Universidad gratuita
Te invitamos a leer el articulo de opinión de Alejandra González Celis, docente de la Universidad Alberto Hurtado y Diego Portales, publicado recientemente por The Clinic online, en el cual sitúa a nuestra casa de estudios como referente de lo que debiera considerar la discusión de la Reforma Educacional
Universidad gratuita
Por Alejandra González
El martes recién pasado, Marcelo Garrido, que por esos días terminaba su decanatura de Arte en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, me invitó a un homenaje a Joan Jara y a Juan Radrigán. A ambos se les conferiría el titulo de profesores eméritos.
Yo estudié en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ahora hago mi doctorado en la Universidad de Chile. Además hago clases en la Universidad Alberto Hurtado, en la Diego Portales y también en la PUC.
¿Qué esperaba yo de un homenaje realizado por una Universidad donde dos personajes serán ensalzados por la institucionalidad? Esperaba un auditorio, esperaba formalidad, discursos. Esperaba un cóctel al final.
Que conste que yo no provengo de las “ciencias duras”. Yo provengo de las ciencias sociales, pero además soy poeta. Digo esto para que se me caricaturice en el sector “abierto de mente”. Pero yo esperaba una estructura predecible. Un formato donde hay actores definidos. La universidad como una cosa media sacrosanta. Los homenajeados y nosotros: el público. El resto.
Cuando llegué a la calle Huérfanos buscando la numeración de la Facultad de Arte, me encontré con unos chiquillos tocando canciones de Víctor Jara en la esquina, me paré un rato a verlos. Tocaban bien. Pero ya era la hora y tenía que ir al homenaje. Tenía que “entrar”.
Entré a la facultad y otros cabros actuaban en el pasillo, maquillados. Me abrí paso entre ellos y llegué a la garita de lo que supuse era la recepción de la Universidad.
– Disculpe ¿dónde es el homenaje a Radrigán y la Joan Jara?
– Es en todos lados.
La fractura
Entonces, abrir los ojos y desandar. Y entender que lo de afuera era lo de adentro y así. Y salir y comenzar a intuir. Porque era ridículo preguntar dónde estaba el homenaje si veía correr a un grupo de 10 o más niñas vestidas de rojo. Seguirlas. Observarlas. Llegar a la Plaza Brasil, mirar, mirar a otros ojos. Esperar. Masas de rojo que se mueven para un lado, que aguardan. De pronto se abre la puerta de Espiral, al lado del Galpón Víctor Jara. De adentro sale Joan Jara y Radrigán. Y Marcelo, mi amigo decano.
Y al salir comienza explotar el aire. La masa roja que se acerca, que gesticula. Baila. Bailar se me queda corto, no tengo otra palabra para poder decirlo. Se mueven, coquetean con Joan y Radrigán, se alejan, vuelven. Los ojos de los dos se abren, se achican, se llenan de lágrimas.
Después supe que esas coreografías eran coreografías en las que Joan había participado, en el ballet Jooss y en la montadas junto a Bunster, años atrás. Pero en ese minuto no necesitaba saberlo. La cara de Joan Jara era en sí misma de un significado mucho mayor.
Joan y Radrigán van avanzando lentamente por calle Huérfanos hacia la Casa central de la Facultad. El camino está plagado de estos bailarines que como olas se acercan con coreografías diferentes. Somos cada vez más los acompañantes. Mis ojos se abren y se cierran. También se llenan de lágrimas, las lágrimas corren por mi rostro.
Más allá están los músicos que interpretan canciones de Víctor. Unos bailarines grandes, gente que no son estudiantes, también se suman al baile. A cada paso le van haciendo pequeños regalitos a Joan Jara. Que llora, baila y se ríe.
Al llegar a la Facultad aparecen los actores, la puerta está cerrada. Uno de ellos se adelanta y grita fuerte: “¡Abran las puertas del teatro que viene Juan Radrigán!”. Todos entramos detrás de él.
Están ocurriendo tres obras. Una en el pasillo de la entrada, otra en el hall central, otra en un costado. Ambas al mismo tiempo o diferente, haciendo un canon teatral. Joan y Radrigán son invitados a integrarse a las obras. Una de ellas es una especie de quinta de recreo donde se bebe y se canta, hacen un salud por los homenajeados.
Las obras continúan. Seguimos y entramos al teatro. Se proyectan documentales sobre Joan y Radrigán. El texto al servicio del pueblo. La danza en las poblaciones. Una coreografía de los estudiantes. Un montaje teatral. El decano, Marcelo Garrido haciendo un antidiscurso. Está emocionado, da las gracias a todos. Una bailarina habla y cuenta cómo Joan marcó su vida. Al finalizar la abraza. Un dramaturgo habla sobre Radrigán. Hay que leer Las Brutas antes que Las tres Hermanas de Chejov. Otro abrazo para él.
