Misión imposible… o ¿la oportunidad de épica y mística de unidad constituyente?

Misión imposible… o ¿la oportunidad de épica y mística de unidad constituyente?

(*) Por José Orellana y Hernán García

Columna publicada en El Quinto Poder

Los tres millones de participantes de las primarias reguladas por el servicio electoral (SERVEL) convocados por la izquierda y la derecha, lograron resultados que no estaban (cómo varios otros) en los cálculos de las encuestas. Cada sector persuadió a un importante contingente de electores. Apruebo Dignidad a 1,7 millones de personas, con cerca de 400 mil más de quienes votaron por ellos en las elecciones de concejales. Por su parte, en la Derecha el resultado también los sorprende, pero más que en el número de votantes (1,3 millones de personas), por el seleccionado.

Es bueno recordar que sin ir más lejos el año 2013, la ex Presidenta Michelle Bachelet, fue nominada con 1,3 millones de sufragios. En esa línea, respecto de las primarias del 2017, la derecha estuvo muy cerca de mantener el mismo número de personas convocadas (a propósito de la ex presidenta). En este 2021, la izquierda sumó, al igual que en el 2017, todos los vientos a su favor despejando el espacio para que, en particular el Frente Amplio, pudiera crear-crecer en convocatoria, sumándose asertivamente el Partido Comunista. Cabe recordar que Beatriz Sánchez fue nominada con poco más de 220 mil votos y ahora Gabriel Boric, lo hace con más de un millón de votos, más los setecientos mil de Daniel Jadue.

En el presente y al igual que en el 2017, la coalición de centroizquierda no logró acordar oportunamente las candidaturas presidenciales. La prensa consigna que las primarias de ese año de la entonces Nueva Mayoría que conformaban: PDC, PR, PPD, MAS, IC, y PS, se frustraron, entre otros aspectos por la accidentada nominación que ejecutó el Partido Socialista (PS) y el Partido por la Democracia (PPD), tras el anuncio de la Democracia Cristiana (DC) (abril de 2017), de llevar la candidatura de Carolina Goic a primera vuelta, desencadenando la presencia en solitario de Alejandro Guillier para las eventuales primarias del sector. Lo anterior, con resultado en la mano, demostró que la fragmentación, claramente debilitó a la izquierda y a la centroizquierda de este sector.

Por lo tanto, este nuevo proceso casi frustrado de Unidad Constituyente, Nuevo Trato, Partido Liberal y otros movimientos, evidenciado en una de sus fases finales de nominación, a propósito de la inscripción de las primarias reguladas por el SERVEL, y que concentró las incertidumbres de inscripción ese frío 19 de mayo 2021 con vetos y exclusiones incluidas, decantó en la confirmación de la postulación de Yasna Provoste, Paula Narváez y Carlos Maldonado, proveyéndole legitimidad política al sector en la nominación de su carta única presidencial para noviembre próximo. Esta ecuación se detonó durante el fin de semana pasado (fines de julio), tras una serie de mal calculadas decisiones/acciones que se tuvieron hasta antes de la noche del 19 de mayo, cuando no inscribieron candidaturas en las primarias reguladas por el SERVEL.

Este microclivaje de proceso electoral (excusándonos del mal uso de la idea de clivaje, pero útil para este análisis… creemos), tiene una tarea que bien podría ajustarse a la idea de misión imposible, esto es: sin recursos del estado, sin logística del SERVEL, sin soporte comunicacional vía franja, sin… varios “SIN” más. En justicia, diferenciada/os analistas de la política, han consignado, como también algunos clásicos integrantes de partidos políticos integrantes del bloque, lo cuesta arriba que se encuentra la situación.

La responsabilidad política que tiene el bloque, tras su segunda irresponsabilidad, esta vez previa al 19 de mayo 2021, es ofrecerle al país una diáfana exposición y debate de ideas, no porque no lo hicieron previamente (sin perjuicio de lo avanzado por las candidaturas vigentes), sino porque el escenario político electoral en época de cambios, incertidumbres y expectativas no puede quedar ajeno a ese mensaje que representan sensibilidades de mundo y patria legitimas de un proyecto país que debería ser capaz de recoger trayectoria con convicciones profundas de transformaciones sustantivas, teniendo a la vista el quehacer de la Convención Constitucional. Si se colocan en valor los números de las últimas elecciones, la afirmación, además se corrobora. El bloque Unidad Constituyente, Nuevo Trato y Partido Liberal (más otros), tiene una métrica electoral nada despreciable, pero el punto no tiene que ver sólo con eso, sino que con perfilar la mística y la épica movilizadora que se observa ‘apurada de lograr’, además, por la temporalidad y los diversos cuestionamientos de legitimidad que vendrán (ya se le endosa la no perseverancia de la fiscalía sobre 34 imputados por el caso Soquimich, de mano de Gabriel Boric).

