Universidades

Universidades

Por José Bengoa

El debate se encrespó.  Estatales y privadas se enfrentan duramente. Pero muchos de nosotros no estamos ni a un lado ni al otro. Nosotros, una pequeña Universidad, somos privados a la fuerza, o como suele decirse, “privados por obligación y no por vocación”. Porque cuando se producen estos debates, bien haría recordar un poco la Historia. De la Historia no se puede hacer tabla rasa, dijo un sabio de barbas blancas. Muchos de nosotros, entre ellos quien acá escribe, fuimos expulsados de las universidades, tanto de Chile como Católica de Chile muy poco después del Golpe de Estado. Las Ciencias Sociales fueron proscritas. Formamos bajo la sombra generosa del Cardenal Silva Henríquez, la “Academia”, espacio en el que se desarrollaron la mayor parte de las investigaciones realizadas durante la Dictadura. Vino la “transición” y pensamos que volveríamos a la Universidad de Chile y no fue así. Ni una carta de disculpas, no hubo concursos, y los que no habían sido expulsados se quedaron en  las así llamadas Universidades estatales. Triste historia. No quedó otra que continuar con nuestras Universidades, pequeñas, frágiles, pero no que no entregan títulos de “baquelita”. Hacemos lo mejor posible y en condiciones no fáciles.

No tenemos ninguna “vocación privada”, de negocios, de ideologías foráneas, y por el contrario consideramos que nuestro quehacer es “público”. Tampoco tenemos prejuicios en torno a transformarnos en “estatales”, en una suerte de sistema nacional de educación superior de carácter público, gratuito y de calidad. Algo podemos aportar. Podemos fusionar instituciones, podemos hacer alianzas, en fin, la disposición es enorme. Pero creo que hay que escuchar también  a los jóvenes secundarios principalmente y también de algunas federaciones que más que estatalizar toda la educación superior, a la “bolchevique”, plantean formas novedosas de un sistema público con “control comunitario”. Nosotros  no  tenemos dueños externos, y somos los profesores quienes  hemos dirigido la institución y poseemos un sistema de decisiones y votaciones tri estamentales que por cierto con problemas, funciona bien.

Estamos absolutamente convencidos que en Chile debe haber una columna vertebral de universidades estatales o financiadas por el Estado, de carácter gratuito. Y además consideramos que esa debe ser la prioridad. Pero decir eso no quita ser ciego, sordo y mudo a la crítica del sistema de educación superior estatal chileno. Porque hay causas que se remontan al desmantelamiento de la Universidad de Chile y Técnica del Estado que está en el origen de las Universidades Regionales, pero hay causas que proviniendo de allí se han mantenido sin cambios hasta ahora y que han contribuido a la espiral descendente y crisis de este sub sistema.

Un financiamiento privilegiado a las Universidades del Estado pasa necesariamente por algunas reformas mínimas evidentes. La primera es la transparencia de los gobiernos corporativos; no solo no hay participación estamentaria sino que hay autoridades que allí llevan décadas. Un ejemplo evidente, si los directivos son pagados por todos los chilenos, debe haber  criterios claros en los sueldos y salarios.  Recordemos que las universidades estatales son muchas y no es solamente la Universidad de Chile.  La segunda es el carácter público de los concursos: me refiero a los concursos de profesores e investigadores, que en muchas, sino en la mayoría de los casos, brillan por su ausencia o son de una opacidad increíble. En Argentina por ejemplo, hay “concursos de oposición”, públicos, con jurados internacionales. He participado de varios de ellos y nada semejante ocurre en  este país. Un tercer punto no despreciable es la proliferación de negocios de las estatales, entre ellos, y quizá el peor, las sedes de Universidades Regionales ubicadas en Santiago. Estas sedes son lo peor de la educación superior chilena, ahí si que el Ministro podría apuntar su afamada frase de los “títulos de bakelita”. No tienen nada: ni profesores estables, ni investigación, ni bibliotecas, nada. De hecho el mal sistema de acreditación que tenemos y que esperamos se cambie y mejore, rechazó justamente la acreditación de varias de estas “Universidades con sedes”, de ínfima calidad. Los que no saben averigüen, porque  hay sedes de universidades del extremo norte en el extremo sur, hubo una sede de  alguna universidad de la costa en Rengo y allí yace a la vista de los viajeros un elefante blanco en medio de un potrero,  abandonado “como los barcos en la noche”, y cuyos responsables gozan de muy buena salud. Si el Ministro va a dar dinero, se usa una extraña palabrota “basal”, para que se continúe con esta maravillosa “vocación regional”, creo que seremos muchos los que nos opondremos.