Finalmente, una académica lee el dictamen que los nombra a ambos como profesores eméritos. Plantea lo extraño que es leer ese texto jurídico en un ambiente como este. Se aplaude a ambos.
Una sorpresa antes de terminar. El músico Manuel García canta dos canciones, una para Radrigán y otra para Joan Jara.
– ¡Hay un vino de honor afuera si alguien quiere! Dice mi amigo Decano entre medio de una multitud que corre a felicitar y abrazar a los homenajeados.
La universidad
Estamos ad portas a que la Universidad sea gratuita el próximo año. Parece una locura pensar que los estudiantes podrán acudir sin tener que pagar. Sin endeudarse. Nos cuesta imaginar. La otra noche ironizábamos con eso. ¿Se imaginan qué harán ahora las casas con esas 100 o 200 o más lucas mensuales que destinaban a educación? ¡Se acabaron las hamburguesas de soya a la salida de las universidades! ¡Los estudiantes podrán estudiar y dejar de pensar en esos “microemprendimientos”!
¿Pero qué se seguirá haciendo al interior de las Universidades? ¿Qué haremos los académicos con esa “masa roja” de estudiantes que llegarán a nuestras aulas como olas deseantes? Ya antes llegaban, y la angustia del pago parecía dejar poco para conversar sobre estas cosas. Años de años demandando no tener que pagar. Yo misma salí a la calle como estudiante por allá por los 90 demandando arancel diferenciado. No nos cobren a todos lo mismo decíamos. Qué ridículo suena todo eso ahora.
Pero ahora no tendrán ese peso. ¿Qué conversaremos entonces académicos y estudiantes? Tengo toda la impresión que como académicos hemos vivido todos estos años esperando a los estudiantes. Encerrados en castillos de papers y fondos de investigación y claro, las clases. Muchas veces he escuchado cómo nos quejamos de los clientes que hemos tenido en las aulas, pero sabemos muy bien las veces en que nosotros y muchos de nuestros colegas se han comportado como vendedores de servicios.
¿Qué universidad construiremos ahora? ¿Qué rol tendremos en todo esto?
– Que esté en todos lados.
Por ejemplo yo quiero una Universidad que esté afuera y esté adentro. Que nos haga llorar y pensar, pero que también tenga los recursos necesarios no solo para declarar profesores eméritos a gigantescos como Joan Jara y Radrigán, cosa necesaria y hermosa, sino que pueda pagarles una pensión vitalicia por el aporte que han realizado a generar escuelas de pensamiento. Porque no es sólo danza o teatro el que han hecho. Porque eso ha permitido fracturar este país y su indecencia cotidiana, dejando que entre en algo la luz.
Porque son expresión de lo público
La universidad debe aportar a abrir esa luz. A dejar que entre. No es tampoco que todo tenga que pasar por la Universidad. Bien lo dice el ejemplo de Radrigán. Pero la Universidad hace algo en este país. Por presencia o por ausencia. ¿Qué hace? ¿Qué queremos que haga? Porque resulta que no es que la Universidad vaya a financiarse de la nada sino que es el dinero de todo el país con la cual financiará su pega. Cortémosla con la decisión de las familias. Es un país acá el que va a estar financiando mi sueldo. Y para qué decir que muchas de estas Universidades no tienen un origen público. Son privadas. Varias que se han comportado como públicas. Públicas que se han comportado como privadas. ¿Qué será lo público en todo esto?
Bachelet anunció el 21 de mayo que serán las Universidades del Consejo de Rectores las que serán gratis, las otra no. Como si la privatización de la educación no hubiera tenido ninguna consecuencia y no hubiera una tremenda masa de estudiantes pobres asistiendo a las Universidades privadas. Como si no hubiera privadas en el Cruch. Como si el Estado no tuviera que hacerse cargo de eso.
¿tendremos ahora estudiantes clientes en las privadas y estudiantes-estudiantes en las del Cruch?
¿es eso posible? ¿tenemos dos tipos de universidades, tres, cuatro? ¿cómo queda el escenario?
¿qué rol tenemos los académicos en esto? Tengo tantas ganas que estemos conversando sobre esto, pero asumiendo nuestro rol de trabajadores, no de una elite pensante como si eso pudiera hacerse fuera de la contingencia. Como si las teorías que desarrollamos pudieran vivir sin un suelo que les de raíz, que les infunda vida. Somos trabajadores de la academia. Y nuestro empleador está cambiando. Quiero saber cómo vamos a cambiar nosotros.