Tras su erradicación de las escuelas francesas_El futuro del lenguaje inclusivo en la educación chilena según docentes de la UAHC
Mientras que para la corriente antidiscriminatoria y feminista, el lenguaje inclusivo puede ayudar a erradicar viejas prácticas patriarcales, otras instituciones tradicionales persisten en contenerlas dentro de reglas gramaticales, como en el caso de la RAE o el gobierno francés que recientemente decidió prohibir los pronombres inclusivos en sus escuelas por considerar que “dificultan el aprendizaje”. En el mismo ámbito, en España, el partido ultraderechista VOX ha insistido en que su uso en documentos oficiales entorpece el funcionamiento de la administración pública.
Francia pone marcha atrás en la discusión sobre este tipo de vocativos y Argentina impulsó recientemente una política inédita en América Latina al incorporar la perspectiva de género en las exigencias para obtener una licencia de conducir. Esto, a través del cambio de señaléticas de tránsito y un módulo especial de contenidos teóricos sobre diversidad, estereotipo y masculinidades. Un mandato con antecedentes superiores como el de las orientaciones que entrega la ONU sobre el empleo del lenguaje inclusivo ante expresiones discriminatorias y la visibilización de brechas de género.
Por ahora, en nuestro país, la Unidad de Género del Ministerio de Educación publicó en 2017 un Manual de lenguaje inclusivo que expone formas de sustitución del genérico universal masculino y alternativas para evitar diversas formas de discriminación. Sobre el futuro de la implementación de este tipo de lenguaje, los y las expertas creen que, como cada nueva modificación, solo el tiempo y el uso, pero por sobre todo la propia aceptación de la población, tienen la última palabra.
La jefa de la carrera de Licenciatura en Lengua y Literatura UAHC, Claudia Burgueño, cree que todo cambio lingüístico y nuevos significados de palabras a lo largo del desarrollo de lenguas siempre ha ocurrido de manera natural y nunca impuestos o prohibidos por algún grupo. En tal sentido, las políticas a favor del lenguaje inclusivo o su prohibición como en el caso francés, seguirán un curso inevitable. “Es probable que el lenguaje inclusivo se consolide de acuerdo a su propio uso, pero la historia nos ha mostrado que cualquier cambio de este tipo ocurrirá de manera orgánica. Somos los usuarios del lenguaje quienes decidimos el convertir estas nuevas reglas en hábitos o no”, plantea acerca de una problemática que es discutida ampliamente por los y las estudiantes de la carrera.
Por su parte, Carol Chan, académica de la carrera de Sociología de la UAHC, explica que el lenguaje inclusivo, si bien, nos ayuda a desaprender algunos prejuicios asociados con el género, en este proceso, puede resultar incómodo de insertar en la sociedad. “Precisamente es percibido como un obstáculo -como en las escuelas francesas- porque el lenguaje inclusivo nos hace pensar sobre algunas cosas dadas por sentado en la vida cotidiana. Nos hace detener, pensar y preguntarnos sobre estos prejuicios que aparecen a través del uso de lenguaje que, quizás antes, antes eran poco visible”, señala.
El tema del lenguaje inclusivo es una oportunidad para practicar de manera concreta y práctica el respeto y la inclusión de todas las personas en su diferencia. Es lo que piensa la académica de la carrera de Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación, Claudia Araya. De esta manera, dice, “dos grandes realidades se hacen visibles discursivamente: el rol de la mujer en la denominación activa de nuestros roles, con una “a” que significa respeto y dignidad, por una parte, y de las personas en su autopercepción en torno a la identidad y el cuerpo, con una “e” que recoge parte de su lucha en contra de la estrechez del pensamiento de género binario”.
Actualmente las escuelas chilenas intentan incluir este tipo de modificaciones por razones que apuntan a la no discriminación y a la integración de las diversidades para marcar una diferencia, ese objetivo lejos de entorpecer la educación la fortalecen, señala la profesora Burgueño. “Quizás aún sea algo que no genere una diferencia, pero sigue siendo una sugerencia más que una obligación. En el caso de nuestra universidad, la Academia ha incorporado también esta mirada en sus programas”, agrega.
La policía lingüística
Hay quienes consideran que el lenguaje inclusivo constituiría un obstáculo en el aprendizaje de los y las estudiantes, como determinaron las autoridades educativas de Francia. Como fenómeno reciente, la alternativa del uso escrito de pronombres como “otrxs”, “otr@s” o las significaciones verbales de conceptos como “cuerpa” o “amigues”, por mencionar solo un par de ejemplos, es un campo de investigación que aún debe ser explorado, dice la profesora Araya.
