Yo apoyo el homenaje a Pinochet

Yo apoyo el homenaje a Pinochet

Por Pablo Zúñiga

Quizás la contundencia de mi afirmación crispe a más de alguien, pero la razón es muy simple: impedir algún homenaje a este personaje me convertiría en una molécula de lo que él representó. Pinochet impidió los derechos de expresión más elementales en nuestro territorio, justificó todas las atrocidades inimaginables diciendo que estábamos en guerra y el enemigo era su propio pueblo.

Prefiero esto, la tensión comunicacional y social que implica este homenaje, en vez del conspirativo silencio de las clases políticas, de las élites que dominan los medios de comunicación y otros medios. Es mejor que sean tensionadas y que tengan que darnos un par de noticias respecto del tema y con ello sembrar las viejas preguntas y la imperiosa necesidad de tener que responder o ver el rostro de los que siempre han callado.

Pasó con Krassnoff. En su oportunidad, agradecí en una columna titulada “Por refrescarnos la memoria, gracias Krassnoff”. Se hace necesario que cada vez que se plantee este tipo de homenajes salga a la luz la historia de quienes no pudieron contarla; siempre será necesario demostrar la otra cara de la Moneda.

¿A quién perjudica  este homenaje? A la sociedad chilena, lo dudo. La mayoría está preocupada de asistir al mall el fin de semana. A quien realmente debería preocupar es al gobierno. Porque este es otro mensaje que envía la elite; antes fue el de los empresarios que atestiguan falta de claridad para garantizar sus inversiones en el mercado hidroeléctrico. Pero también lo puede beneficiar: recuérdese que el caso bombas aún no estalla en su real dimensión, o bien no se ha explotado lo suficiente y todo esto puede ser una perfecta campaña para desinformar.

En una comunidad en la cual se arraiga la democracia como sistema de derechos, como fundamento ético, no debiera ser difícil darse cuenta que el ultraje a los derechos humanos en cualquiera de sus formas es inaceptable, y por lo tanto, cualquier homenaje a sus responsables es un ultraje a la toda la sociedad, a toda la comunidad, a todos sin distinción. ¿Quién puede impedir que se realice un homenaje a Pinochet? Este acto es una forma de recordarle a la sociedad la pobreza misma de su sistema de valores.

Si después de veinte años de gobiernos concertacionistas nos preguntamos si es factible un homenaje de esta naturaleza, entonces la conclusión es que  no se hizo todo lo posible, de lo contario a nadie se le ocurrirían  citas como esta. Luego de la intervención de Patricio Aylwin en el diario el País de España, ¿cómo se puede defender que no se le haga un homenaje? Se puede hacer este homenaje y otros más, porque es obvio que en materia de derechos nunca se hace lo suficiente.

Además, al saber quiénes son los que están aún ahí, sabremos cuántos pares son tres moscas, sabremos cuanto hemos avanzado. Y sobre todo es interesante observar quiénes no asistirán, quiénes guardarán silencio y ya no necesitan a los camaradas de armas, porque hoy usan otras armas para blanquear los hechos. Sus silencios, sus justificaciones y sus ausencias, son los que nos ayudan a configurar aún más la dimensión valórica de quienes apoyaron esa dictadura, la hicieron posible y hoy cobardemente se lavan las manos y dicen, quizás sin ponerse rojos de vergüenza, yo no tengo nada que ver con ellos.

Sergio Aguiló afirma que este homenaje es financiado por Álvaro Corbalán, quien posee unas cuantas cadenas perpetuas, precisamente por violación a los Derechos Humanos.  Cómo se puede  defender la institucionalidad de nuestro sistema de derechos, si un criminal de esta naturaleza organiza eventos desde la cárcel para otro criminal. Juzgue usted.

Docente de la Escuela  de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano

Articulo publicado en El Quinto Poder