Mística y épica que deben construirse diferenciadamente desde las candidaturas, comandos y partidos involucrados vigentes, más las organizaciones y movimientos sociales múltiples, territorialmente concebido y gestionado (territorio físico y virtual), que tiene que sintetizarse una vez que se resuelva el ejercicio electoral este sábado 21 de agosto (más allá del número de convocados), para reinaugurar el siguiente momento de cara a la primera vuelta, este noviembre 2021 y pasar a segunda vuelta.

Cómo construir esa mística y épica, desde un bloque de Unidad Constituyente, más el renovado y fresco aire que aportan el Partido Liberal y Nuevo Trato, es la respuesta por concretar. En términos genéricos dicha mística y épica debiese estar en una síntesis de trayectoria probada (la pensión básica solidaria, reformas políticas canalizadoras del nuevo Chile, como ejemplo), un presente de incertidumbre (expectativas de chilenas y chilenos signadas por pandemia y estallido social) y una cuota importante de esperanza en las transformaciones sociales posibles, sustantivas y realizables en paz y tranquilidad (nueva constitución y política pública ad hoc).

La situación socioeconómica (más la psicosocial) en la que se encuentra el país, producto de una deficitaria gestión administrativa y política del actual gobierno, así como la indolencia perpetrada, a propósito de los remediales funcionales a los efectos económicos de la pandemia sobre las familias chilenas (ollas comunes, retiro de los fondos previsionales, focalización inicial, pobres y tardíos recursos de auxilio económico vía IFE); permiten argumentar la necesidad de cambio. Además, el giro copernicano que ofreció al país el estallido social del 2019, que permitió la actual Convención Constitucional, eclipsó (¿alevosamente?) la necesidad de acordar mancomunadamente los cambios políticos traducidos en política pública, en favor de sectores poblacionales, mayoritariamente populares, que se vieron afectados por la pandemia (con dificultades apareció la idea de mínimos comunes, cuando se precisaba de otra cosa).

Con lo anterior, se puede colegir que la sociedad aún mantiene un sentimiento de frustración por los cambios que fueron requeridos y no se han materializado aún. Insoslayables son las violaciones de los derechos humanos de manifestantes de la revuelta en particular (más otros), sin perjuicio del criterio técnico legal que se deba aplicar v/s el principio democrático del respeto irrestricto a los mismos en todo lugar y situación. A esto se suma un cuestionable mensaje que tensiona la idea de un sujeto social, político y económico neoliberal como malo v/s otro sujeto social, político y económico antineoliberal como bueno. Desde esta dicotómica y binaria tensión se realizaron esfuerzos, al calor de la campaña de primarias reguladas por el SERVEL de etiquetar mañosa pero asertivamente a sectores políticos convencionales que articularon, con sus luces y sombras, el sistema político nacional desde la recuperación de la democracia. En el entendido, que en el centro del mensaje existió (existe) un interés político y electoral (donde algunas fuerzas políticas desconocen sus participaciones en el proceso), no contribuye a la construcción de mayorías colaborativas y cooperativas centradas en la dignidad de la persona humana, más cuando se tiene a un proceso de Convención Constitucional vigente, donde dicha tensión no se condice con el trabajo de la misma.

Los distintos dispositivos electorales de las candidaturas vigentes tendrán en sus expresiones de marketing político (ese cuestionable marketing), un rol de primer orden, dadas las escasas coberturas para mostrar mensajes e imágenes (la semiótica de las campañas, tan determinante en estas circunstancias). Lo mismo para ir definiendo la logística de la organización de la campaña (locales de votación, padrón, apoderados, localización, otros), la cual, en este mar de estrecheces, debiesen privilegiar ese voluntariado que en más de una oportunidad se aleja ante la burocratización elitaria de los comandos electorales. Las innovaciones en este punto político electoral podrían contribuir a llenar de contenidos el hacer electoral. Esa conducta debiese ser ya cultivada e intensificada después del 21 de agosto cuando se concretice el comando nacional de Unidad Constituyente, Nuevo Trato, Partido Liberal y otros movimientos.

De ahí, el desafío de esta misión a ratos imposible, pero que, perfectamente, puede transformarse en el pivote articulador de la mística, la épica y transformación de los sentidos en un bloque tensionado que busca proyectar legitimidad y propuestas a un Chile de “cuadra”, de “barrio”, de “comuna”, de “región” y de país inserto en una “región latinoamericana anclada al mundo”. Con nuevos rostros, que no temen de su pasado y que se proyectan al futuro con la confianza de tener experiencia y conocimiento que esta bella tierra le ha entregado.

(*) Hernán García es profesor UAHC, diplomado en Big Data, en Ciencias Políticas y Administración Pública. José Orellana es académico UAHC y Dr. en Estudios Americanos.