“El uso de estas marcas de género inclusivo podría considerarse como una falta de sistematicidad y, por otra, podría eventualmente llevar a confusiones a una persona que esté aprendiendo a leer o que tenga problemas de comprensión lectora. En segundo lugar, el uso de “@”, “x” no permite la lectura en voz alta de las palabras que las contienen, lo que también representa una dificultad desde la perspectiva del aprendizaje de la lectura”, agrega la académica sobre el desafío mayor para niños y niñas con déficits de aprendizaje.
Con todo, para educadores como el profesor Fabián Cabaluz, las oportunidades educativas que abre el uso del lenguaje inclusivo son sólo positivas. Experto en educación popular, el docente de la carrera de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, señala que todo lo que signifique visibilizar brechas sociales y sexogenéricas para ampliar el debate es una suerte de triunfo simbólico. “Muy freirianamente te puedo decir que estas formas de reconocimiento del otro y la otra desde el lenguaje, ante alteridades de una realidad diferente a la mía, legitiman principios fundantes de la vida democrática y una sociedad mínimamente tolerante y abierta al cambio”, explica.
¿Qué otros aporte realiza a nuestras sociedades el lenguaje inclusivo?. La profesora Chan agrega que el lenguaje inclusivo nos enseña también que el género no es binario y en muchos contextos, incluso, no es relevante. “No es siempre relevante saber si estamos hablando de una persona masculina o femenina, como no es siempre relevante saber la nacionalidad o etnicidad de una persona en una conversación o relato”, dice. La académica sostiene también que “el lenguaje es algo construido por nosotros/as mismos/as. En el ejemplo del inglés incluso en el siglo XIV la ortografía no era algo fijo, no había diccionarios y reglas legitimadas por instituciones sobre la gramática o la ortografía correcta, etc. El lenguaje es parte de la cultura humana, que por su naturaleza debe cambiar con el tiempo y con más conocimiento sobre las experiencias humanas como el género. Hay que cuestionar también la fuerte asociación que hizo en Francia entre el lenguaje inclusivo y la amenaza que presenta para la identidad nacional de Francia”, añade.
Sobre esta hegemonía del lenguaje, la doctora en Educación, Marcela Betancourt y magíster en didáctica e innovación pedagógica, llama a la precaución ante las prohibiciones basadas en imposiciones academicistas. “Desde esta línea académica y elitista se cree que el lenguaje es uno solo, que cualquier nuevo contexto podría perjudicar ese estado o su comprensión lectora, comunicativa, política. Esto habla de realidades que están totalmente divorciadas de lo social, de las complejidades del lenguaje más urbano y cambiante, lo territorial y natural. Lo que se está discutiendo en Francia tiene que ver con las hegemonías adultocéntricas del lenguaje al no permitir el ingreso del lenguaje inclusivo a esta realidad que, muchas veces, es creada precisamente por el lenguaje. Lo que se busca es, precisamente, evitar nuevas realidades”, señala la responsable del Magíster en Educación mención en Liderazgo Transformacional y Gestión Escolar de la UAHC.
De esta forma, realizar modificaciones en un terreno tan conservador como son las lenguas permite expandir el horizonte sobre lo que pensamos que es inamovible y lo que no lo es. “Desde una perspectiva del aprendizaje, el uso del lenguaje inclusivo nos tensiona en el plano de lo social y cultural, ya que nos permite darnos cuenta de que somos los y las hablantes las lenguas quienes deberíamos ser capaces de establecer nuestras propias reglas de convivencia lingüística, y no una institución que se arrogue el derecho de consignar qué es lo que se puede decir y qué no. Desde esa perspectiva, no es posible validar la existencia de una policía lingüística de ningún tipo”, argumenta Araya.
Concuerda la profesora Burgueño, quien recuerda hitos similares del idioma español para usos como el “hubieron” por el “hubo”, “obscuridad” por “oscuridad” o “setiembre” y “septiembre”, los que finalmente fueron obra de la aceptación cotidiana. “Son modificaciones que nadie puede detener o incentivar más allá de la costumbre. Finalmente es el hablante quien lo acepta y lo hace suyo ya sea por comodidad, efectividad o economía lingüística. Si no fuera así, quién sabe, tal vez seguiríamos hablando con formas gramaticales del Siglo XIII”, concluye la docente de la carrera de Licenciatura en Lengua y Literatura UAHC.