Docentes UAHC advierten sobre discurso oficial_La comunicación del Gobierno en pandemia: un riesgo sanitario mayor
Actos fallidos, contradicciones y ruido en el mensaje han marcado la estrategia del Gobierno para comunicar la crisis sanitaria y sus implicancias, a poco más de un año del primer caso de Covid-19 detectado en Chile. Desde una institucionalidad tardía para la acción, medidas desproporcionadas para contener -sin éxito- la tasa de contagios y diversos focos de descontento por la asignación de ayudas sociales, que han terminado costándole al Gobierno críticas desde el propio oficialismo. Este escenario también se ha caracterizado por la escasa preocupación por la comunicación política, sostienen académicos/as de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Mientras países como Nueva Zelanda e Islandia dejaron las decisiones económicas y sociales claves más importantes en manos de comisiones científicas, logrando controlar la pandemia, en Chile la situación ha sido confusa. Recientemente, el Colegio Médico tuvo que solicitar, vía Ley de Transparencia, información sobre el funcionamiento de una Mesa Asesora Covid-19, el espacio donde se tomarían las decisiones sobre la pandemia. El Ministerio de Salud respondió que esta instancia no tenía un funcionamiento formal y que no contaba con actas ni integrantes. A partir de esta revelación, el Colmed se restó de cualquier espacio de asesoría asegurando que las decisiones imprudentes, tomadas en estos espacios sin actas, ni expertos calificados o internacionales, explicaban el aumento de las curvas de contagio.
“¿Por qué vamos a tener que traer expertos externos?”, cuestionaba de vuelta el ministro Enrique Paris a sus críticos, mientras llamaba a las personas mayores a abrazar a sus nietos y salir a las calles “porque se lo merecen”. Mientras la mayoría de los establecimientos educacionales permanecían cerrados, justificó además la apertura de lugares de gran afluencia de público como Fantasilandia, donde la filas para ingresar eran más largas que las de los vacunatorios del mismo Parque O´Higgins: “Prefiero que estén en un parque, que estén haciendo deporte, que estén trotando o que estén saliendo a caminar y no que estén encerrados en un pequeño departamento”, convocaba la autoridad sanitaria nacional a inicios de mes. Días antes de que se declarara el retroceso a cuarentena de 16 comunas del país.
“Ese tipo de contradicciones generan inseguridad y riesgo para todos/as y deslegitiman cada vez más al Gobierno el que, con una aprobación bajísima, es reforzado en su falta de autoridad”, plantea la Dra. en Estudios Americanos y docente de la Escuela de Ciencia Política de la Academia, Tamara Vidaurrázaga. Coincide con ella el jefe de la carrera de Sociología de la Academia, Raúl Zarzuri, quien piensa que el principal problema en esta serie de contradicciones impide encontrar un camino de salida a la crisis. “El discurso del Gobierno ha sido bastante ambivalente desde el inicio de la pandemia: te dicen que hay que cuidarse, pero también te dan la posibilidad de hacer un tránsito que no va a permitir ese cuidado”, dice.
Hay un evidente déficit de comunicación del riesgo, agrega el sociólogo, que incide en una mayor crisis sanitaria, incertidumbre y una vida precaria que, a su vez, provoca otras externalidades y tensión creciente en la población. En esta cadena de errores de discurso, los medios también tienen un rol relevante. Desde la carrera de Periodismo de la Academia, la experta en comunicación política, Ruth Tapia, advierte que la comunicación es un instrumento para generar una acción y, aunque por sí sola no resuelve los problemas concretos, en una situación límite como la que vive el planeta, en nuestro país se ha demostrado la ineficacia para abordar la dimensión social que reflejó la pandemia.
Otra arista a la que se refiere Tapia es que hay gente que puede quedarse en su casa, ser responsable socialmente, pero hay otra que no lo ha hecho. Apunta acá a la responsabilidad de los medios de comunicación que se han concentrado más en criminalizar el desapego a las normas de cuidado en lugar de buscar otros enfoques más propositivos y efecticos. “Los periodistas hemos sido utilitarios, comunicando sólo las políticas, pero no hemos asumido este tremendo rol de generar conciencia social y comunicación con respecto a las nuevas formas de vida de acá en adelante”, dice en su autocrítica.
Un dilema de vida o muerte
“Hay gente que tiene que salir para poder ganarse la vida, personas que no tienen acceso al teletrabajo, con sueldos precarios, que viven el día a día, que han sufrido el golpe del desempleo y que han vivido las peores consecuencias. Existe otro sector de la población que tiene todas las condiciones para sortear la pandemia y que no necesita salir de su casa para realizar compras o trabajar. Esta crisis cambió la forma en que nos estructuramos y relacionamos socialmente. Como seres sociales necesitamos de otros, la convivencia con otros y la pandemia nos ha puesto en un dilema, cumplir o no”, explica Zarzuri sobre el impulso que existe detrás de los “porfiados de la cuarentena” a quienes el discurso sanitario del Gobierno no permea. “La forma en que se ha comunicado la crisis, y los errores cometidos, puede buscar disfrazar o minimizar las brechas y estado de las cosas”.
En tanto, desde sus casas, muchos consumidores de este discurso no filtran las noticias falsas, mitos y datos científicos, acrecentando esta práctica de la mala comunicación a través de la viralización del ruido contra la vacunación, el confinamiento o el respeto a normas eficaces para aplanar la curva de contagios. “Falta reflexionar sobre el rol de los medios de comunicación para ser un actor relevante en lo que es la formación de las personas, con buenos contenidos de salud, para que la gente comprenda. El país se encuentra en un punto de inflexión en el que la falta de implementación de campañas informativas claras y robustas es un ejemplo de la desconexión entre lo que dice el Gobierno y el creciente número de contagios”, agrega la profesora Tapia.
La profesora Vidaurrázaga recuerda también que muchos de los anteriores mensajes de autoridades del Gobierno se han hecho por redes sociales a título personal, cuestionando, entre muchos ámbitos, a los profesores “por no querer volver a clases presenciales” o invitando con confianza a la ciudadanía a salir a “tomar una cerveza o comer una empanada” para volver -supuestamente- a una vida más normal. De hecho, la salida del ex ministro de Salud, Jaime Mañalich, en medio de la polémica por la inconsistencia de cifras de contagios y muertes, fue un dato de imprecisión más en medio de un vistoso desfile de contradicciones sobre salir a trabajar con confianza en el metro abarrotado o quedarse en casa confinado ante el peor escenario posible.
A un año de la destitución de Mañalich, la cantidad de fallecidos, según el reporte del Minsal, superó la barrera de los 30 mil muertos. Por otra parte, la ONG Red Intensiva (que agrupa a autoridades y profesionales de la salud pública) lleva su propio registro, el cual supera las 38 mil, publicaron el lunes 7 de junio. Un desajuste que podría considerarse más ruido en la conversación.