Una oportunidad de cambiar la escuela tal como la conocemos
(*) Por Macarena Covarrubias Delzo
La educación a nivel mundial se ha visto afectada por enormes cambios producto de la crisis sanitaria del coronavirus, pasando de la educación presencial tradicional a un escenario de enseñanza y aprendizaje virtual, donde la escuela y el hogar se han transformado en un mismo espacio. Esta situación, ha evidenciado la realidad inequitativa que viven muchos/as estudiantes fuera de las aulas, donde un gran porcentaje de ellos y ellas provienen de familias de bajos ingresos económicos. En tales casos, llevar la escuela a casa enfrenta a nuestros/as estudiantes a una brecha importante a la hora de contar con una instancia normal de educación como la que brindan los establecimientos educacionales en materias como la tecnología o conectividad necesarias para el aprendizaje online.
Este es un enorme desafío que pone en juego la equidad -y ciertamente evidencia la desigualdad –- educativa que puede tener consecuencias que alteran la vida de los estudiantes vulnerables, que afectan su proceso de enseñanza-aprendizaje y su desarrollo integral, abordando también, sin ser menos importante, lo socioafectivo.
Lamentablemente, las escuelas que cuentan con todos los recursos económicos y que pueden invertir y ofrecer una experiencia académica virtual que sea favorable para continuar con el proceso formativo escolar de nuestros/as estudiantes es mínimo. No es común ver a estudiantes que cuenten con dispositivos electrónicos que les permitan conectarse a cualquier hora del día para asistir a sus clases virtuales, o bien, para realizar las guías de trabajos enviadas por sus docentes, pues deben compartir el computador con su padre/madre que trabajan también en forma remota, o con hermanos/as y/o familiares que viven en el mismo espacio; contando en el mejor de los casos con un computador en el hogar. De igual manera, se ha evidenciado que una alta cantidad de nuestro plantel docente no sabe cómo diseñar clases y recursos didácticos online funcionales a los objetivos de aprendizajes, y muchos han comenzado ahora a autoformase en este sentido, siendo orientado en la mayoría de los casos por sus mismos/as estudiantes.
En síntesis, son muy pocos los establecimientos educacionales que en su trabajo cotidiano pedagógico estimulan la alfabetización digital. La realidad, es que la mayoría de las escuelas o liceos no están preparadas para este cambio que permite reconocer que el acceso desigual a internet es tan sólo uno de los muchos problemas que enfrenta nuestro sistema educativo a nivel nacional. Pues la problemática no solo se centra en la carencia de insumos básicos para clases online, como un computador o conexión a internet, sino que el poco acompañamiento/orientación en el proceso educativo. Un ejemplo de esto último son las familias inmigrantes cuya lengua madre no es el español, y que deberán averiguar cómo participar en la educación desde el hogar con programas en español. Ese es el caso de la comunidad migrante haitiana. Y es a los maestros/as a los que le ha tocado el gran desafío de enseñar en un espacio virtual, fuera de las aulas, considerando todos estos factores. Ahora, esta gran sobrecarga se le asigna al/la docente, teniendo que hacerse responsables de todas esas variantes y con todos los retos que esto conlleva.
Es en este contexto donde se presenta uno de los principales desafíos que atañe, directamente, a nuestro rol docente: elegir entre una plataforma virtual para impartir conocimientos y objetivos de aprendizajes establecidos por los programas de estudio, con las largas guías de trabajo, clases asincrónicas con power point poco interactivos y diapositivas que contiene una gran cantidad de texto y evaluaciones poco contextualizadas, o bien, utilizar la plataforma virtual de una manera más didáctica y dinámica a través de la creatividad.
Tras el cierre de nuestras escuelas y liceos efecto de la crisis sanitaria y el proceso de cuarentena que vive la mayoría de las regiones de Chile, la educación virtual no ha logrado incentivar suficientemente a estudiantes de todos los niveles escolares para que trabajen en esta modalidad y sean más activos en su propio proceso educativo. Ciertamente, uno de los principales retos del trabajo online, es promover la autonomía y responsabilidad en los/as estudiantes sobre el trabajo en casa y que cumplan, progresivamente, con actividades fuera de las reuniones virtuales y avancen por sus propios medios en cuanto a contenidos, lecturas complementarias, o bien, en la realización de ciertas evaluaciones.
