local y se beneficia la importación de artículos de baja calidad, pero a un menor costo.
“Hay que tener en consideración que la Reforma Laboral que se está impulsando empeora la calidad del trabajador y es una validación del Código del Trabajo elaborado en dictadura… CONTEXTIL no sólo debe organizar a las trabajadoras sino también impulsar un cambio de conciencia”, detalló la investigadora de la Fundación SOL, Carla Brega.
La realidad uruguaya y argentina
La realidad de los trabajadores textiles no es igual en todo el continente. Un caso digno de imitar es el que se vive en Uruguay, donde los trabajadores a domicilio reciben remuneraciones similares de acuerdo al trabajo que realizan, independientemente en el sector industrial en el que se desempeñen.
“Podemos hablar de Trabajo en Domicilio, pero es imposible hacerlo si no lo hacemos de manera global. El que trabaja en fábrica después puede ser a domicilio, por eso hay que pensar de manera conjunta cómo salir de este modelo”, expresó la secretaria del Sindicato Único de la Ajuga, Flor de Liz Feijoo.
Esta agrupación aglomera a todos los trabajadores textiles en suelo uruguayo, y esa fuerza les permitió en 2011 promulgar una ley donde se trata especialmente este caso.
“Como Sindicato único nos interesa seguir reformando en conjunto. Hay que cambiar la situación en el resto de Sudamérica o los empresarios que están en Uruguay se van a venir a Chile u Argentina. También debemos aprender sobre los costos de la cadena de suministro para saber cuánto se puede ganar”, añadió Feijoo.
El caso argentino es incluso más extremo que el de Chile. En la década de 1990 este trabajo empezó a ser realizado mayormente por migrantes, especialmente bolivianos. Y trabajaban más de 16 horas, pero no por un sueldo sino por un plato de comida.
“Los indicadores dicen que hay 300 mil personas en este tipo de trabajo en la provincia de Buenos Aires. Talleres donde la gente trabaja y también vive. Y donde la falta de seguridad ha provocado la muerte de varias personas”, comentó Juan Vásquez, de la Central de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).
“El problema está en la naturalización de la precariedad del trabajo. Por eso, suponemos que hemos avanzado en el tema de seguridad y sanidad. No hay que cerrar los talleres sino meter derechos en ellos”, dijo Vázquez, que pertenecer a la cooperativa Juana Vilca.