Una crisis previa a la aparición del COVID-19_Diversas perspectivas del trabajo social explican vulnerabilidades históricas que recrudecen con la pandemia
Las decrecientes cifras de empleos de la crisis del coronavirus se cruzan con las ollas comunes al alza de diversos territorios en un mismo punto del gráfico que recuerda situaciones similares en otras crisis históricas, pero con un telón de fondo sombrío en el que la pandemia ofrece un destino incierto para todo el mundo, pero particularmente para los más pobres. Para muchos de estos sectores, el retraso en la implementación de medidas de contención han potenciado una crisis que partió siendo sanitaria, pero que se extendió a otras áreas como la educación, el trabajo, la salud mental y otras aún insospechadas.
Las cuarentenas que han tenido lugar desde entonces, también han revelado falencias en el acceso a trabajos precarios, la cobertura sanitaria o la conectividad son un privilegio para muchos y un nuevo factor de vulnerabilidad para otros. Para la profesora Susana Vallejo, docente de la Escuela de Trabajo Social de la UAHC, lo que la aparición del virus ha remarcado es una realidad que siempre se ha escondido. “Es evidente que existe una crisis social que se ha ido manifestando con pequeños movimientos, estallidos y formas de organización que están surgiendo fundamentalmente en la periferia de Santiago. Es allí donde la emergencia ha golpeado mucho más fuerte. Desde ese punto de vista deberíamos hablar de una crisis social y sanitaria que la gente ha reflejado de manera muy clara al decir ‘o nos morimos de coronavirus o nos morimos de hambre’”, plantea la profesional.
Tan severa es la situación, señala, que advierte sobre una política institucional que históricamente ha tratado de disfrazar la pobreza a través de cifras macroeconómicas y la imagen de una nación en desarrollo que es funcional a esas mismas metas industriales. “Hoy queda demostrado que hay grandes sectores que se han ido quedando completamente al margen desde hace décadas”, sostiene.
Argumenta que en ese contexto, como disciplina, el Trabajo Social hoy en día tiene un papel fundamental que cumplir, puesto que siempre ha estado contribuyendo con soluciones a los problemas que existen en la sociedad y que la aquejan a través de realidades muy precarias. En particular allí, donde el marco de acción son las políticas sociales que siempre han sido insatisfactorias, restringidas y con pocos recursos. Sin embargo, señala que existen campos de acción de esta carrera como la labor comunitaria. “Es aquí donde se puede realizar una acción de ayuda, de toma de conciencia a la población y generar mayor autonomía en la gente, de manera que se vaya considerando cuáles son los problemas urgentes que los afectan”, señala Vallejo.}
Agrega que “no desmerezco la labor que hoy se realizan los colegas de los distintos municipios, pero creo que hay que valorarlo en el contexto que estamos, que obedece a una coyuntura que estamos viviendo. Dicho eso, siento que el verdadero trabajo social se lleva a cabo favoreciendo la organización social, el empoderamiento de la población y el ir develando las relaciones de poder que existen en nuestra sociedad. Ese trabajo es un proceso que toma tiempo, pero hay que hacerlo ya”, remarca.
La mirada histórica y social
Desde el área de la gestión del gobierno, los profesores de la Escuela de Ciencia Política y RRII de nuestra universidad, Andrés Angulo y Omar Sagredo, aportan sobre el rol de responsabilidad que compete a los Estados en tiempos de pandemia como parte de la respuesta ante estas vulnerabilidades heredadas. Al respecto, el politólogo Sagredo, sostiene en cuanto a un rasgo sanitario de la crisis que, desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, Chile experimentaba constantes brotes de epidemias que afectaban con especial gravedad a los sectores más populares. Las principales enfermedades de este tipo suelen asolar a obreros y campesinos, en el marco de condiciones de trabajo de extrema miseria y dependencia. Sin embargo, asevera que la llegada al país de la “gripe española” en 1918, aceleró el proceso de acción por parte del Estado, respecto de medidas de higiene y salud pública. “Se trataba –igual que ahora- de una epidemia que comprometía a parte importante de la población debido a la ausencia de tratamientos o vacunas, al tratarse un virus desconocido”, remarca.
Al comienzo de esos años, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Tedros Adhanom manifestó su crítica respecto de la inacción de los gobiernos, respecto de la débil respuesta de algunos países en relación al avance y gravedad del virus. Por otro lado, Sagredo señala que, la contención del virus se asocia a la fortaleza de un sistema público de Salud, por lo tanto, se evidencia que el manejo de la crisis se expresa como una cuestión de derechos humanos de las personas, reforzando la idea de la protección de la vida y la salud de la población como una obligación por parte de los Estados.