Pero claro que esto es válido también para las así denominadas “privadas”, o privadas de segunda generación. Estas son especialistas en “descremar mercados”. Hacen estudios con consultoras que prestan sus servicios tanto al Retail, como a las universidades. Es cosa de leer a María Olivia Monckeberg. Ahí está clarito el enredo de recursos, dineros y negocios. Se van a una ciudad intermedia por ejemplo, y ven que hay espacio para una Escuela de Derecho  o de Negocios, dirigida a “la capa alta de la clase media media” o dicho con siglas al ABC, etc… Montan una sede y descreman. Ofrecen “redes”, como dijo bien el Ministro. La universidad regional, con espíritu genuinamente regional, que hay varias,  se queda sin esos estudiantes y  profesores  mejor pagados, y comienza a empobrecerse cada vez más. Solo acuden estudiantes exclusivamente de “las capas pobres del sector medio pobre” de la Región, profesores que aguantan y sufren, en fin, espiral de deterioro. Hay ciudades dónde hay hasta tres Universidades descremadoras. Sus profesores viajan en avión de Santiago, los publicitan como de alto prestigio, dan su clase y se regresan a la capital. Si el Sr Ministro no resuelve en el mismo acto el problema de las sedes, toda la plata del mundo que coloque será infructuosa.

La discusión, casi pelea, que se está desarrollando en estos días está sujeta a intereses, puros y duros. Habría que pensar un poco más lejos. Si no se comienza por la construcción de un “sistema nacional de educación superior”, en que las Universidades estatales se unan a las “público privadas”, como nos sentimos muchos de quienes asistimos desde el balcón a estas batallas, y en que existan vasos comunicantes, alianzas y coordinaciones. Sin ese sistema la pura competitividad es canibalismo. Así funciona el actual sistema. Creemos además, para tranquilidad del Rector Pérez, que la Universidad de Chile debe ser “prima inter pares”. Esto significa que haya una suerte de camino en que los mejores estudiantes  comenzando por ejemplo, sus estudios en una Universidad pequeña de Regiones, puedan ir poco a poco llegar a las “grandes escuelas”, hacer sus postgrados, en fin , una suerte de carrera ascendente que le sirva a todo el país. Y que esos estudiantes de Universidades regionales, no siempre de la mejor calidad, no queden trancados en su espacio marginal como ocurre en la actualidad. Obviamente que debe haber compromisos de retorno. Y lo mismo con los profesores e investigadores. El actual sistema hace imposible que un gran maestro de una universidad que no sea “la Chile” , llegue a ese lugar de manera fluida y apreciada. El sistema de concursos en investigaciones de Fondecyt/Conicyt, es en este sentido perverso y lleva a competir y sólo competir. Los investigadores se muerden, nos mordemos, las canillas de manera permanente.

No sigo más largo por razones obvias de espacio. Habría mucho que decir sobre el sistema universitario al que hemos arribado. Centrar el asunto entre Universidades estatales y católicas, sería regresar a los tiempos de don Domingo Santa María y la “cuestión del sacristán”. Que Dios nos pille confesados. Decir y afirmar con tanta certeza que solo lo Estatal es Público, no creo que favorezca el debate. Un viejo esquema decía que entre el Príncipe y el Mercader, existe un Tercer Sector, y somos muchos los que nos deslomamos en él. Ojalá que el debate no nos impida ver “más allá del horizonte”.

*Rector Universidad Academia de Humanismo Cristiano

Articulo publicado en The Clinic