Experta en género, Verónica Schild:_“Se instala un concepto de la mujer empoderada, aun cuando sigue siendo responsable de su propia pobreza y la de su núcleo”
Recuperar la memoria histórica del trabajo de mujeres en dictadura, la relación con el feminismo popular, y apuntar a una mirada más crítica que incida en una economía política, son algunas de las propuestas de la investigadora chilena residente en Canadá, Verónica Schild quien, en conferencia organizada por la Escuela de Historia de nuestra Universidad, analizó el neoliberalismo y las contradicciones de los feminismos latinoamericanos.
Schild se ha convertido en un referente en temas de Estado, economía política y género, se ha desempeñado como catedrática en la Universidad de Ontario Canadá y ha llevado a cabo investigaciones sobre los estados latinoamericanos y los programas sociales.
Precisamente, con la finalidad de reflexionar sobre la forma en que el neoliberalismo repercute en las sociedades de la región, la experta sostiene que “En Chile y América Latina, con distintas intensidades, se vislumbra una convergencia entre ciertos feminismo y el proyecto neoliberal. El logro principal de estos últimos 25 años ha sido urdir el proyecto neoliberal impuesto inicialmente como plan de reestructuración económica y como proyecto cultural político dominante”.
En ese sentido, explica que estas convergencias tienen sus orígenes “a partir de los 90, con la transición pactada, en donde ciertos sectores feministas pasan a tener injerencias, contribuyendo al debate y pliego de demandas que supuestamente el gobierno democrático iba a plantear. Es en ese momento donde se produce algo muy curioso. No es cierto que se instale un feminismo liberal de corte decimonónico que se articula con discursos que vienen de afuera. Lo que surge es una inclusión de ciertas posturas y energías de gente comprometida, pero que se comprometen de hacer algo pragmático, es decir, una política en la medida de lo posible”.
Para Schild, es a partir de esa inclusión de ciertas agendas y exclusión de otras que se forma un feminismo institucionalizado, aquel que se traduce en un feminismo transnacional, a partir de su vínculo con agencias de las Naciones Unidas y otras instancias internacionales, desvinculándose del feminismo popular.
“La institucionalización de esa propuesta política chilena pasa por vincularse con las agendas internacionales que exigen en esa época reconocimiento del tema de género y agenda de equidad. Todo esto es parte de un proceso político de avance y de inclusión. Pero lo que siempre me llamó la atención es qué pasa con la relación con el mundo popular. Qué pasa con aquellas feministas populares, de movimientos de mujeres, con aquellas que se institucionalizan, porque ahora nos hemos olvidado de ese sector de mujeres en Chile, que en algún momento fue tan importante y que tenían propuestas innovadoras en cuanto a la pobreza y sensibilidad de género”.
Explica que “es una lógica que tiene mucho que ver con los valores del mercado. Eso es lo que se va articulando en las prácticas cotidianas a través de la institucionalidad y al mismo tiempo de la sociedad. Todos los mensajes que nos vienen a través de los medios, de los programas sociales, nos invitan a ser ciudadanos y ciudadanas activas y empoderadas, pero seguido de lo que Foucault llama “la racionalidad”, es decir, se instalan los valores del mercado como un sentido común, no se cuestionan: es el modo de ser y de actuar”.
En ese sentido, señala que lo que más le ha llamado la atención de las transformaciones que se dan a partir de los 90, es que estos cambios van de la mano con las transformaciones del capitalismo en Chile y en la región, un capitalismo donde el trabajo se feminiza en dos sentidos: precarización y más demanda.
“Por un lado tenemos una demanda mayor de un trabajo femenino, hiper precarizado y mal pagado, como elemento clave del éxito de la economía de exportación chilena y, por otro lado, tenemos esta propuesta de las contradicciones del feminismo: de empoderar a las mujeres a partir de programas sociales y de cualquier mensaje en los medios, en el consumo. Se instala un concepto de la mujer empoderada, aun cuando sigue siendo responsable de su propia pobreza y de su núcleo. Lo cual lo encuentro perverso”, indica.
Schild agrega que “la idea del empoderamiento durante los 80 fue parte de una agenda feminista muy amplia de empoderar e impulsar los derechos de la mujer y que pasó a ser algo específicamente vinculado al tema económico. Lo que pasa en Chile pasa a nivel mundial. Tanto en Chile como en América Latina hay una aplicación de Estado subsidiario, precario y de revalorización del mercado”, puntualiza.