Similar opinión expresa el profesor Andrés Angulo, agregando que el comportamiento de los países frente a cualquier situación implica siempre acciones tanto de política interna como externa, con un foco en los aspectos sociales de la población más carente de recursos que son en realidad los que más sufren en tiempos de guerra o pandemia. “En el caso de las políticas internas, considerando situaciones pasadas como la peste negra (siglo XIV) o la “gripe española” (1918), estas generaron cambios en la sociedad, en materia de las condiciones sanitarias y en la búsqueda de la reactivación de la economía y tales medidas se tomaron o adaptaron dependiendo de las condiciones propias de cada nación en aquel momento. Por otra parte, en el plano externo, los Estados forman parte de un sistema el cual establece ciertas normas y a los cuales cada país los puede acoger o establecer otros parámetros de comportamiento, en otras palabras actores principales y secundarios y sus relaciones de poder”, explica
La conectividad esquiva
El influyente biólogo chileno Francisco Varela intuía escenarios clave como los que estamos viviendo al plantear que “cada vez hay más evidencia que la sobrevivencia del más apto, es el que es más apto a cooperar”, explica la profesora de la Escuela de Antropología, María Consuelo Biskupovic. En oposición a la idea de un mercado neoliberal resolviendo las carencias de sus estratos medios y bajos, las ollas comunes e iniciativas cooperativas en busca de resolver un problema urgente como el hambre, dan cuenta de una crisis del modelo. En contexto, la Dra. en Antropología de la Universidad de París, señala: “De la tensión generada por un confinamiento obligado para “salvar vidas” versus un hambre creciente, ha emergido un movimiento territorial cooperativo que muestra lo alejado que está el Estado social. La necesidad de tomar medidas políticas para enfrentar la pandemia que conjuguen la existencia actual, real, efectiva y funcional de redes locales territoriales con la necesidad de mantener el distanciamiento social es urgente”.
Observa que las personas han actuado antes de que respondan las políticas institucionales. “Estas respuestas, nuestros comportamientos, son sociales, colectivos, culturales, son locales y globales o glocales. La manera en que nos estamos comportando, y más específicamente, en que los barrios y comunas más vulnerables están respondiendo a esta crisis, es a través de la rearticulación de redes territoriales”, señala sobre una acción creciente en esa materia.
Desde una perspectiva del derecho, la abogada de la UAHC, Lorena Escobar, cree que si bien el derecho no recoge una categoría de clase como tal, si entiende la relatividad de la realidad material y social de un empresario o un ciudadano según sus ingresos, a diferencia de una visión sesgada de las élites. “El Gobierno, dada su composición endogámica, ha fallado completamente en identificar ese y otros elementos para describir a este sector, el descontento nos permea a todos por igual, aunque no todos experimenten la crisis en la misma magnitud y esa conciencia de colectivo no está ni siquiera en el radar de la autoridad”, explica la académica.
Por otro lado, Hace algunos días llamó la atención el caso de una estudiante de primer año de Química y Farmacia de la Universidad Austral, que para acceder a las clases virtuales que imparten sus profesores debía subirse todos los días al techo de su casa para obtener algo de señal de internet. El caso evidencia la brecha existente en temas de conectividad, que tanto para estudiantes como para aquellos y aquellas que ejercen el teletrabajo, no se consideraba un bien de primera necesidad hasta hace unos pocos meses. En estos tiempos donde la educación a distancia cobra una relevancia fundamental, este aspecto técnico se convierte en un nuevo fallo del sistema de protección social.
Así lo expone María José Levicán, trabajadora social y parte del programa Habilidades para la vida, de la Escuela de Psicología UAHC. “Se trata de una realidad que atañe principalmente a los sectores populares de nuestro país, donde el participar de clases virtuales se ve dificultado o imposibilitado debido al escaso o nulo acceso a internet o computador”, afirma la académica.
Coincide con ella el profesor, Tuillang Yuing-Alfaro, filósofo y académico del Doctorado en Educación, quien cree necesario distinguir el debate sobre la conectividad y definirlo como “un mito” según el cual el acceso a internet es universal para todos. “Esto ha quedado desenmascarado y revela la arbitrariedad y lo excluyente de todos aquellos servicios, productos e instancias que hacen de internet la garantía de su disposición, y que delegan en el usuario –ya sea como estudiante, ciudadano o cliente–, la capacidad, los recursos para el acceso y las habilidades técnicas para ingresar a esta modalidad de interacciones”, dice sobre una primera dificultad que la sociedad de la información está pasando por alto.
Finalmente, Susana Vallejo, cree que las principales urgencias sociales si bien hoy en día están en el ámbito de la alimentación y la Salud, lo que nos está mostrando esta pandemia es que aspectos como la vivienda también deben ser abordados en el corto plazo, ya que en muchos casos se ha visto sendos problemas de hacinamiento, con respectivas consecuencias ligadas a no sólo al aspecto sanitario, sino de salud mental y la violencia intrafamiliar. Asevera que, independiente de la crisis sanitaria que se vive, esta situación desempolva una vez más los mismos problemas de hace casi un siglo en diversos frentes.
“Si tú miras las historias de las poblaciones en Chile podrás detectar que lo que la gente hacía siempre era unirse para solucionar problemas básicos de vivienda, luego de alimentación y luego de Educación. Estamos en el 2020, han pasado más de 80 años y se sigue repitiendo la misma historia. Hay que ayudar a buscar respuestas sobre qué explica esta situación y ahí llegaremos inevitablemente al modelo económico, lo que ya es otra discusión más larga y cargada de ideologías, pero es la forma de ir haciendo tomar conciencia a todos que los cambios se deben generar de una vez por todas”, sostiene.