Muchos/as docentes se preguntan qué hacer para captar su atención y generar instancias de aprendizajes acordes con nuestro currículum vigente, pero con experiencias significativas, basadas en la participación de nuestros/as alumnos/as detrás de la cámara web, en el diálogo, en la inclusión y respeto por el otro; en síntesis, un proceso de enseñanza y aprendizaje con espacios de conexión más dinámicos, participativos y colaborativos que generen instancias de metacognición y los/as estudiantes sean actores centrales en su propio proceso pedagógico. Esto resulta aún más desafiante si todos los actores de este proceso no cuentan con las herramientas básicas para continuar su formación escolar en casa, en el contexto de crisis sanitaria traducido en una cuarentena.
En otras palabras, esta nueva experiencia educacional, un tanto forjada y poco preparada, a la que se ven enfrentados docentes y estudiantes y que se ha transformado en una crisis educativa, está siendo implementada con medios digitales en la mayoría de colegios y liceos sin haber asegurado las habilidades informáticas de todos los actores (docentes y estudiantes) y los medios necesarios para desarrollar la educación virtual, como por ejemplo el contar con cuentas de distintas plataformas que permitan la realización de clases virtuales. Entonces, la pregunta que debemos realizarnos es: ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo innovar en este contexto?
Hasta el momento, las respuestas obtenidas por parte del Ministerio de Educación en cuanto a cómo las clases virtuales pueden garantizar la continuidad del proceso educativo, no consideran y no dan respuestas a las necesidades de todos los estudiantes de nuestro país. De manera sistemática, los actuales discursos de Ministros de gobierno, como el de educación, parecieran estar cada vez más alejadas de la realidad de nuestro país, de nuestro sistema social y de educación, y sus respuestas no dan solución real a la problemática de nuestros/as estudiantes: el derecho a la educación; y esto conlleva de su parte, garantizar las mejores condiciones de manera igualitaria para vivenciar el proceso de enseñanza-aprendizaje.
No sólo es un discurso cuestionable en términos educativos, sino que además encubre el hecho de que en nuestro país la educación virtual no es accesible a todos. Cuando decidimos realizar actividades en línea, un grupo importante de estudiantes queda excluido. Entre otros, quienes no tienen posibilidad de acceder a un computador o a una conexión de internet de alta calidad. Por otro lado, desde abril hasta la fecha, hemos visto como nuestros/as estudiantes reciben guías, asisten a clases sincrónicas online, ven clases asincrónicas grabadas en diferentes plataformas, contactan a sus maestros/as por email o WhatsApp, siendo los profesores y profesoras de nuestro país gestores de estas instancias de aprendizajes sin contar con capacitaciones al respecto o una orientación adecuada. Simplemente, un proceso de autoformación con horas dedicadas fuera del horario laboral.
Es por esto la relevancia del rol docente en estos tiempos, de su compromiso y profesionalismo, de su preocupación por el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus estudiantes para seguir orientado su construcción como sujetos integrales dentro de la sociedad. Si bien la inequidad que se evidencia en todo este proceso educativo menoscaba el apropiado desarrollo de todos/as en una misma escala, es el maestro y maestra quien está verdaderamente comprometido por propiciar estas instancias de aprendizaje y crecimiento.
En síntesis, es el docente en aula, un espacio ahora virtual, el actor preocupado por generar instancias de relaciones interpersonales con sus estudiantes que trasciendan la pantalla, de generar espacios de contención, de desarrollo de habilidades, de aprendizajes significativos utilizando diferentes metodologías, diferentes didácticas y diferentes maneras de abordar la tecnología en la realización de sus clases, conjugando todo esto con la generación de secuencias de aprendizaje y con actividades que logren motivar a sus estudiantes para participar activamente en su educación. Ciertamente, sin olvidar, el trabajo emocional y que muchas veces, si no es en la mayoría de los casos, también se realiza, tanto con sus estudiantes, como con apoderados y familiares.
Si bien la experiencia en este proceso de clases online nos va a ir dando poco a poco más herramientas para utilizar de manera efectiva en el proceso de enseñanza-aprendizaje virtual, indudablemente, en el largo plazo, debemos como ciudadanos activos y transformadores de nuestra sociedad, y lo que conforma a su vez nuestro deber social, instalar un modelo de educación que cuente con las variantes suficientes para evitar que sucumba ante la crisis, que reduzca significativamente las desigualdades sociales como las que ha dejado en evidencia esta crisis sanitaria. Sin lugar a dudas, este tiempo de cuarentena es una gran oportunidad para cambiar la escuela que conocíamos y para pensar nuevamente en nuestras prácticas docentes.
(*) Coordinadora de Práctica Docente, Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación Universidad Academia de Humanismo Cristiano